el morbo

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Casi no podía creerlo, al fin había conseguido una cita con Sara. Después de varios meses hablando sin parar sobre lo humano y lo divino, después de desnudar su alma una y mil veces a través de una pequeña pantalla, tocaba desnudarse de nuevo, pero ésta vez en directo y cara a cara, sin filtros.
El calor a media tarde era mayúsculo, y no quedaba un poro de su piel que se librara de la humedad del sudor, la conversación también lo había acelerado por la meta conseguida y pensó que era hora de una ducha helada para calmar el bochorno estival.
El agua caía con furia sobre Andy, se empeñaba en cosquillear sutilmente cada centímetro de su cuerpo desnudo, y el contraste de temperatura hacía que se hubiera erizado toda su piel. Estaba embelesado con sus pensamientos y disfrutando de aquella tormenta de verano de agua sin truenos, cuando sonó el timbre de la puerta. No esperaba a nadie, y aunque no tuviera demasiado tiempo no era de los que se escondían de las visitas inesperadas. Cerró el grifo y se enrolló en una minúscula toalla que apenas tapaba lo imprescindible. Abrió la puerta y allí estaba...Sara!
Rubia, alta, con unos increíbles ojos azules que parecían un reflejo del mar y unos labios rojos como el fuego del  infierno. Ante la sorpresa de Andy, ella le dio un empujón y cerró la puerta tras de sí. Sin mediar palabra empezó a quitarse la ropa, sin dar tiempo a que el chico dijera nada. Con una mano se deshizo de la toalla que apenas le tapaba y con la otra tomó su mano para dirigirlo de nuevo a la ducha.
Con pulso firme abrió el grifo y rodeó al muchacho con sus brazos, como si quisiese fundirse con él. La presión hizo que el sexo de Andy se hiciera notar aún más, y Sara no tuvo por más que hacerle sitio entre ella y su amante. Sus uñas se deslizaban arriba y abajo por la espalda de Andy, notando como todos los poros de su piel le daban la bienvenida. Se escurrió lentamente como una sibilina serpiente y mientras se daba la vuelta, tomó las manos de él y las puso sobre sus desafiantes pechos, erguidos como una revolución hacia la implacable caricia de las gotas de agua heladas. Hizo un pequeño gesto con el trasero, y cuando Andy quiso darse cuenta estaba explorando con su miembro la calidez interna de Sara...
Sara colgó el teléfono complaciente, mientras una pícara sonrisa escapaba de sus gruesos labios. En la guerra y el amor todo vale, y haber puesto un poco picante de más tampoco iba a hacerle mal a nadie. No era una de esas mujeres tan segura de sí misma como para pretender sexo en sus primeras citas, a no ser que el chico se lanzase y lo viera muy claro. Después de tantos años con su novio de toda la vida, su forma de comportarse le parecía algo anticuada, pero no veía la forma de ser más lanzada. Bueno ahora tocaba elegir la ropa para sorprender a Andy. Dejó caer el batín de seda que escondía su desnudez, y se dirigió al cajón de lencería de su coqueta habitación.
Bajó el volumen de la música, y se apartó los auriculares...estaban llamando a la puerta. Cogió el batín del suelo y se lo acomodó presurosa mientras se dirigía a la puerta.
Era Andy! Hizo ademán de arreglarse el pelo mientras llegaba al picaporte para abrir la puerta. Andy se abrazó a ella con fuerza, a pesar de que en una mano llevaba un gran ramo de flores, que soltó en cuanto tuvo oportunidad. Buscó los labios de la chica y se lanzó a un largo y húmedo beso que parecía querer explorar la garganta de ella. Sus manos se deshicieron del batín, que resbaló acariciando el cuerpo de Sara hasta el suelo. Las varoniles manos exploraban cada milímetro de femenina y tersa piel. Se desancló de las fauces de su partenaire y dirigió sus labios primero al cuello de la muchacha, y poco a poco se dejó deslizar hasta los pechos, que lamió con fruición como si quisiera extinguir un fuego con su aliento. Mordisqueó con ternura los pezones, duros como piedras y siguió bajando buscando el fuego interno de la mujer. Allí jugó con maestría, marcando con delicadeza todo el perímetro de la sagrada cueva que le daría cobijo. La humedad hacía que tuviera que tragar saliva de manera frecuente y entonces decidió que era hora de buscar refugio en aquella confortable gruta del amor. Apoyó las manos de la chica sobre el respaldo del sillón, y buscó la postura para penetrarla desde atrás. Con la primera embestida sonó un gemido que bien podría ser de dolor o de placer, pero poniendo los cinco sentidos comprendió el lenguaje de Sara y siguió cuidadosamente dándole ritmo a sus embestidas para proporcionarle placer.
Jadeaban los dos envueltos en sudor, y la penetración se hizo cada vez más profunda y rápida hasta que el caliente néctar de Andy invadió el interior de aquella hembra, que unido a los gritos de él, hizo que su cuerpo estallara de placer, y se moviera convulsivamente sin perder el ritmo. Estalló de placer y no podía parar de repetirse a sí misma que nunca había disfrutado de un polvo igual...

