Leviatán

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«Leviatán: este espíritu es la raíz de todos los pecados; el orgullo, la arrogancia y la soberbia [...]» 

Una fiesta, seguramente como cualquier otra ofrecida en dicha época del año; las fiestas de verano solían ser tan recurrentes entre aristócratas que, el no ser invitado a una representaba un fuerte golpe al orgullo, sin embargo, había algo mejor que ser invitado a una: ofrecer una. Era bien sabido entre los sirvientes que el Conde Phantomhive no gozaba de dichas reuniones, aún así había osado ofrecer una esa tarde...

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Donde una fría habitación se llenaba de polvo, ahora se miraba rebosante de iluminación, mesas habían sido acomodadas en toda la sala, si antes se escuchaba un resonante eco, ahora eran las risas de las personas que convivían en dicha parte de la mansión. Vestidos caros, licores exageradamente añejados, copas relucientes y risas era lo único que se podía apreciar, las personas vestían telas de la mejor calidad con la forma dada por algún sastre de renombre, la fiesta llevaba horas de haber empezado, algunos caballeros ya pasaban de copas, las damas eran las presas de estos, los mismos que eran rechazados con falsas sonrisas o planes a futuro, ya fuere una salida o visita para tomar el té.

A lo lejos, entre la multitud, el Conde se paseaba con elegancia entre los adultos, les sonreía con hipocresía mientras se aseguraba que sus invitados estuviesen cómodos, inevitablemente se quedaba a charlar por minutos con algunos hombres de negocios que, aún estando en una fiesta veraniega no podían dejar de lado su trabajo, aparte de que el Conde rebosaba de riquezas, la razón principal estaba en su famosa empresa de juguetes y confitería. El menor huía de esas "pequeñas reuniones" con la excusa de que debía seguir atendiendo a otras personas, sino era eso, entonces Sebastian llegaba para auxiliarlo con la excusa de que debía saludar a alguna Duquesa o algún noble de prestigioso nombre como apellido; aquel negro mayordomo apenas si tenía tiempo para distraerse un poco, aunque no fuese lo que buscaba, no tenía ni tiempo de estar con su amo, debía atender a todos, verificar que todas las copas estuviesen llenas y que el resto de los sirvientes no hicieran de las suyas con tal multitud.

Llegó un punto de la noche donde el Conde, cansado de estar dando vueltas en aquel gran salón terminó por sentarse al lado de un invitado, si no mal recordaba el joven aristócrata, se trataba de un escritor, uno que no se había levantado de su lugar desde que había llegado, solamente sostenía una copa de champán tibio porque no lo había soltado en toda la noche. En cuanto este notó la presencia del noble, no tardó en denotar un nerviosismo puro, el pequeño noble era bastante reconocido por ser el Perro Guardián de la Reina, para ese hombre ordinario le era todo un honor que se le dirigiese palabra alguna. Era claro que, ese pequeño no estaba siendo como solía serlo, serio como amargado, al contrario, estaba tan sonriente como condescendiente con cada persona que se le acercaba, inclusive parecía tener cierto toque de galantería cuando hablaba con las damas, aunque el menor no prestase demasiada atención a ello, su mayordomo se hundía cada vez más entre celos que se veía obligado a extinguir por estar en una fiesta, sin embargo, llegó a su limite cuando miró al Conde bastante risueño con escritor; debía hacer algo, cual perro iría a marcar territorio alguno.

— Permítame cambiarle la copa, el champán debe disfrutarse en frío —. Declaró el mayordomo con una sonrisa apacible mientras retiraba la copa de mano ajena y ofrecía una nueva.

— Encore une fois? C'est déjà la quatrième fois, Sebastian... —. Habló el Conde en francés mirando a su mayordomo mientras le sonreía con arrogancia, ¿Por qué le decía eso el menor? Bueno, tal cual lo decía, no era la primera vez que Sebastian llegaba a interrumpir una charla con la burda excusa del licor, siendo realistas, el menor se estaba divirtiendo encelando al mayor.

HAMARTIA || SebasCielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora