Pide Un Deseo

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"El tiempo es extraño. Un momento puede ser tan breve como un respiro o tan largo como la eternidad" —Cornell Woolrich.

En la penumbra del anochecer, la oscuridad se atenuaba con el resplandecer plateado de la luna. Sutil luminosidad que se alzaba en la noche de un frío y melancólico otoño, dotando de belleza el paisaje que se adornaba por las hojas cobre, viajeras de las suaves corrientes de viento.

Si fuese el sol el que estuviera en lugar de la luna, seguramente aquel que fungiera el papel de espectador, quedaría seducido por los ocres brillantes y embriagantes del panorama, por aquellos espléndidos anaranjados del follaje inverosímil a la mirada. Sin embargo, los rayos dorados de luz se encontraban lejos del poder ser protagonistas del momento, en su lugar era el astro nocturno por excelencia y las estrellas como compañía, quienes, a pinceladas expresionistas, deleitaban a los ojos vigilantes.

—La constante convivencia con los mortales, ha arraigado en ti algunas de sus costumbres. ¿Qué será lo próximo con lo que me sorprenderás? —El silencio irrumpido por la intervención de una voz profunda que desprendía armonía en cada nota vocalizada, unida a una interrogante irónica que no buscaba respuesta.

La luz danzante de una pequeña flama que irradiaba el color del calor en los pocos centímetros del alcance de su luminosidad, quebraba la espesura opaca del nocturno; obra de una diminuta y delgada vela siendo consumida por el fuego, con el único fin de ser aquello que adornará el pequeño pastel de apenas el tamaño de la mano de quien lo sostenía.

—Tsk. —El típico sonido de hastío formado por un chasquido de lengua no se hizo esperar por aquel quien lo realizó—. No me hagas arrepentirme de haber pensado en esto, Erwin —replicó al compañero frente a él, girando pocos centímetros el rostro hacia un costado, evitando con ello la posible mirada que el contrario seguramente ya esbozaba en el rostro.

Cual predicción del pensamiento, las facciones opuestas se transformaron, dejando atrás lo impasible del semblante, que cambió por una curvatura bien definida de lo que parecía una sonrisa satisfactoria conjugada con un brillo singular en la mirada.

—Gracias, Levi —respondió sincero en voz baja el que sonreía y llevaba por nombre "Erwin"—. Eres probablemente el único ser inmortal que tendría este gesto conmigo; después de todo un ángel —dijo soltando una risa apenas duradera.

—No soy un ángel, soy la muerte —contradijo con indiferencia el opuesto, virando la mirada nuevamente en trayectoria a la de su compañero.

—Eso no elimina el hecho que sigas siendo un ángel, el ángel de la muerte —afirmó el demonio, contemplando el rostro del contrario aún iluminado por el centelleo de la vela llameante.

—Tsk. —El reclamo condensado volvió a desprenderse de los labios sin poder refutar palabra alguna a lo que Erwin argumentaba, pues la veracidad se contenía solidificada en cada vocal.

Levi mantuvo las pupilas superpuestas en las de Erwin tres segundos exactos en el reloj, en los que el gris se conjugó con el celeste, en los que un juego se formó entre ambas miradas que se buscaban entre sí e indagaban la forma de anular la distancia existente entre una y la otra; tres segundos en el que el tiempo finito de cualidades infinitas en la apreciación de un momento, se congeló para un par de almas inmortales.

El ser de existencia perpetua encapuchado de negro, avanzo hacia su compañero aun sosteniendo el pastel entre una de sus manos, moviéndose con cautela para evitar que el fuego en la candela se extinguiera por completo y poder tomar lugar junto a la criatura de ojos entintados en precioso azul, enmarcados en pobladas cejas rubias.

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