I think your house is haunted

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La casa de Kazutora está embrujada, Baji lo sabía muy bien. O al menos lo sospechaba.

Así que como uno que otro día de la semana, ambos estaban en la casa del ojimarron, jugando con espadas que su mamá les había hecho con una caja de cartón.

El día era lluvioso, algunos truenos retumbaban fuerte para que segundos después la luz iluminara el cielo, abriéndose paso entre las nubes.

Ahí, en la casa de Baji, se escuchaban las risas de dos pequeños quienes se divertían saltando y corriendo por doquier.

Eran amigos desde hace ya un buen tiempo, todo inició con una pelea y acabó con ellos dos pegados como un chicle. Ambos compartían muchos de sus gustos, desde videojuegos hasta la comida. Tan cercanos que a la hora de despedirse se abrazaban y hacían su saludo secreto, como una prometo de verse otro día de esa semana.

Habían acercado las sillas del comedor a la sala y colocaron sábanas sobre ellas para hacer un tipo de casa de campaña improvisada, en el piso habían puesto cojines y mantas para tener más comodidad. Dentro había bombones y palomitas que su mamá les había preparado antes de salir. Habían construido un pequeño fuerte con todo y provisiones.

– Touché –gritó Baji cuando logró tocar a Tora con su espada. Estaban jugando a los piratas.

–No, ¡no lo fue! – Contestó divertido mientras corría hacía la casa improvisada que construyeron.

Baji iba responder, pero antes de que cualquier palabra o sonido saliera de su boca, el foco comenzó a parpadear para luego fundirse.

Ambos soltaron un gritó y Baji corrió junto a Kazutora debajo de la sábana.
Estaban espectantes con los ojos bien abiertos, intentando no hacer ruido para poder captar mejor cualquier cosa o sonido que viniera de fuera.

– Tora sal – dijo un Baji miedoso mirando por entre las sábanas, preguntándose qué, o mejor dicho quién fue el culpable del apagón

– ¿Ah? ¿Por qué yo?– contestó indignado el otro. – Estas loco, sal tú.

–Porque tú sabes de fantasmas. Contestó esperando una respuesta valiente por parte del otro.

Kazutora lo miró de una manera extraña con una de sus cejas más arriba que la otra y su boca en un mueca, solo para luego soltar una gran carcajada.

El ojimarron no entendía el porque reía el otro, claramente había escuchado a la madre de Kazutora hablar acerca de no querer dejar al de ojos ámbar en casa porque era peligroso. Ella dijo: "me da miedo lo que le pueda pasar", por lo que esa era la razón de que pasará tantos días en la casa de Keisuke. Él no le temía a nada más que a las cosas extranormales, así que asumió que en el caso de Kazutora era igual.

Y para Baji tenía sentido, siempre que su amigo venía de visita tenía una cara larga, o de preocupación, como si algún suceso en su casa lo pertubara.

–No te hagas el valiente ahora, corriste primero a esconderte en la casa – dijo Baji apenado por ser la fuente de gracia de Kazutora, aún sabiendo que el de ojos ámbar se había metido antes de que la luz se fuera.

El otro limpió la lágrima que se salió de tanto reír. – Lo siento Kei, pero me da risa que creas en fantasmas –dijo para luego agregar: Además, está casa de sábanas no los frenaría, así que tenemos que correr al clóset.

– ¿Por qué al clóset? – Preguntó, haciendo caso omiso de la parte que incluía a los fantasmas, al menos por ahora. No quería ser el blanco de otra burla.

– Siempre que hay peligro, mi mamá me dice que me encierre en el clóset – contestó.

Kazutora dirigió su mirada al piso de una manera que exprimió el corazón del de ojos color café, quién lo miró expectante, esperando que agregará algo más, lo cuál supo que no iba llegar cuando los ojos del otro se comenzaron a aguar. Y en ese momento Baji deseó que se volviera a reír de él.

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