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Andy despertó envuelto en sudor. Se quedó dormido después de la relajante ducha, y no hubiera despertado de no ser por aquel vecino insolente que se equivocó de puerta. Era tarde y posiblemente no llegaría a tiempo a la cita, al menos con la puntualidad exquisita que le caracterizaba. Unos jeans y una camiseta, estilo desenfadado, sí, así está bien. Ahora toca correr...

El maldito timbre de la puerta estaba sonando, y Sara yacía en la cama desnuda, sudada, desorientada... Se levantó corriendo y fue a la puerta para ver quién era. Lo que faltaba, la vecina que venía a devolverle la plancha que le dejó hacía unos días. No llego. No tengo ropa. No me he peinado, mi maquillado, ni nada. Jeans y camiseta, cola de caballo y sin apenas maquillar. El taxi está esperando ya en la puerta.

Al final, Andy no había llegado tan tarde. Todavía pasaban cinco minutos de la hora pactada, y no había ni rastro de Sara. Preguntó al barman, pero éste se burló diciendo que si hubiera visto una chica así, no estaría sirviéndole a él una cerveza al otro lado de la barra. Paciencia. Miraba con parsimonia su reloj y apuraba su cerveza cuando Sara apareció iluminando las caras de los presentes. El se levantó del taburete y esperó unos segundos que parecieron eternos hasta que ella llegó a la barra.
- Perdona Andy -se disculpó- se me echó la hora encima...
- No te preocupes -dijo Andy- apenas acabo de llegar.
Acercaron sus caras, se miraron a los ojos y ambos giraron suavemente para ofrecerse la mejilla. Pensaron que era raro, que hace un rato eran los amantes perfectos, aunque en sueños.
Charlaron largo y tendido, mientras disfrutaban de cuatro o cinco cervezas, y no hubo ni una sola mirada cómplice, ni un solo roce de piel, ni una pizca de suerte, como reclamaba Jack Nicholson en una de sus célebres películas. La mirada chispeante, los nervios, las ganas, habían acabado por convertirse en una maratón de bostezos que no estaba claro quién ganaría.
Decidieron que se había hecho tarde, y que terminaría la velada cada uno por su lado. Quizás otro día podamos quedar...
Al salir del local, Andy balbuceó una burda disculpa:
- Siento haberte aburrido tanto...
- No es culpa tuya -interrumpió Sara- supongo que tenía muchas expectativas y muchos nervios después de hablar hoy contigo...
Mientras ella hablaba, notó como sus ojos se habían iluminado, recordó el sueño y veía como la risa nerviosa de Sara entrañaba un secreto mensaje. Cogió entre sus manos la cabeza de ella y le entregó los labios, y su lengua voraz como una serpiente inundó su boca. Sara recordó el sueño también, y se dio cuenta de que con las prisas no se puso sostén, y sus pezones amenazaban con rasgar su camiseta en cualquier momento. No había tiempo de ir a casa, ni de buscar un hotel, ni de desperdiciar aquella tremenda erección. Cogió de la mano a Andy y se dirigieron a un oscuro callejón. El roce no era suficiente para Sara, que de un tirón desabotonó los jeans de Andy y tomó en su mano aquel bulto enorme y caliente. Se arrodilló y buscó acomodo en su boca para aquel juguete. El no podía,..no quería moverse,... se quedaría así por siempre.
Cogió a Sara de los brazos y la incorporó. Quitó como pudo los botones del ajustado pantalón de ella, tiró hacia abajo de ellos y cuando estaban a la altura de las rodillas, giró a la chica como una peonza e hizo que apoyara las manos sobre el frío muro. Ella ofreció su trasero y él con sutileza comenzó a penetrarla. Sus manos apretaban sus pechos desnudos, y su boca era un poemario de besos esparcido por el cuello, la nuca y los hombros de la ella. Sara jadeaba, echaba su cabeza más y más hacia atrás, y el se empeñaba con tozudez en hacer de ella un bello lienzo. De repente él dejó de moverse y susurrando al oído le dijo:
- Mucho mejor que en mi sueño...
- Y mucho mejor que en el mío -respondió ella jadeante, que entonces supo que a ambos habían soñado lo mismo. Entonces Andy recobró el ritmo y después de varias embestidas oyó el grito ahogado del orgasmo felino de ella, y mientras notaba como las femeninas piernas temblaban como un flan, anegó todo el interior de Sara con su calor tempestuoso...
- Y si nos damos una ducha refrescante en tu casa? - dijo Sara con un hilo de voz inocente y aún jadeante...

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⏰ Última actualización: Sep 25, 2021 ⏰

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