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El teléfono de Eunha ha estado sonando toda la mañana, no es que haya estado despierta para notar las notificaciones.

Ella ha estado sobre sus mantas, disfrutando de la ligera brisa que le brinda su ventilador. Hace demasiado calor para dormir debajo de las sábanas, y la bajita se preocupa de que dejar las ventanas abiertas permita que entren los insectos y lleguen sus alergias.

Finalmente parpadea ante el sonido apagado de la voz de su madre. Proviene del otro lado de la almohada que le roza la cabeza.

—¿Eunha? Querida, ¿estás despierta?

Eunha solo gime en respuesta.

—Está bien, bueno, la chica alta está aquí, si quieres~

—¿Sowon? —Eunha se sienta, su cabello revuelto alrededor de su rostro y sus ojos llorosos y cansados.

—¿Es ese su nombre?

Eunha ya está levantada y fuera de la cama, su madre comienza a reír.

—Esto es lo más rápido que te he visto moverte —bromea— le diré que bajarás en un momento.

Eunha se apresura por su habitación, deteniéndose solo cuando golpea el dedo chiquito del pie en la esquina de la silla de su escritorio. Ella hace una mueca, pero agarra la falda del respaldo de la silla de todos modos, y comienza a tirar de ella hacia sus caderas, luego se quita los pantalones cortos del pijama.

Abre las puertas de su armario e inmediatamente recibe un disparo de pánico. Después de un minuto de búsqueda salvaje, sus ojos se posan en un top corto de encaje, y se lo pone lo más rápido que puede antes de girar para examinar su reflejo.

Se ve bien.

Eunha pasa los dedos por su cabello, luego se da por vencida y agarra su maquillaje.

Abajo, oye voces y risas, y el pánico regresa. No tiene idea de por qué Sowon está abajo, y odia la falta de control que tiene sobre toda la situación.

Afortunadamente, Eunha es lo suficientemente experta con su maquillaje por lo que en el lapso de dos minutos está lista. Ella asiente al espejo.

Toma su teléfono como una ocurrencia tardía y comienza a bajar las escaleras, de dos en dos.

—Ahí está, la bella durmiente —dice su madre, guiñándole un ojo cuando aparece en la puerta de la cocina.

—Um, hola —responde Eunha, con una sonrisa insegura fijándose en su rostro mientras mira entre sus padres y Sowon.

Sowon sonríe como si fuera la cosa más entretenida que haya visto en todo el mes.

—Buenos días —dice ella, sus ojos marrones brillantes.

Los ojos de Eunha inspeccionan el atuendo de Sowon. Entre las medias que están tan rotas que no sirven para nada y la gran gargantilla que lleva puesta, Eunha casi no puede creer que sus padres no hayan echado a la chica de la casa. Ella no es exactamente el material de nuera soñada.

—Te ves bien —dice Sowon, casi como si pudiera decir exactamente lo que Eunha está pensando.

El mal funcionamiento del cerebro de Eunha hace que la chica no pueda escupir nada que pueda considerar decir frente a sus padres.

Eventualmente, su padre aparece en su lugar.

—¿Ustedes dos tienen grandes planes para el día? Sería bueno verte salir —dice, levantando las cejas con severidad hacia su hija.

Eunha puso los ojos en blanco.

—Creo que veremos a dónde nos lleva el día —asiente Sowon con confianza— ¿Verdad, Eunha?

¿Alérgica a ti? (Wonha)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora