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Un grito desgarrador sale de mi garganta después de tener una pesadilla.
Llevaba bastante tiempo teniendo pesadillas y en todas pasaban lo mismo, alguien me acuchillaba.

Miré a la ventana y ya era de día, podía escuchar como mamá estaba trasteando en la cocina. Decidí bajar para desayunar y así olvidarme de la horrible pesadilla. Mis pies desnudos tocaron el frío suelo haciendo que me recorriera una corriente de frío por todo el cuerpo. Ya estábamos comenzando el invierno, apenas había nieve.
Cuando bajé las escaleras pude ver a mamá cocinando, era algo que le gustaba hacer. Ese día se le veía feliz, su piel blanca se veía más bonita que de costumbre, su pelo rubio brillaba al igual que sus ojos color azul cielo. En su rostro había una gran sonrisa.

-¡Oh, Alice! Pensé que seguías durmiendo.- Dijo secándose las manos con un paño.

-Tuve otra pesadilla y me desperté.- Su ceño se frunció lentamente.

-¿Otra vez con el orfanato?

-No, sabes que no tengo pesadillas con el orfanato desde que soy pequeña.- Si, soy adoptada.

Mis padres me abandonaron cuando solo era una recién nacida. Tampoco he tenido la duda de saber quiénes eran, ¿Por qué querría saber quiénes fueron los cabrones que me dejaron siendo un bebé? Tan solo les tendría odio por dejarme sola, como si fuera basura.

Me senté en la mesa a la espera de que mamá me diera mi tazón de cereales con leche. Por la puerta entraban mis hermanos mayores: Chris y Troy.

Chris tenía el pelo rubio y los ojos color marrón, sus gafas apenas dejaba ver bien su color de ojos. Troy tenía el pelo castaño y los ojos del mismo color que Chris, eran mellizos. Y si, también adoptados.

Mamá había adoptado a Chris y a Troy antes que yo, y después de mí adoptó a Ethan, el más pequeño de todos. Este tenía el pelo rizado y pelirrojo, sus ojos eran de un color verde aceituna.

-No te creas que hemos ganado.- Dijo Troy.

-Les hemos dado una paliza, aunque no hayamos marcado ninguno de los equipos.- Le contestó Chris.

-¿Qué tal el partido?- Preguntó mamá dejando el delantal en el respaldo de una silla.

Troy y Chris jugaban en el equipo de baloncesto del instituto, Los Dragones. Habia empezado la temporada de torneos, este finde habían jugado fuera del pueblo y se enfrentaron contra Los Tigres, el equipo de baloncesto de Brooklyn. Los torneos que jugaban eran mundiales y jugaban todos los equipos del mundo, aunque nuestro equipo no había ganado muchos torneos consiguieron entrar en este. El primer mundial de Los Dragones, era algo nuevo tanto para el pueblo como el instituto.

Chris y Troy se sentaron a la mesa dejando sus bolsos a sus lados.

-Bueno, fue un partido algo intenso. Ninguno marcó pero no estamos fuera del torneo que es lo que importa.- Comentó Troy.

-Hubiera marcado si el bruto aquel de Los Tigres no se hubiese abalanzado encima mía y haciendome añicos la mano.- Dijo Chris alzando el brazo para dejar ver su mano vendada, mamá ahogó un grito y corrió hacia él.

-¡Dios! ¿Estás bien? ¿Te duele mucho?

-Hubieses marcado si hubieses hecho caso.- Le contestó ignorando a mamá.

Chris le enseñó el dedo en respuesta. Yo me reía ante la situación, me levanté para ir a mi habitación. Una vez allí cogí mi libro favorito y comencé a leer cuando me tumbé en mi cama. Los domingos me los tomaba de relax, en mi cama con un poco de música mientras leía.

Hijo de la luna de Caleb Thompson era mi favorito, al igual que era mi escritor favorito. Por alguna razón me sentía muy familiar con él, leer sus novelas me relajaba y teletransportaba a otro mundo, este libro era mi favorito y por otra extraña razón me sentía muy... ¿famirializada? Suena loco, lo sé. Mamá me había leido tantas veces este libro que me lo sabía de memoria pero no paraba de leerlo.

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⏰ Última actualización: Oct 04, 2021 ⏰

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