Younghoon se encontraba muy triste, estaba acostado en su cama con el celular en las manos, mirando su fondo de pantalla sin mucho más que hacer. Sus amigos estaban ocupados, su chiquito, Sunwoo también le había dicho que ese día no podía estar con él... Se sentía tan mal.
Aún con el puchero adornando sus labios, se levantó de la cama y se metió al baño para darse una ducha a ver si eso despejaba su deprimente humor... Claramente no funcionó. Fue hasta la sala con su pantalón de pijama y un hoodie gris que le quedaba gigante, aún se sorprendía por encontrar uno que le quedara así, debido a su altura.
Su actividad de no hacer nada mientras miraba al techo se vio interrumpida por el sonido del timbre, decidió ignorarlo, seguro querían venderle algo y no estaba de humor para eso. El timbre sonó dos veces más en los próximos 10 minutos, y claramente Younghoon no se movió del sillón para atender ni emitió sonido, quizá así se creían que no estaba en casa.
Por desgracia, se vio obligado a levantarse cuando su móvil comenzó a sonar del otro lado de la sala, ¿en qué momento lo había dejado allí? Se levantó y respondió la llamada del número privado, el cuál únicamente soltó un bufido y cortó. Younghoon se sintió desconcertado y perdido.
El timbre volvió a sonar y decidió abrir, ningún vendedor espera 25 minutos en la puerta si no le abres. ¿Pero quién era? ¿Su madre? Quizá, no recordaba si hoy iba a venir a verle o no.
Se sintió feliz al ver a su pequeño Sunwoonie en la puerta sosteniendo una caja con un gran moño frente a él, aunque su cara no demostraba felicidad (creo que nadie lo estaría luego de esperar 25 minutos a que el imbécil de tu amigo te abra la puerta de su casa).
Le invitó a pasar aún con una gran sonrisa en el rostro y cuando el menor dejó la mochila y la caja que traía, Hoon se tiró a abrazarle y llenarle la cara de besitos. -¡Te extrañé, Woonie! -Dijo con alegría. Ese chico realmente lograba que su ánimo cambiara de un segundo a otro, por eso le quería tanto, por algo era su mejor amigo, ¿no?