LA MÁQUINA EXPENDEDORA

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Es curioso cómo se agudizan tus sentidos cuando pasas horas en la sala de espera de un hospital. Tus ojos se vuelven equiparables a los de un águila, comienzas a observar al señor de enfrente rascándose el cuello. A la señorita sentada junto a los baños que no para de entrecruzar sus piernas, a un lado y al otro, una y otra vez. Tus oídos se agudizan cada vez que vienen a informar de la situación del o de la paciente.

Hay una mujer sentada en los bancos del fondo, está distraída con su móvil. A su lado está la que parece ser su hija comiéndose una chocolatina que me hace la boca agua. La joven no deja de hablar. Desde mi perspectiva es una conversación muy animada, por lo menos, para la joven.

Cada uno de los que estamos aquí tenemos nuestra propia historia, pero todos esperamos juntos horas que parecen interminables.

Habrán pasado ya unas seis horas, han ido y venido varias personas. Las únicas que continúan esperando todavía son la mujer y su hija, que siguen sentadas al fondo de la sala.

La mujer se levanta y se dirige a la zona de las máquinas expendedoras. En cada planta han colocado un par de máquinas para que podamos aguantar el hambre a base de sándwiches y cafés. No me quejo, me gustan los sándwiches. La mujer mete una moneda de 1€ y oprime el botón de café con leche. Entonces veo como uno de mis compañeros de banco de espera se acerca a la máquina expendedora que contiene comida, acerca su móvil al dispositivo para pagar y hace un gesto raro. Parece que la máquina no acepta esa forma de pago. La mujer observa lo que ocurre y saca un billete de 5€ de su cartera, estira su brazo, sonríe y se lo ofrece. El hombre hace un gesto de agradecimiento y rechaza el dinero, se va sonriente.

Son varias las cosas que puedes observar, cada una de las personas tienen su propia historia. Como la mujer del café que se entretenía con su teléfono móvil, quien después de pasar el día entero esperando en un hospital, dejó salir una sonrisa de su rostro y le ofreció a un completo desconocido el último billete que le quedaba para los siguientes 29 días del mes.

Es muy curioso lo que puedes ver en la sala de espera de un hospital, pero es todavía más curioso aquello que no puedes ver. 

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