🌙..El Peligroso Oficio De Un Plomero..🌙

2 0 0
                                    

Luego de recibir el misterioso llamado, Rubén Britos, de profesión plomero, se dirigió de inmediato a la dirección facilitada por su cliente. Eran tiempos malos, y Rubén tenía poco trabajo, por lo que estaba dispuesto a realizar la tarea a cambio de poco dinero. Debían ser las seis o siete de la tarde y ya había comenzado a oscurecer. El hombre golpeó la puerta de la casa y al rato salió a atenderlo una mujer de unos setenta años, con el cabello recogido en un pulcro rodete. La señora lo hizo pasar a un living repleto de fotografías viejas, casi todas de un deprimente color sepia, y lo invitó con una taza de café, que el plomero rechazó gentilmente. Luego de las presentaciones de rigor, el hombre le preguntó cuál era el problema que la aquejaba. A lo que la mujer, sin perder la compostura, respondió lo siguiente:

-Señor Rubén, quiero que me diga que estoy loca.

El plomero pestañeó estúpidamente, mirando con creciente sorpresa a la mujer.

-¿Perdón?- dijo.

-Pues eso: que quiero que me confirme que estoy loca, que todo esto que estoy viviendo es cosa de mi mente enferma- repitió la mujer, jugando nerviosamente con el dobladillo de su vestido-. Verá, le contaré. Esto comenzó hace ocho días atrás, mientras una noche me cepillaba los dientes frente al espejo. En ese momento yo pensaba, mejor dicho, intuía, que algo estaba por suceder. ¿Nunca le ocurrió algo así, señor Rubén?- no esperó que el azorado hombre respondiera, de hecho siguió hablando sin pausa alguna-. Escuché los primeros ruidos segundos después, al agacharme para escupir la pasta dental. Provenían desde lo profundo de las tuberías, y despertaban ecos cavernosos, como si éstas tuvieran kilómetros de longitud y se perdieran en el centro mismo de la Tierra. Yo me eché hacia atrás, sobresaltada, y sin querer me tragué la pasta dental. Un escalofrío me recorrió de punta a punta el cuerpo y abandoné el baño de inmediato. Y esa noche... -la mujer bajó los ojos, avergonzada-. Esa noche tuve que hacer mis necesidades en el patio trasero.

Rubén, que escuchaba atentamente el relato de la mujer, de repente sintió la necesidad de mirar hacia atrás. "Hay algo aquí que no está bien", pensó. Pese a que estaba acostumbrado a toda clase de delirantes parloteos por parte de sus clientes, aquello era bien extraño. No obstante, luego de asegurarse de que no había nada peligroso en la habitación, alentó a que la mujer siguiera con el relato, porque después de todo él se dedicaba a arreglar tuberías, y muchas veces el parloteo estúpido de sus clientes venía en el combo.

-¿Y cómo eran esos ruidos, señora?- preguntó, alzando una ceja-. Tal vez se trataba de alguna rata...

-No eran ratas- dijo la mujer de inmediato, clavándole una mirada vidriosa, que hizo que el plomero se sintiera más inquieto aún-. Eran voces. Y risas. O quizás gritos. Sentí que alguien, una voz rasposa y cargada de enojo, me llamaba por mi nombre. Y luego alguien, un niño, volvió a gritar. Al principio me pareció una voz conocida, y al rato supe por qué. Era la voz de mi nieta, que desapareció en un bosque cuando tenía ocho años. Gritaba y reía al mismo tiempo. Quería que fuera con ella. Dijo...

La voz de la mujer se quebró. Rubén aguardó sin decir nada, consciente de que aquél era un momento delicado. Mientras la mujer se enjugaba las lágrimas con la falda de su vestido, el plomero, siguiendo un irrefrenable impulso, volvió a mirar hacia atrás, pero no vio nada fuera de lo común, excepto quizás esas horribles fotos antiguas, que parecían robadas de las lápidas de un cementerio.

-Mi nieta... mi nieta dijo que sufría mucho, porque estaba en el Infierno- siguió la mujer, luego de un breve e incómodo silencio-. La siguiente vez que escuché los ruidos, fue hace tres días atrás, mientras miraba televisión en la cama. Esta vez nadie dijo nada, sólo se escuchó un grito interminable, terrible, que llenó toda la casa y me dejó paralizada de miedo. Parecía que cientos, miles de personas gritaban a la vez. O tal vez reían. No lo sé. La tercera y última vez fue ayer a la noche. Yo había cerrado la puerta del baño, de hecho hace una semana que no entro ahí y hago mis necesidades en una bacinilla, pero los sonidos de las tuberías se escuchan igual. Y ahora me habló una voz nueva, una voz gruesa y potente y odiosa, que yo supe enseguida era la voz del Demonio.

✨🎃Pequeños Relatos De Terror🎃✨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora