Rojo carmesí
El agua cristalina de los riachuelos ha sido teñida por un líquido carmesí con un olor metálico, podrido. Nadie sabe de donde proviene, solamente que llega con la corriente que les sirve de fuente de agua a los habitantes del pequeño pueblo de Blackdale.
El miedo aumenta por las calles cada día, aún peor al darse a conocer que las personas están desapareciendo y que es ese nuevo líquido que ha tomado posesión de las aguas. La policía no abunda en ese pueblo, la actividad criminal es muy escasa en un pueblo pequeño como lo es Blackdale. Todos se conocen y hay confianza entre ellos. Hasta ahora...
Las desapariciones cada vez son más constantes, el agua es más escasa ya que no pueden abastecerse con los riachuelos que ahora pierden su color cristalino.
— ¡Maxine! — llaman a la chica que estaba observando la corriente rojiza con algo de miedo y los labios apretados en una fina línea.
— Papá — responde ésta — ya voy a entrar.
— Es peligroso que estés aquí afuera. — le dice con un semblante serio y preocupado.
Todos los habitantes se encuentran así. La paranoia se ha vuelto el sentimiento predominante a estos mil ochocientos treinta y tres habitantes.
— Ya lo sé papá, ya lo sé. — tenía un tono desanimado, ya estaba cansada de ser prisionera en su propia casa y en este momento hablaba con su carcelero.
Entraron nuevamente a la casa que se encontraba desolada, su madre y su hermano pequeño eran de los desaparecidos, su padre aún tenía la esperanza de que estuvieran vivos, pero ella sabía que no, había algo que le decía que sus corazones ya no palpitaban. Por otro lado, su hermano mayor se encontraba muy tranquilo ante la situación, él y su mejor amigo no se preocupaban por lo que estaba ocurriendo y esto solo confundía a Maxine y a su padre Albert.
La habitación de Gerard, su hermano, estaba cerrada mientras un molesto rock a todo volumen salía de ella, la chica pasó de largo y se encerró en el baño que compartía con sus hermanos donde los ruidos ya no se escuchaban tanto. Cuando estaba por abrir el grifo para tomar un baño se asustó con lo que vio, una de las toallas blancas que debían estar apiladas en un cajón estaba en el tacho de basura cubierta de sangre seca. Apenas se podía ver algún rastro del blanco original en ella.
— ¡PAPÁ! — gritó ésta, aterrada. Una cosa era la sangre en los ríos y otra muy diferente era encontrarla en su propia casa.
El susodicho apareció en el umbral de la puerta apresurado, observando el lugar donde su hija no despegaba la vista. Maxine fue arrastrara fuera de la habitación mientras su padre se encargaba de la situación.
La policía llegó en tan solo dos minutos, pues era un pueblo pequeño donde todo se encontraba cerca. Se llevaron la muestra para analizarla.
Al día siguiente los Moreau, familia de Maxine, fueron informados que la sangre era de Jean Moreau, su hermano de tan solo 7 años. Al enterarse de esta noticia y de que probablemente su hermanito estuviera muerto, Maxine sintió como un ardor se apoderaba de su pecho, sus oídos se taparon, escuchaba voces lejanas que seguían informando lo descubierto en la toalla, sentía unos brazos que la envolvían, pero todo eso estaba demasiado lejos. Sus ojos y nariz también ardían, sintió una sola lagrima salir de su ojo derecho que rápidamente se limpió, no quería llorar. Sin que los policías hubieran terminado de informarlos, Maxine se soltó del agarre que la sostenía y subió las escaleras para encerrarse en su habitación. "No podía ser cierto" se repetía una y otra vez como si eso fuera a cambiar los hechos.
Habían pasado días y no se encontraba ningún cadáver, ni evidencia de quien podía estar haciendo esto, más personas dejaban de llegar a sus casas, según las noticias de la TV, a diario se "extraviaban" seis personas. Decían "extraviar" para evitar las palabras secuestro o desaparición ya que estas producían un sentimiento de miedo e inseguridad.
