La Marca del Caos

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La Marca Del Caos  

autor: Anthony Reynolds  

 Warhammer Fantasy

CAPÍTULO 1  

Abrió los ojos, pero sólo vio oscuridad. Un hedor fétido le colmó las fosas nasales y sufrió una arcada; tenía el estómago revuelto. Los labios le sabían a bilis. Sentía los brazos débiles y pesados, y le dolían los músculos, pero empujó con todas sus fuerzas el peso que lo aplastaba y gritó a causa del esfuerzo. Una luz roja le hirió los ojos y le obligó a parpadear de dolor. Con las últimas energías que le quedaban se incorporó e hizo rodar el peso que tenía sobre el pecho, que cayó junto a él. Al mirarlo, vio un par de ojos fríos, inexpresivos, muertos. Gritó de horror y se apartó del cadáver de mirada fija, pero se encontró ante otro muerto que tenía el rostro cubierto por el largo cabello negro. Se retiró otra vez, retrocediendo, y se encontró sobre el pecho de otro cadáver ensangrentado que tenía la boca abierta.  

Le habían rebanado la mitad de la cabeza. Lo ganó el pánico: se encontraba en lo alto de una gran pila de muertos.  

Entonces, comenzaron los tambores. Era un sonido infernal, como el latido del corazón de un dios maligno que reverberara en torno a su cabeza; procedía de todas partes y de ninguna. Sentía que el sonido lo golpeaba, lo aporreaba como un peso enorme que erosionaba su voluntad de vivir. Se acurrucó en posición fetal, con la cabeza entre las manos, e intentó vanamente aislarse del monstruoso sonido. Le corrían lágrimas por la cara y sentía que las entrañas se le retorcían y anudaban. Creyó que oía risas, espadas que entrechocaban, rugidos de mastines demoníacos y alaridos y gritos de agonizantes y vencedores. «Estoy muerto pensó > y esto es la infernal vida ultraterrena.»  

Tenía los ojos cerrados y, sin embargo, veía destellos de imágenes odiosas, violentas, enloquecedoras. Vio al demonio de ojos de fuego mirar el interior de su alma mientras los músculos ondulaban y se flexionaban en el enorme pecho rojo surcado por cicatrices rituales.  

Los aborrecibles labios de la criatura se retrajeron y dejaron a la vista colmillos manchados de sangre. Por los enormes cuernos curvos que coronaban su cabeza, también corrían gruesos regueros de sangre que sintió gotear sobre su rostro, y percibió el odio que emanaba de la criatura cuando ésta tendió las manos hacia él.  

Con un torturado alarido ahogado, Hensel despertó. Estaba bañado en sudor y apretadamente envuelto en las sábanas de la cama plagada de pulgas; se sentía como un cadáver acabado de amortajar por los sacerdotes de Morr. Agitó frenéticamente brazos y piernas, y se libró a patadas de las sábanas al mismo tiempo que intentaba borrar de la mente el inquietante pensamiento. El frío aire de la noche lo refrescó casi al instante.  

Se sentó, posó los pies en las gélidas tablas deformadas del suelo y se pasó las callosas manos por la cara sin afeitar. El corazón aún le latía a lo loco, y respiró profundamente para intentar calmarse. Hacía más de un año que tenía esas pesadillas.  

No pasaba una sola noche sin que las aterrorizadoras visiones perturbaran su sueño. Las únicas ocasiones en que lograba un poco de bendito descanso, sin sueños, era cuando bebía hasta caer en un sopor, cosa que había estado haciendo cada vez con mayor frecuencia durante los últimos meses.  

Hensel pensó que ojalá se hubiese emborrachado esa noche, pero la bebida costaba dinero, algo de lo que andaba particularmente escaso. La buena voluntad de los propietarios de El Bizco Firken, la taberna más barata de Bildenhof, también se había agotado. Y no era que se lo reprochara, ya que llevaba varias semanas sin un céntimo.  

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⏰ Última actualización: Mar 23, 2015 ⏰

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