EL FARO DE LA MUJER AUSENTE

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 La guerra se acercaba a mi pueblo, Normandía. Los alemanes estaban en camino y arrasarían con todo, no dejarían nada, menos a los judíos. Estaba asustado, solo y confundido. Ya habían pasado varios meses desde que mi familia fue llevada a la guerra, obligados a luchar por algo que no creían. Solo tenía una amiga, Dusha , que significa alma en ruso, a la que todos la conocían como "la mujer del faro" porque era la dueña del antiguo faro de las playas de Normandía. Ella venía de Rusia, sus padres la habían traído intentando escapar de la Primera Guerra Mundial, pero murieron en el intento así que ella quedó varada aquí. Cuando llegó no conocía a nadie, entonces se fue a hospedar allí. Ahí la conocí. Iba a caminar, como de costumbre, y me la encontré. Desde ese momento nos volvimos muy buenos amigos.

Un día fui a visitarla al faro, pero ella no se encontraba ahí. Así que volví al día siguiente, al siguiente, al siguiente, así por una semana. Dusha nunca apareció, se había esfumado. Un día estaba y al siguiente ya no ¿se había ido sin dar explicaciones? o ¿se había perdido? ¿se la habían llevado? Era algo que no podía saber.

Había llegado el trágico día, los alemanes habían llegado a Normandía, en busca de judíos y recursos. Tuve que ver cómo revolvían mi casa y se llevaban lo que era de utilidad, como se llevaban a mis vecinos y destruían todo a su paso.

Esa fue mi vida por los próximos tres años, ver soldados rondando por las casas, armas y explosivos que los alemanes utilizaban como defensa, y como aquellos que antes tenían paz ahora estaban llenos de dolor. Eran pocos los que tenían fe, muchos creíamos que así sería el resto de nuestra vida, espantosa. De todos modos tendríamos que adaptarnos si queríamos vivir. La única razón por la que seguía vivo era por si algún día Dusha volvía, que me pudiera encontrar y yo poder ayudarla. Cada tanto se llevaban a alguien a algún sitio, podría ser a el ghetto, a un campo de concentración o a cualquier lado.

El 6 de Junio llegó nuestra salvación, los aliados vinieron a rescatarnos. Se escuchaban explosiones y disparos a lo lejos, mientras todos buscaban refugio yo me acerqué a la orilla, donde se encontraban miles de soldados. Algunos estaban muertos, otros heridos pero muchos seguían de pie, luchando por nuestra libertad. No podía creerlo, era real, esta pesadilla estaba a punto de terminar. Pensé que sería buena idea ir a ver la guerra desde el faro, así tendría una mejor vista de lo que estaba pasando.

Al acercarme me di cuenta que no era seguro, había soldados por todas partes. Miré hacia la ventana y noté que había un soldado en la cima del faro. Vi detalladamente su cara, me parecía conocida. ¡Era ella! Era Dusha, con un uniforme de los nazis. Pero algo andaba mal. ¡Le estaba disparando a los alemanes! Sabía que ella no era capaz de matar a quienes nos iban a salvar. Los disparos empezaron a dirigirse hacia ella, dejando agujeros de bala por todo el faro.

   En ese momento lo único que pensé era en llegar a ella, entonces corrí, corrí como nunca. En el camino me disparaban, pero mi mirada estaba fijada en la puerta del faro. No sé cómo logré entrar. Rápidamente subí todas las escaleras, mientras oía disparos y explosiones. Al llegar a la cima la encontré, tirada en el suelo, rodeada por un charco de su propia sangre. Me acerqué a ayudarla, pero no se movía, no escuchaba sus latidos ni su respiración. Aún así no perdí la esperanza e intenté reanimarla, aunque nada funcionó. Ya está, se había ido, como una valiente pero se había ido.

Le agradezco inmensamente lo que hizo, no tanto por la cantidad de alemanes que ha matado, sino por el acto y su intención. Es probable que haya esto, no solo por nosotros, sus vecinos, sino también por su familia. Yo creo que fue su manera de vengarse por la muerte de sus padres, que murieron gracias a ella, por salvarla. Sin importar la razón de lo que hizo en ese faro, gracias, gracias por tu compañía y por la esperanza, gracias por haber arriesgado tu vida, lo digo por mí y por todos.

Luego de ser completamente liberados de Alemania, entre varios vecinos, construimos una estatua de Dusha y la colocamos en el faro donde ella murió. Es nuestra manera de honrarla. También hicimos un entierro y la enterramos en la playa, para que pueda ser libre, como nunca lo fue. 

Aquí estoy, 20 años después, escapé a España luego de la guerra para asegurarme de no vivir algo así de nuevo. Hace unos años conocí a quien hoy es mi esposa, y ahora tenemos una hija, Alma. Le pusimos su nombre en honor a Dusha. Desde pequeña le cuento la misma historia, "el faro de la mujer ausente".

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