Conversación entre un general griego y su hijo muerto en los Campos Elíseos.

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Narrador   
Ej: Y estuvieron sonriendo

Personajes: Gennaíos (Padre)
                         Anemos (Hijo) 


Véase la muerte como algo de mal deseo o no, es algo que convierte en iguales a todos, por muy poderosos que lleguen a ser. En variadas mitologías cómo no, la muerte tiene ayudantes, o representaciones. Caso como lo pueden ser la valkirias nórdicas, o los dioses Tánatos, Anubis o Morrigan y otras muchas representaciones de la muerte  perdidas en el tiempo. Pero, a eso no es a lo que venimos...Perdón, vengo a contaros. Vine a contaros una historia de reencuentro, de sentimientos, de paternidad y bondad, la historia de el general griego Gennaíos y su reencuentro con su hijo Anemos, cuyo encuentro fue gracias a los dioses de la muerte, que fueron benévolos con estos pobres mortales, cuyo reencuentro no debería de ser posible. Hela aquí una historia, he aquí un padre que vela por su hijo, he aquí un hijo que llora por su padre. 


Gennaíos: Dónde estoy?? Porqué un guerrero de mi gama está en un sitio tan...extraño, siendo antaño que me enseñaron que a un sitio tan hermoso no llegaría. 

Viéndose sorprendido, Gennaíos exploró y exploró el lugar, extrañado, estando semanas deambulando por aquí, por allá, por muchos lugares nuevos, por algunos no tanto, dio vueltas en círculos y se perdió, como cualquiera en su situación, hasta que se cansó. Pero, las moiras le tenían un regalo. 

???: Padre...Padre...Vamos despierta, que ya llegamos.

Gennaíos: O hijo mío, tanto tiempo ha pasado desde que sufrí tu perdida, extrañaba escuchar tu voz, incluso si es una ilusión, te lo agradezco, o desafortunada mente mía, tu locura está siendo útil. 

???: Porque debería ser yo una ilusión? 

Gennaíos, aún en su ignorancia no alzó la vista del suelo, siguió hablando con aquel desconocido que portaba una voz parecida a la de su pequeño Anemos. 

Gennaíos: Lamentablemente, pese a que tu voz es idéntica a la de mi enano, no creo que este sitio sea lo suficientemente hermoso para él, el se merecía más que esto, el se merecería los Campos Elíseos.

???: Papá, estamos en los Campos Elíseos, alza tu vista y mira, mira lo hermoso de este lugar.

Y Gennaíos alzó su cabeza, viendo pequeñas piernas a la izquierda, y un hermoso jardín, repleto de gente, mucha gente, pero el solo se centró en las piernas de quien lo acompañaba, y alzando más la cabeza lo vio, su hijo, su amado hijo. Y Gennaíos le abrazó las piernas, sus pequeñas piernas y lloró sobre sus pequeños pies ensuciados con barro, pero que aún así, no parecían dañados. Y riendo luego de mucho tiempo, se levantó rápidamente y alzó por los aires a su hijo, besándole la frente, Anemos lloró de emoción y Gennaíos de felicidad.

Gennaíos: MI PEQUEÑO, AL FIN, LUEGO DE TANTO TIEMPO, AL FIN ¡¡AL FIN TE ENCUENTRO!!

Anemos: Papá para, me vas a aplastar con tanta fuerza. Dijo sonriendo.                      

Gennaíos: Eso da igual, al fin estamos juntos de nuevo, ahora nada nos separará.

Anemos: ¿Lo prometes? 

Gennaíos: Lo prometo.

Luego de charlas y risas, alguna que otra broma y un juego de espadas, Anemos hizo una pregunta, una pregunta que todos alguna vez hemos hecho a nuestros padres, ¿De donde salió mi nombre?
 
Gennaíos: JA, una interesante pregunta enano...Es en honor a un soldado que conocí, Alejantropos, Alejandro, era como el viento, muy escurridizo y desinteresado. 

Anemos: Era buen guerrero? Supongo que si.

Gennaíos: Supones bien, para todo soldado griego, la vida data de cuatro etapas, desde el nacimiento, solo hay 4 años de descanso que fue la edad en la que moriste.

Anemos: Y cuales son esas etapas? Son muy pocas.

Gennaíos: Y lo son, las etapas son, disciplina, deber, lucha y muerte. Alejandro las cumplió todas, su forma de ser, se lo permitió. 

Anemos: Vaya, que sorpresa.

Gennaíos: Y estoy feliz de que hayas muerto en esa edad, es una vida austera, muy austera, se agarra a ti tan fácil como el canto de una sirena. Sin embargo, Alejandro no era como los demás, era feliz, siempre que había una lucha sanguinaria, Alejandro nos recordaba que...Pese a ser máquinas de guerra, podíamos ser humanos, completamente humanos, tener sentimientos, felicidad, bondad. Cuando murió en combate, nos dio la carta de victoria, cuando la guerra acabó, lo enterré con todos los honores de nuestro pueblo, su memoria me recuerda lo fuerte que eres, mi pequeño.

Anemos: ES UNA HISTORIA INCREÍBLE, ME ENCANTA.

Gennaíos: Te recuerdo que tu nombre no es Alejandro, está basado en su personalidad.

Anemos: DA IGUAL, ME ENCANTA MI NOMBRE. 

Gennaíos: Me pone feliz mi pequeño, bueno, ya es hora de que, vayamos a los Campos no?

Anemos: Si, va siendo hora

Y padre e hijo fueron rumbo a los campos, he aquí el fin de una historia, he aquí el comienzo de otra. Espero haya sido de su agrado, si así fue, que comentéis que os gusta es más que suficiente, este joven narrador necesita ánimos para continuar sus historias y la mente necesita de satisfacción para poder seguir, porque si no recibe su dosis de satisfacción diaria, se nos chamusca la imaginación. En fin, fue un gusto compartir esta historia, espero hacerlo con otras.


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