LA PROMESA

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En ocasiones no puedes estar seguro que tan complicado puede ser todo, si las decisiones tomadas son malas o incluso peor que malas. Lo último que vi fue ese destello de luz verde antes de que pudiera oír, oler, o sentir algo más. Y mi único recuerdo en ese momento fue su sonrisa y sus ojos llenos de amor, en ese instante me arrepentí por completo no poder cumplir mi promesa. Y ahora, ahora simplemente mi cuerpo caía lentamente al frío suelo, escuchar el grito de mi padre maldiciendo y dos chicos huir lejos en el momento justo.

Tal vez es la parte de la historia que jamás será contada, la que nunca saldrá a luz, porque no soy nadie y porque no merezco el amor de nadie y menos de aquel joven de cabello negro. Lamento no haber sido una buena hija, ni una buena amiga y tampoco una buena hermana, lastimé a muchos por defender lo que más quería o al menos eso es lo que pensaba. Sí, esta es mi historia y ésta, no tiene un final feliz como muchas otras, al menos no para mí.

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-Veinte días antes-
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Hogwarts, la academia perfecta para aprender sobre magia, y para mí, el lugar perfecto para estar lejos de mi padre y su horrible plan. Como era de esperarse no sería un año tranquilo, todo el alumnado había corrido para ver quiénes eran nuestros invitados y miraban desde lo alto del castillo o desde el patio. Un carruaje con espléndidos pegasos aparecieron entre las nubes, aterrizando con el menor cuidado sobre el campo de la academia, los cuchicheos de curiosidad re sonaron hasta que un ruido seco llamo la atención de todos los presentes, todos voltearon hacia el lago negro, una pequeña lancha o algo parecido a ello, navegaba por las aguas, hasta que un crujido de madera anuncio el inesperado y gran barco, todos gritaban y silbaban al notar como sobresalió del fondo del agua el gran barco. 

Gritos, murmullos y aplausos reinaban el patio y algún que otro chiflido al observar a los que parecían nuestros invitados. 

— Una grata sorpresa, no crees Nadir. 

La chica de cabello rojizo habló, yo asentí sin decir mucho como de costumbre.

— Oh vamos, anímate será un buen año. ¿O aún tienes problemas con Malfoy? 

Negué casi al instante, era cierto que mi amistad con el trío de oro había sorprendido a más de uno y mi casa, Slytherin, no era una excepción y mucho menos míster Malfoy, quien se las había ingeniado para molestarme y dejarme en ridículo en múltiples situaciones. Al sentir un leve jalón me paré enseguida para acompañar a mis amigos hasta el gran comedor, algunos corrían al ver a sus amigos de nuevo, y otros ya estaban sentados en sus mesas correspondientes, dejé escapar un suspiro al darme cuenta como los únicos amigos que tenía eran de la casa "enemiga", y aunque al inicio lo había hecho para llevarle la contraria a mi padre con el paso del tiempo me había encariñado de aquel chico bajito con gafas, del pelirrojo que comía hasta dormido y la chica que siempre tenía la palabra "biblioteca" en la boca. 

— Será mejor que vaya a mi mesa, ya tuve suficientes problemas el año pasado por sentarme con ustedes. 

Hermione estaba por hablar, pero ya me había alejado, rodeé la mesa de Hufflepuff para llegar a la mía y tomar asiento, el séquito de Malfoy estaba entretenido hablando sobre lo que había sucedido en el campeonato de Quidditch, lo cual era un punto a mi favor, así no tendrían por qué molestarme. Mis pensamientos fueron interrumpidos cuando el director se dispuso a hablar, dándoles la bienvenida a las escuelas Beauxbatons y Durmstrang, primero entraron las radiantes francesas, una entrada elegante, sencilla y bastante femenina, a los pocos segundos la escuela de varones rumanos ingresó, su presentación era completamente distinta a la Beauxbatons, gritos de guerra, fuego, golpes, pero una impecable entrada por parte de todos los integrantes de Durmstrang. Gritos y aplausos cesaron cuando Dumbledore volvió a hablar, dando a conocer que Hogwarts será la escuela donde se llevará acabo el famoso Torneo de los tres Magos. Definitivamente aquella era una gran noticia y los gritos y aplausos de felicidad inundaban el gran comedor, estos se cambiaron radicalmente cuando Bertemius Crouch jefe del departamento de Cooperación Mágica Internacional y funcionario del Ministerio de Magia dio a conocer el límite de edad, abucheos y gritos en forma de protesta era lo que más se escuchaba en aquella larga habitación, sin más que agregar el funcionario le volvió a ceder la palabra al director académico. 

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