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Vena, una chica con tez pálida y un pelo color cian, como un cielo totalmente despejado durante el día. Unos pantalones largos verde oscuro, más bien ceñidos a sus delgadas pero fuertes piernas. También llevaba una cazadora del mismo verde oscuro con plumajes en el cuello, aunque se veían desgastados si mirabas algo más de cerca.

Paseaba por un camino lleno de hojas crujientes caídas por el reciente otoño llegado a Limpus. Llevaba un ritmo bastante acelerado mientras se escuchaba tras de sí un sinfín de sonidos causados por las marrones y amarillas hojas caídas. Mirando a los lados y a veces hacia atrás con cuidado de no inclinarse demasiado y caerse sobre el suelo, solo conseguía ver un mar de árboles casi secos, unos tras de otros. Pero lejos de ella veía un carromato tirado por un caballo, que se acercaba cada vez más hacia ella. Cada paso que Vena daba estaba medio metro más cerca el carro.

De repente, Vena, se precipitó al suelo, pegó un gritito como salido del alma. Miró hacia atrás con su brillante pelo cian colgando por su cara, pero sin taparle la visión. Viendo como posaba el carro delante de ella casi y aún apoyada con las dos manos en el suelo, echó aire por la boca separando levemente el pelo de su cara y murmuró unas palabras inelegibles desde fuera. Sonó un golpe seco en el aire, entonces, alrededor de ella salieron disparadas las secas hojas como si de un oleaje gigantesco se tratara y ella fue impulsada hacia el cielo con tremenda facilidad. Estando todavía flotando en el aire del previo impulso, con una cara de esfuerzo y mucho cansancio, hizo un gesto con los brazos cruzándolos hacia sus hombros en forma de una equis y los tensó lentamente hasta colocarlos rectos. En ese momento, todas las hojas que formaban las gigantescas olas fueron a parar hacia el carro. Éste volcó, se descolgaron las puertas del carromato y salió un hombre de unos treinta años disparado con tanta fuerza como para dudar que siguiese vivo. Todo esto ocurrió en un breve tiempo, aunque fuese muy intenso como para poder haber ocurrido en tan solamente unos segundos. El caballo se llevó la peor parte, estrellándose contra el carro y quedándose tirado en el suelo, aunque gimiendo seguramente de dolor.

Vena cayó al suelo, con timidez, dulzura y suavidad, como si de un ángel bajando a la tierra se tratase. Fue lentamente hacia el caballo, cansada, sollozando débilmente. Se inclino hacia el pobre caballo malherido. Le miró a los ojos, conectando con las lágrimas que le brotaban al caballo, seguramente con un instinto de deseo de liberarse ya de la vida. Ella, se arrodilló delante del caballo, posó su frente con la del caballo y una luz comenzó a iluminar la mano derecha de Vena mientras empezaba a acariciar al pobre caballo por su cabeza, repitiendo el movimiento.

­­­ ­—Meli —Pronunció Vena con un tono apagado —Meli, sé que vas a volver...

De alguna manera, el caballo, Meli, se repuso tranquilamente, se acostó en el suelo y posó su cabeza sobre las rodillas apoyadas de Vena en el suelo. Vena entonces, pegó un fuerte respiro, seco de dolor mientras llevó hacia su pecho la mano derecha que había dejado de iluminarse hacía poco.

Entonces se levantó y al mismo tiempo se también levantó Meli. Vena acudió hacia el hombre que había salido disparado del carromato y mientras se acercaba, se escuchaba aún más la fuerte respiración del hombre.

—Karl, nunca debiste haber hecho caso a tus padres... —Comentó Vena con una furia triste escondida que apenas aparentaba.

—Tú... Nunca debiste haber huido —interrumpió Karl con las pocas fuerzas y voz que le quedaban —Te convertiste en... En algo que nunca fuiste, o eso creímos. No nos diste tiempo... tiempo a entenderte.

—Karl... Siempre fui la misma y nunca lo hubieseis entendido. Si fuese así... esto no hubiese ocurrido, no hubieses venido... Karl, te amo, te amé... Te amaré.

Vena soltó una lágrima que rápidamente secó con su mano derecha, que de pronto se volvería a iluminar levemente, puso dos dedos sobre los párpados de Karl casi cerrados y terminó cerrándolos suavemente con un leve movimiento de su mano aun iluminada. Comenzó ahora a soltar muchas más lágrimas que no pudo frenar y cayeron sobre el rostro de Karl. El cuerpo del hombre se llenó de aire como si hubiese respirado muy fuerte y comenzó a desinflarse hasta que solo se oía el ruido de las hojas secas rozar el suelo. Desapareció la fuerte respiración de Karl. Desapareció por completo. Vena ni se secó las lágrimas de su rostro. Apartó la mano de la cara de Karl, cabizbaja, se estiró el abrigo con la otra mano hasta que no se podían ver a penas los dedos de esa mano, se levantó, se dio media vuelta y cogió las riendas de Meli que aun llevaba enganchadas.

Vena partió de nuevo su camino agarrando a Meli y dejando tras de sí un recuerdo y una imagen increíblemente dura. 

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⏰ Última actualización: Sep 22, 2021 ⏰

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