Los personajes no me pertenecen, son del mundo de Word of Honor.
Sentados en la banca de la plaza, el bullicio a su alrededor era bastante sonoro. Los jóvenes de la universidad salían a almorzar y él solo veía esos ojos, pero no eran los ojos que tenía adelante. Estos se superponían, pues la joven de adelante tenía unos casi iguales de hermosos.
El brillo del anillo dio una chispa al momento del beso. Él no quería cerrar los ojos a diferencia de los de ella. Finalmente, los cerró y entonces la escuchó: la risa. Una risa melódica de hombre. Abrió los ojos con rapidez y salió corriendo en dirección donde creía haberla escuchado, pero no podía ubicarla más. La confusión fue extrema, giraba sobre sí mismo como si estuviera en un carrusel sicótico con todas esas voces a su alrededor queriendo alcanzarlo. De todas ellas, solo una llegó y lo tomó del hombro.
—¿Qué haces? —dijo la mujer asustada.
—Yo... yo... no puedo...
—¿De qué hablas? Estás actuando como loco.
—Lo siento, no puedo casarme... contigo...
—¿Qué? ¿Estás enfermo? Recién me pediste matrimonio.
Sus ojos se posaron en la mano de su prometida y el anillo volvió a brillar ante la mirada angustiada. El anillo volvió a la mano de quien lo compró pensando en otro. Él lo apretó en su mano, ya que no había novia a la cual dárselo.
Los siguientes días los pasó sentado en solitario en esa misma banca, mirando hacia la distancia con ojos perdidos. Su vista se fijaba en todos y en ninguno en especial. Durante la hora del almuerzo, podía estar unos momentos, ya que trabajaba en el edificio del frente. No tenía más planes, tenía algunos, pero ahora sin novia, se fueron por el caño. No podía casarse cuando tenía a alguien más en su mente y en su alma, aunque no supiera quién podía ser. Solo tenía las imágenes de sus sueños y algunos susurros, miradas.
Sabía que podía suceder, quizás por eso lo hizo o quizás solo fue su imaginación y no le sorprendería. Estaba en un estado lamentable, que de un momento a otro, debería pedir un permiso de salud para ausentarse unos días del trabajo. No quería que fueran solo fantasías suyas, sino la ansiada realidad de algo mágico en su vida.
Una semana después, tenía los nervios de punta y ya no podía seguir sentado ahí. Debía moverse. Se levantó y comenzó a caminar hacia el centro de la plaza donde quedó parado. No tenía ninguna otra pista, solo quedarse ahí y esperar. Después de quedarse ahí como alma en pena por unos minutos, quiso abandonarse a la desesperación, así cerró los ojos.
Sin darse cuenta dio un paso en una dirección. Otros dos pasos, y al frente de él estaba la universidad. Regreso la desorientación: cerró los ojos y volvió a sentir que podía caminar. Orientarse se estaba convirtiendo en presentimientos.
Así siguió un buen rato hasta entrar a la universidad. Se detuvo en el hall cuando vio hacia un lado. En un rincón había una máquina expendedora, solo veía su costado, alguien estaba ahí. Su cuerpo no obedeció al instante. Le tomó un segundo correr hasta la esquina. La máquina ya no tenía a nadie y estaba a los pies de una escalera hacia el segundo piso. Subió a dos zancadas, pero los pasillos lo desorientaron. Las personas iban y venían, jóvenes en su mayoría. Él debía parecer un profesor, ya que tenía casi treinta años.
Quedó un rato confuso sin saber a dónde ir, luego siguió hasta llegar a una especie de puente de cúpula de vidrio. La vista desde ese lugar era linda, podía ver toda la plaza e incluso el edificio de su oficina. Ahí estaba la banca y su vista paseó. Vio una espalda que lo paralizó, era grande y su figura alta, estilizada, contrastaba con la pequeña de una chica. Una imagen le vino a la cabeza y salió corriendo escaleras abajo. Llegó a la plaza casi al instante, al mismo lugar de la silueta alta. No estaba y corrió hacia adelante siguiendo la dirección que vio desde al alturas que tomaba. Así miraba las espaldas de quienes caminaban delante de él, pero no había ninguna parecida.
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La voz del destino
FanfictionZhou Zi Shu es un oficinista de casi treinta años y le propone matrimonio a su novia en una plaza cerca de la universidad, cuando escucha una risa. Desde ese instante, comienza una búsqueda al punto de la locura, por escuchar esa voz y al dueño de e...