Toc, toc, toc.
Se escuchó en la puerta cerrada de la habitación de Maxine. Está se levantó de la cama donde estaba dibujando y la abrió. Era Lucien, mejor amigo de Gerard.
— No digas ni una palabra. — le dijo este mientras ella arrugaba las cejas sin entender hasta que sacó un paño blanco de su bolsillo y se lo puso en la boca, ella intentó luchar, pero comenzó a sentirse mareada y con la vista nublada, los efectos del GHB.
Maxine sintió como otra persona la tomaba por atrás y la llevaba en brazos mientras ella perdía el conocimiento.
Cuando despertó horas después veía todo oscuro, rápidamente se dio cuenta que era debido a que tenía una bolsa de tela en la cabeza, intentó gritar por ayuda, pero estaba amordazada. Extrañamente sus manos se encontraban amarradas muy suavemente, en unos minutos podría desatarse.
— Pero miren quien despertó. — dijo una voz demasiado conocida para ella. – Gerard –.
Alguien le quitó la bolsa de la cabeza permitiéndole ver a los dos mejores amigos parados frenéticos frente a ella con un cuchillo en la mano cada uno. Tragó grueso. Estaban junto a un riachuelo, todo estaba lejos, tanto que no podía ver el pueblo, solo veía pequeños puntos de luz que debían ser los faroles de las calles. Le advirtieron que no hiciera ningún ruido y le quitaron la mordaza luego de que ella asintiera.
— ¿Qué estás haciendo Gerard? — cuestionó Maxine con la voz temblorosa.
— ¿No es obvio? — preguntó Gerard a su compañero.
— Me parece que sí. — asintió este. — pero aun así te lo explicaré pequeñuela — le sonrío hipócritamente —, hoy te le sumarás a los desaparecidos y lo único que quedará de ti será un rastro de sangre en un río.
Maxine sintió cómo las lágrimas se apoderaban de sus ojos mientras veía a su hermano acercarse a ella con el cuchillo extendido, pero no le hizo daño, solamente cortó las cuerdas que aprisionaban sus muñecas. Lucien comenzó a reír a carcajadas.
— Debiste ver tu cara, por Dios estabas tan asustada — decía entre risas a las cuales Gerard se sumó.
— Aún lo está — dijo el hermano de una alterada Maxine, pero la confusión no duró mucho ya que rápidamente se dio cuenta que todo había sido una maldita broma.
Esta sonrió, y no por que la broma le causaba gracia, si no porque estos dos energúmenos frente a ella habían sido tan ingenuos de meterse con la persona equivocada y dejar sus armas justo junto a ella.
— Muy inteligentes — dijo ella sarcástica mientas les aplaudía lentamente. Cosa que los desconcertó un poco por que esperaban enfado de parte de la chica frente a ellos. —, pero no lo suficiente.
Dicho esto, recogió los cuchillos y los clavó justamente en la arteria femoral de ambos adolescentes que está ubicada en el muslo. Sacó los cuchillos con rapidez mientras ambos la miraban con los ojos abiertos luego de soltar un alarido de dolor. Maxine les dio una sonrisa psicópata.
— Creo que serán ustedes los que se sumen a mi lista de desangrados — pestañó rápidamente como una pequeña niña inocente pidiendo algo, pero de inocente no tenía nada. —. Dentro de seis minutos ya se abran desangrado, ni se preocupen no les queda mucho tiempo de sufrimiento — arrugó la nariz mientras hizo una pausa — ni de vida. — dijo para luego soltar una sola carcajada.
— ¿Desde cuándo no tomas tus medicamentos Maxine? — le pregunto Gerard a su hermana que seguía sonriendo.
— Desde que Jean decidió esconderme los antidepresivos y antipsicóticos, pero es mejor así, no los necesito, ah y, por cierto, no soy Maxine.
— Ya lo sé Melanie — dijo un molesto, triste y moribundo Gerard mientras su menor amigo ya no estaba consciente. —, ya lo sé.