I.

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Epifanía: Momento de sorpresiva revelación.

Para LuHan, mirarlo y suspirar al vacío, estaba perfectamente bien. Era lo único a lo que podía aspirar. 

Él sabía que pedir más, era desafiar a su suerte. Y estaba bien. 

Hasta ese día.

Realmente era un completo desastre ese jueves. Corría por los pasillos con la esperanza de que el tiempo se detuviera y que de ese modo llegara sólo 15 minutos tarde a clase. Pero esas cosas no pasan. Así que rogaba que el profesor le dejara entrar a pesar de esos minutos de retraso. 

Estaba agotado. LuHan siempre fue un poco flojo. 

Sólo un par de pasillos más, luchaba con el botón de su camisa y trataba de arreglarse la corbata con la mano derecha; mientras que con la izquierda intentaba cerrar su mochila. 

Había olvidado peinarse debido a la prisa; en realidad, no lo había olvidado, sólo que no sintió la necesidad ese día. De todas formas, nadie se fijaba en él. 

Una última curva antes de llegar al aula 207 para la clase C, Álgebra. Sintió un golpe en la cabeza, pero no tan fuerte como el de su trasero estrellándose contra el piso.

—Lo siento ¿Estás bien? —el culpable de la caída se agachó para ayudarlo. Lo vio. El dolor se esfumó. El día ya no parecía tan malo después de todo. 

—Se... SeHun —estaba soñando. Sí, debía ser un maldito sueño.  

—¿Estás bien? —repitió. Conocía su voz a la perfección, no podía equivocarse, diez años no pasan en vano. 

Siempre había sentido curiosidad de cómo era estar cerca de él. Lo suficientemente cerca. Se puso de pie con incomodidad. Aún no había logrado que su mirada no lo delatara cuando veía a aquel rubio alto.

—Sí. Estoy bien —se pasó la mano por el cabello, tratando de arreglarlo un poco. ¡Gran día para no peinarse! LuHan estaba nervioso ¡Tan nervioso! Ni en sus sueños hubiera podido imaginar ese momento. 25 minutos tarde, 30, una hora. No importaba. 

—Disculpa de nuevo —se agachó, recogió la mochila azul y se la entregó.
Sentir su piel, aunque fuese un sólo roce, fue demasiado para el pequeño LuHan. Se quedó en silencio unos segundos. Como si con eso su corazón dejaría de latir tan aceleradamente. No notó cuando él se fue. 

Después de todo ¿Qué más podía pedir?


***



Las horas habían pasado. Poco le importaba la tarea extra por llegar tarde, su cabeza estaba ocupada con otro pensamiento.

Y ahí estaba, de vuelta a la realidad: mirándolo de lejos, sonriendo cuando él lo hacía, tratando de leer sus labios en las conversaciones que mantenía con sus amigos, enojándose cuando decenas de chicas lo rodeaban y reían tan falsamente, y sintiendo un gran agujero en su interior cuando él no hacía nada por alejarlas.

—Deberías decirle alguna vez —LuHan volteó hacia su amigo. Al cual había estado ignorando por mirar a quién le ignoraba— Es enfermizo. Sólo te sientas aquí cada día. Él no te ve, lo sabes —suspira. MinSeok siempre tiene la razón. 

—Se lo diré —respondió firmemente.    

—Al menos deberías intentar acercarte, conocerlo de verdad. Así tal vez cambiarías de opinión. 

Epifanía [HunHan]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora