𝑟𝑒𝑑 𝑤𝑖𝑛𝑒 𝑠𝑡𝑎𝑖𝑛

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-violencia gráfica
-about mafia
-crimen organizado
-analogías barrocas
-hurt no confort

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Basado en la canción Bust Your Kneecaps - Pomplamoose

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El verano iniciaba en las costas de Italia, el calor golpeaba como las olas a las costas. Takemicchi tocaba la tierra ardiente hasta adormecerse los pies, las vacaciones recién comenzaban y él ya se sentía en aburrido sin tener que trabajar. Hasta que se encontró con una belleza imitando sus pasos, una figura que apenas llegó a distinguir, curvada y delgada, la descripción más simple sería belleza renacentista, pero no logró reconocer su origen, si en algún cuadro lejano de la basílica pintada por el mismo Miguel Ángel o en un recuerdo lejano de una hermosa cara, entre multitudes en las calles de  Europa, resaltando entre todo la blancura de su piel y sus rizos de oro que caían en caireles sobre sus delgados hombros, su cabello era cubierto por un gran sombrero de paja, quemándose los dedos, su piel pálida apenas cubierta por crema mientras su figura se escondía en una gran camisa que de repente se contorneaba cuando el viento bailaba entre ellos.

A punto de caerse por el dolor, Takemicchi sostiene la delicada figura, sin darse cuenta qué, con eso la muerte comenzó a respirarle la nuca, acercándose cada vez más. —Ten cuidado —. Atinó a decir con preocupación. Mientras que la otra persona solo respondió con una sonrisa juguetona. No se dijeron más, sin embargo, esa sonrisa no desapareció.

Y con una promesa que corrió con la brisa del mar se despidió. —Espero verte de nuevo.

Esa tarde conoció a la persona que más amaría. Mikey venía desde lejos a verlo trabajar en el puesto familiar, donde las flores de cada estación se volvieron más hermosas esperando su llegada. Aquel joven trabajador junto a el ángel que bajaba del cielo solo para verlo comenzó a salir con él. Cada cierto día, tan irregular como la tormenta que llegaba de repente, Mikey aparecía en la florería en un auto negro que siempre era conducido por el mismo hombre serio. Si había mucha gente le ayudaba, y si el puesto estaba vacío, entonces ambos se escapaban, paseando por el centro del pueblo o bailando en la arena del atardecer hasta que la luna comenzaba a cantar.

Y sin saber mucho uno del otro, más él quien nadaba entre la incertidumbre total de un desconocido que golpeaba su corazón como tambor hasta vomitarle la cara de rojo; terminaron viviendo juntos, volviendo el acto de sonrojándose con cada tierna actitud que ambos se guardaban para ojos celosos que llegaban de vez en cuando.

—Te dedico la luna que vigila nuestro romance y las estrellas que arrullan el futuro que nos espera, tan brillantes desde que el cielo nos regaló esta noche —. Esa noche se habían cumplido ocho estaciones desde que se conocieron, paseando entre calles del pueblo hasta llegar nuevamente a la costa donde se conocieron, deteniéndose para admirar el cielo nocturno. El poeta que vivía en su corazón se había armado de valor para dedicarle esas palabras, sin darse cuenta en lo ridículamente cursi que dijo.

Ganándose una risa entre cálida y burlona de la musa que lo inspiró. —La noche ya está hecha, no me la puedes dedicar—. Se acercó a él quien se encontraba contra la luna para evitar que esta iluminara su vergüenza. La sombra de Takemicchi cubrió el brillo en sus ojos mientras se acercaba a la cara ajena aún más. —La vida por otro lado, esa se hace día a día. Y así como yo te regalo mi tiempo y amor, es como demuestro cuanto te quiero a mi lado.

𝘀𝘁𝗿𝗮𝘆 𝗱𝗼𝗴, 𝗴𝗼𝗼𝗱 𝗱𝗼𝗴 | sanzu/mikeyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora