•Luces Encendidas•

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— ¡¡Maldita sea!!        

Aquel grito había resonado con tanta fuerza que, por poco —corrijanme si no— los residentes de las otras habitaciones pudieron escucharlo con claridad.

Aquel hombre alto y de cabellos grisáceos tenía razones para estar furioso, francamente desde lo ocurrido hace meses ya no se sentía de humor para volver a pasar tiempo a solas con él, con nadie en realidad. Se sentía traicionado por su propia mente. Sentía que su mentalidad había cambiado, ya no se sentía nada relajado sabiendo lo que le había dicho, estaba algo avergonzado pero no sé arrepentía de lo vivido. Quizás... el tema es que quería negarse a lo que sentía en el interior, a fin de cuentas lo ocurrido fue a base de impulso, instinto quizás —o esa era la mentira con la que se insistía a sí mismo—. Ni el mismo “Clasificado” sabía bien qué nombre darle a ésto.

Rememoraba la vivencia de hace meses, siendo consciente de que al menos él fue el responsable de todo, y era tan confuso que hasta lo hacía dudar de lo más obvio y lógico.

El mayor de los dos suspiró de forma pesada, estrellando su frente contra la pared de vidrio con vista panorámica de la ciudad, quejándose en gruñidos en lo que rasguñaba el mismo vidrio, ésto era una reverenda...

— Quejarte no hará que desaparezca de aquí —comenta el de tuxedo negro, en lo que reposaba sobre la cama, teniendo una mascarilla de aguacate con rebanadas de pepinos en los ojos, relajado.

Skipper también estaba enfadado, no tanto como la primera vez, pero sí. Para él era imposible que su propio equipo lo hubiera excluido otra vez, todo porque “no era necesario”, sus pantuflas no eran necesarias.

— ¿¡Por qué siempre nos dejan!? —gruñó, dándole un frentazo al vidrio, haciendo que éste temblara— ¡¡Somos sus líderes!!

— ¡¡Lo sé!! —se sentó de golpe, quitándose los pepinos de los ojos— ¡Es injusto! ¡Francamente no debieron hacer eso! —agregó, para acto seguido darle una mordida a la rebanada de pepino— ¿quieres...?

— ¿Es bueno? —alza una ceja, haciendo caso omiso a su dolor creciente en la frente.

— Hasta donde puede serlo un pepino, sí —le extendió la rebanada, con mala cara.

El de cabellos platinados suspiró pesadamente y se encaminó hacia la cama, sentándose en el borde solo para tomar la rebanada y llevársela a la boca, degustando así su sabor, extrañado, puesto que no le sabía mal pero tampoco era lo que esperaba.

El de cabellos azabaches se distrajo viendo su celular, sin percatarse que aquel al que apodaba “pulgoso” lo estaba observando detenidamente. Quizás “Clasificado” no había cambiado de parecer y solo se estaba mintiendo a sí mismo, es decir, las miradas que le daba al líder del equipo “menor” eran casi las mismas que le dió en su momento en el cuartel. Aunque claro, esta vez estaba la diferencia de que estaba siendo consiente de todo, no había nada de instinto o impulso aquí.

La luz proveniente de una lámpara de diseño de araña de cristal sobre las cabezas de ambos irradiaba una luz ligeramente naranja mezclada con blanco, dándole así una iluminación puramente ideal a todo. La cama poseía sábanas blancas en conjunto de dos conjines naranjas con las iniciales del hotel en el que estaban. Frente a la cama se hallaba un mueble con gavetas y sobre él, en la pared, se encontraba la televisión pantalla plana, esperando ser encendida para así mostrar la diversidad de canales de la localidad. Lo demás se resume en paredes color crema con pequeños estampados de flor de Liz color dorado y suelos de madera muy bien pulidos en conjunto de alfombras blancas impecables. A la par de la cama se encontraban las características mesas de noche en compañía de las lámparas comunes, junto a las maletas de todo el equipo, a fin de cuentas se había seleccionado una habitación relativamente pequeña ya que la estadía en aquella ciudad no se estimaba mayor a dieciocho horas... y ya van veinticuatro.

Lights On ft. Clasificado×SkipperDonde viven las historias. Descúbrelo ahora