Francia, París, la ciudad de la hermosa ciudad de la luz. Pero Annette no se encontraba en París, se encontraba en un pueblito en las afueras de la ciudad del amor, y este no poseía iluminación alguna, que no fuera en farolillos con una mecha dentro y una tenue luz.
Eso la hacía asomarse todas las mañanas a la ventana a preguntar lo siguiente a las estrellas, ya que estas se veían perfectamente: ¿Dónde estáis? ¿Quiénes sois? ¿Me queréis? ¿Estáis vivos?
Bueno, volvamos atrás en el tiempo... Año 1981, 31 de octubre. Una noche lluviosa en un pueblecito llamado Senlis con reducidos habitantes, pero con muchos niños de muchas partes, porque ahí había un orfanato bastante grande.
Esto es lo único que sabía Annette sobre su vida antes del orfanato: un hombre con la cara tapada le trajo en una cesta muy bien mullida un 31 de octubre de 1981. Como no se sabía su cumpleaños se le asigno ese como fecha para celebrar, celebraba todos los años por obligación el día que la abandonaron... ¡Qué genial!
Aunque todo eso no la impedía que por el día estuviera acostumbrada a hacer bromas a todas horas y a todo el mundo... Aunque eso no evitaba que la chica fuera solitaria. Pero eso no la ponía triste.
―¡Annette! ―gritaba la señora Tronchatoros― ¡Ven aquí! Diabla.
Sí, ser popular, aunque distante, entre los niños, te aseguraba ser la más odiada por todos los profes. ¿Pero que podía hacer? Llamar la atención era lo suyo.
―Lo siento, profesora, ¿algún problema? ―inocente, pero ya no engañaba a nadie.
―Bien lo sabes, mocosa, bien lo sabes... ―la profesora la estaba buscando en su habitación, se la escuchaba pero no la veía. Claro, hasta que abrió el armario dónde estaba ella―. ¡Mocosa! A la sala de castigo que te vas.
La sala de castigo, una pequeña habitación, y cuando se dice pequeña es que es pequeña, podría ser un metro cuadrado perfectamente... Un día de castigo, esa también era llamada por Tronchatoros como la habitación extra de Annette.
―Bueno, Annette, ya van doscientas veces, a ver si llego a las mil ―dijo poniendo otra raya en la pared con un abalorio de su pulsera, esta también había sido dejado con ella cuando llego, cosa que la profesora odiaba, pero si no la quería vigilar durante un día que pintara una raya en la pared era un precio que la señora pagaba.
En la habitación había una pequeña ventana, así podía saber qué hora era siempre, al menos de una manera aproximada. Ese momento eran las ocho de la noche... La hora de cenar. Y en ese momento la puerta se abrió, algo inusual porque siempre que era la hora de la cena la dejaban la comida por una rendija... Y la profesora Tronchatoros no se la veía con buena cara, su cara buena era la de coger a Annette por sus moños rizados y darla un montón de vueltas, ahora parecía... ¿normal?
―Compórtate bien, mocosa, o si no te dejaré sin comida una semana ―la susurró con el mismo tono que de costumbre, pero sin embargo la cara seguía como hace unos instantes, parecía normal.
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𝐒𝐎𝐌𝐎𝐒 𝐁𝐑𝐎𝐌𝐀𝐒, fred weasley
Fanfiction[PRÓXIMAMENTE] Una chica que puede que sea una francesita bromista y que solo sepa meterse en líos, ¿no? Pues si, para que mentir. Pero ella disfruta gastando bromas, al igual que Fred Weasley. Todo empieza como nada serio, puede acabar de muchas ma...