Uno.

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De Goku y Vegeta.

En la vida hay cosas que suceden de formas muy extrañas. Tanto que parece que alguien conspirara para que algunos eventos sucedan. Y es que si Bell se hubiera puesto a desglosar la seguidilla de eventos que la metieron en todos esos problemas, sin duda,hubiera concluido que fue obra de alguna persona con un insólito sentido del humor y un enorme gusto por el caos.

Bell no sabía de seres tan poderosos que podían enfrentar dioses. Ni de dioses tan caprichosos que eran capaces de destruir mundos sólo porque algo sin relevancia les molestó. Mucho menos imaginaba la cantidad de alienígenas que entraban y salían de su planeta como quien lo hace de una cafetería. Bell,ese día,sólo caminaba tranquilamente por la acera fuera de Corporación Cápsula. En el interior del recinto del descomunal edificio, Bulma recibía otro pedido de los dulces que tanto le gustaban. Monaka, el repartidor,dejo descuidados varios documentos en la cabina de su vehículo,cuya puerta no cerró correctamente por lo que el viento desatado por uno de los enojos de Bills,que había ido a comer al lugar,entro e hizo volar los papeles por todo el patio y más allá. Una de las hojas fue a dar a los pies de Bell,que la tomó por curiosidad y la leyó sin ninguna dificultad. Era una forma de solicitud de empleo, para una empresa de reparto o deliberi, como lo llamaban comúnmente. Ella casualmente buscaba cambiar de trabajo y una cosa llevó a la otra.

Llenar la forma no fue problema. Lo que causó cierto desconcierto en la muchacha fue la dirección en el reverso de la hoja. Asumiendo de forma, quizá, un poco ingenua que bastaría con poner la forma en un sobre en el correo con la peculiar dirección, Bell se olvidó rápidamente del asunto,debido a sus ocupaciones diarias. Unas semanas después apareció un extraño individuo en  la puerta de su casa, diciéndole que su solicitud fue aceptada y que tenía que acompañarlo para su capacitación. Así fue como la muchacha descubrió que tendría que repartir encomiendas, pero por todo el universo. Eso fue bastante sorprendente y por lo mismo muy estimulante. No es lo mismo repartir comida por las calles de una ciudad,en una bicicleta o motocicleta a hacerlo a bordo de una nave. Bell estaba muy emocionada. Era la única humana en la empresa,pero no le importaba. Como era nueva todavía no tenía una ruta asignada,por eso motivo terminó reemplazando a Monaka,que se tomó unas largas vacaciones. Aquel primer dia,le dieron tres entregas y la última de ellas era para un tal Señor Bills.

Aquel era un mundo muy extraño. Aunque Bell no había visto muchos planetas como para llegar a esa conclusión de forma tan rápida. Descendió sobre la adoquinada acera,en medio de un campo de flores muy bonito. El castillo todavía estaba un poco lejos. Parecía haber sido empotrado o excavado en el tronco de un gran árbol seco.Le habían dicho que no se acercara demasiado a ese lugar y que rápidamente los residentes irían a su encuentro. La muchacha llevaba la pequeña caja bajo el brazo y la formas de entrega en la mano opuesta. El sitio era muy agradable. El sol brillaba en un cielo despejado y las flores perfumaban el aire. Caminó un poco esperando que alguien apareciera,pero no parecía haber nadie ahí. Cuando pensaba si sería correcto o no tenderse entre las flores,vio a dos sujetos descender del cielo a unos metros de ella.

Gokú y Vegeta estaban entrenando cuando advirtieron la llegada de la muchacha y ya que Bills y Whis no estaban, decidieron ir a ver de quién se trataba. Para su sorpresa,o decepción,se encontraron con una jóven mujer de castaña melena,palida y vestida con un overol color canela. Llevaba una gorra también. Ella los miró un poco confundida y es que salvó porque volaban,algo que después de unas semanas en la empresa de reparto ya no la impresionaba,esos hombres parecían dos humanos ordinarios.

-¿Alguno de ustedes es el señor Bills?-les preguntó sosteniendo la encomienda con ambas manos.

-El señor Bills no esta-le dijo Vegeta con el tono de voz de un machetazo.

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