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Oc; Catalina de Casares, 19 años, intp

Tw; abuso sexual, blasfemia

(1870)


La vida en el convento de San Martin era tranquila, un edificio enorme en el medio de la nada; nuestro convento siempre era silencioso y sereno. Todas las monjas iniciaban una rutina desde temprano, rezar e ir a fabricar mazapanes, pan, dulce de leche y otras cosas; todo para ser vendido en la tienda del pueblo, eso terminaba y debíamos ir a rezar otra vez. 

No era una vida mala, pero solo no era mi vida.

Yo no fui criada en un convento, era hija de una sirvienta y su patrón. La familia Casares, nací siendo la hija ilegitima del Señor de Casares; mi madre fue una sirvienta que logro saciar el apetito de mi padre.

Tuve una vida dura pero tenia sus momentos felices, desde temprana edad tuve que realizar los quehaceres domésticos en el Castillo. Todos me conocían y yo a ellos, siempre tuve la misma rutina; levantarme, lavar las sabanas, comer e irme a dormir. Toda mi vida fue asi hasta los 17 años que el Señor empezó a despertar un interés en mi.


Mis tareas ya no se limitaban a lavar las sabanas, ahora tenia que limpiar la alcoba del Señor, también empecé a llevarle te a su oficina. Todo inicio en ese momento, el empezó a requerirme para cualquier actividad, fue cuando mi madre noto algo raro.


—Catalina...debes irte.- Dijo mi madre mientras escribía una carta frente a la lampara

No respondí nada.

—Tendrás que irte a otro lugar, muy lejos de aquí.- Seguía hablando mientras escribía, ella no me miraba mientras hablaba; solamente miraba al papel

—A donde iré?-pregunte mientras me ponía el camisón

—Te llevare al lugar donde crece, un convento en un pueblo arido.- me respondió por fin mirándome a los ojos- Te iras mañana temprano, asi que te recomiendo que hagas maletas

—Entiendo Madre.- Respondí y empecé a empacar.


Tome un maletín de cuero y prepare la ropa. 2 vestidos desgastados junto a 1 corsé de mi madre; eso fue lo único que llevaba para el cambio tan grande que causaría en mi vida.


Deje la maleta en una esquina de la pequeña habitación y me dispuse a dormir. No dormí mucho, solo dormí 4 horas ya que mi madre me despertó a las 4am para mi partida; me prepare para irme y salí del castillo.


Subi a una diligencia junto a mi madre, tardamos 1 hora en llegar a la estación del tren. Bajamos y mi madre le entrego 4 reales de plata a el chofer.  Nos quedamos juntas esperando el tren, fue cuando nuestra despedida inicio.


— Catalina...hija querida, necesito que te cuides mucho en San Martin.- Me dijo mientras me abrazaba

—Si madre, me cuidare.- respondi abrazandola con mas fuerza

—Cuando llegues...un hombre ira a buscarte, se llama José . Es un señor canoso, el te llevara al convento.- Me susurro al oido

—Entendido Madre...


Quería que nuestra despedida fuera infinita; pero al parecer el tren no esperaría, un grito del conductor hizo que nos separáramos y subiera al vagón.


Subí al vagón y me senté en un asiento junto a una anciana, parecía que era de una familia adinerada ya que tenia unas ropas muy finas.


Pase 4 horas en el tren, mirando a la anciana; no podía dejar de ver su vestido con incrustaciones. Parecía extranjera ya que hablaba el español con acento y era una mujer caucásica.


Al llegar a la estación, baje y mi madre tenia razón; era casi un desierto. Hacia demasiado calor y el sol era sofocante. Vi a un hombre canoso, pero no sabia con exactitud si era el señor José. Decidí acercarme a el temerosa y empezar a hablar.


—Disculpe, usted es José?

—Si soy yo, uste quien es?

— Soy Catalina, la hija de Juliana

—Ah! Lo hubiera dicho muchacha, no que me asusta. Uste es la que va al convento San Martin verda?

—Si señor

—Pues páseme su maleta muchacha, que ya nos vamos. No quiero que nos agarre la noche- dijo


Le entregue mi maleta y la subió a su carreta, me dijo que sentara y que el viaje seria de unas 3 horas.


—Muchacha como esta Julia?- Me pregunto animado

—Bien, me dijo que le mandaba saludos.- Cosa que era mentira

—Siempre tan amable Julia...- contesto- Y uste por que se vino al convento? Por lo que yo entendia su mama y uste vivian en el ducado de Casares

—Vine por que decidi dedicarle mi vida a Dios...por eso quiero estar en este convento.- Obviamente no le diria que es por que mi padre quiere convertirme en su concubina

—Ah muy bien muchacha, yo tambien soy muy deboto a Dios. Todos los dias vamos a la iglesia en San Martin, uste vera que aunque es un pueblo pequeño todos nos ayudamos; le va a gustar mucho

—Me alegra escuchar eso...- respondi ya sin animos de hablar


Pasaron las horas mientras que el me contaba como una vez un Español quiso golpearlo a el y a su mujer, cuando vivia en su aldea, como se revelo ante sus patrones entre otras cosas. Llegamos al convento y el me ayudo a bajar mis maletas.


—Bueno muchacha, aqui queda el recorrido. Si necesita algo usted namas vaya a la casa mia, es una de madera que esta en la punta del cerro.- me dijo

—Muchísimas gracias Señor Jose, espero algun dia poder pagarle este favor.- agradeci

—No pasa nada muchacha, lo que sea para ayudar a Julia.- Respondio apenado


Despues de eso subio a su carreta y se fue. Yo estaba parada frente a una catedral enorme, me dispuse a entrar; todo estaba en silencio.


Deje mi maleta en una banca, ya habia caido la noche...lo unico que iluminaba ese gran salon eran un par de velas en el altar.


Camine mas y me fui a una de las bancas del frente, solamente observe la pintura de Jesús crucificado frente a mi. Me hinque a rezar, empeze a pedir por mi madre.









Pray- Zeke x OcDonde viven las historias. Descúbrelo ahora