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Era un 31 de agosto en la isla Olea, uno muy soleado como los que usualmente solía pasar con la persona que lo hacia olvidar los malos ratos y las atrocidades que pasan en su hogar, el que lo desviaba de los malos pensamientos y por el que tenía animo de levantarse cada mañana.

Era el día y tal como lo predijo ahí estaba aquel chico parada afuera de su ventana esperando por el, descalzo y vistiendo su característica camisa blanca con pantalones de un azul desgastado con dobladillo en la parte de los tobillos, como todo un navegante. Caminaron juntos por la playa con los dedos meñiques entrelazados bajo el radiante sol y sin dejar de mirarse el uno al otro, era el momento donde ambos disfrutaban de la compañía de el otro y del aire salado sin necesidad de decir una sola palabra.

Para Jaemin la simple presencia de Renjun era suficiente como para sentir que estaba flotando como espuma en el mar, estar con la persona que amaba se sentía tan bien, tomar la mano de su novio le transmitía una vibra de paz, calidez y amor.

-Está muy soleado hoy- comento el rubio intentando proteger sus ojos de los rayos del sol con su mano izquierda y a la vez intentando no caer con la arena húmeda.

-Cierto, es perfecto- respondió el pelinegro tomando completamente la mano de el chico para que no cayera, a comparación de su pareja le encantaba cuando la luz del sol se posaba en su rostro.

No tardaron mucho en llegar a su lugar dorado, que era una pequeña cueva atrás de unas rocas por donde no pasaba mucha gente. Jaemin se sujetaba de la cintura de Renjun por la espalda como solía hacerlo, al estar ahí podía tener una excusa para abrazarlo y sentir su calidez, no podía evitar tener contacto físico y que su corazón no enloqueciera acelerando su pulso sin que se sintiera incorrecto. Estuvo un tiempo con la cabeza recostada en la espalda de aquel chico rubio y al ver como el sol se reflejaba en esta solo deseo poder escribir su nombre en ella , sus mejillas estaban ruborizadas y a causa del viento el cabello de su amado se sacudió en dirección suya haciendo que el aroma de su cabellera inundara sus fosas nasales, era una combinación de vainilla y canela . Huang era tan indescriptible que las palabras se le quedaban cortas, si no fuera por el canto de las gaviotas se hubiera quedado en sus pensamientos donde expresaba su admiración hacia el chico de ojos café claro.

Cuando volvieron a la zona principal de la playa solo pudo pellizcar su brazo para calmar los nervios, sabía que no debía actuar de forma "extraña" o "indecente" frente a otras personas por el miedo de lo que podría pasar. Jaemin era abrazado del cuello por Renjun y eso lo ponía muy nervioso, trataba de calmarse dándole toda su atención al cosquilleo que causaba la arena húmeda y calurosa en sus pies, fueron hasta la orilla más alejada de aquellas personas, se abrazaron y al esconder su rostro en su cuello solo podía pensar en las ganas que tenia de embriagarse en el aroma del chico más bajito y tal vez algo nuevo descubrir.

El de cabello negro se separó para correr hacia el agua y remojar sus pies allí, una sonrisa se asomo por su rostro mientras jugaba a patear el agua queriendo salpicar al rubio.

-Ven aquí !! - dijo riendo a carcajadas, disfrutando de patear el agua y salpicar con esta al contrario.

La sonrisa de su pareja se mostraba tan hermosa y contagiosa que no pudo evitar hacer lo que dijo y pronto ambos estaban jugando en el agua, salpicándose, viendo quien caía primero y quien podía aventar una piedra mas lejos. Estuvieron toda la tarde jugando entre ellos que no se dieron cuenta de como avanzaba el tiempo hasta que el sol empezó a ponerse.

-El canto de las olas es tan lindo- dijo el de ojos oscuros echándose cerca de la orilla apoyada en sus codos, admirando el cielo repleto de gaviotas volando y pintado con colores únicos por el reciente atardecer dando paso a tonos naranjas, amarillos, rojos y uno muy lejano al morado.

El rubio se recostó junto a el, sabia que los atardeceres en la playa eran uno de los momentos favoritos de su chico.

- ¿Recuerdas la primera vez que nos conocimos? - pregunto Renjun con aires melancólicos, sintiendo las lágrimas empezando a brotar.

- Ese día me di cuenta que tenia publico ¿Cómo no recordarlo? - respondió su pareja con tono divertido no quería ponerse muy sentimental.

- Hablo enserio, fue como obra del destino que nos juntáramos... siempre estabas ahí, sentado es esa roca, a veces venia solo para observarte. - Quería saber tu nombre, de donde venias, descubrir la razón del porque te veías tan pacífico y porque me transmitías tanta paz, hasta la tarde cuando vine y no te encontré.

- Si, lo recuerdo, fue el día que no conocimos ... pero nunca me contaste como fue que me encontraste- dijo Jaemin tomando la mano de su pareja para sentirse más cerca y reposando su cabeza en el hombro ajeno.

- Siempre por un canto de gaviotas, era obvio que allí estabas tu, las adoras - dijo acariciando el dorso su mano de manera amorosa.

Y mientras admiraban el atardecer Na no podía dejar de pensar en todas las veces que estuvo en aquella roca escuchando la serenata que el mar y las gaviotas le brindaban, recordó la profunda soledad en la que se encontraba y como pensaba que, al sumergirse para siempre en ese bello puerto azul tal vez la serenata sería más clara y embriagadora.

El sol se escondió, la noche se hizo presente y supieron que su tiempo se había acabado, el de ojos café oscuro se levanto tomando la mano de el contraria para unir sus dedos, el de ojos claros estaba siendo consumido por la tristeza que se extendía en su pecho como un fuego que quemaba sus entrañas y no lo dejaba pensar claramente, así que se dejo llevar por Na hasta salir de la playa. Las manos de el más alto estaban frías, era una extraña sensación ya que casi siempre las manos de este se sentían cálidas y familiares, los pensamientos negativos no tardaron en llegar a la mente de el más bajito, y entonces recordó como se dio cuenta de su enamoramiento.

La primera vez que tomo la mano de Jaemin vino a su cabeza, lo bien que se sintió y cuando se dio cuenta de lo mucho que le iba a doler cuando tuviera que soltarla para siempre, su corazón empezó a temblar. Ese recuerdo se desvaneció en un momento en el tiempo, se vio perdido en su memoria y de un momento a otro Agosto se termino como una botella de vino.

Dando susurros de ¿estas seguro? se abrazaron tan fuerte como sus cuerpos se los permitieron, despidiendo últimamente todo lo que sucedió, y gustosos de ese dulce pero doloroso adiós. Renjun deseo con todas sus fuerzas que el tiempo parara y le permitiera ver sus recuerdos en los mares, su amado iba a ceder ante el sueño eterno al sumergirse en el canto de las olas como siempre anhelo y el lo permitió porque sabia del gran deseo de su novio por la libertad y la paz infinita.

Saludando a su presente el se volvió aquel chico que iba a admirar los atardeceres a la playa sentado en aquella roca, acompañado de Soledad y El mar.








FIN



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-K.

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 𝗦𝗼𝗹𝗲𝗱𝗮𝗱 𝗬 𝗘𝗹 𝗠𝗮𝗿. | 𝗋𝖾𝗇𝗆𝗂𝗇 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora