Cine

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Jeno no sabía qué había hecho para merecer esa suerte.

No hablaba de su heterocromía, aunque realmente esa era la causa de todo. Jeno había nacido con un ojo de color marrón oscuro, casi negro, y otro de un color azul claro penetrante, lo que en su opinión era una maldición.

El bullying era constante e ininterrumpido durante su período escolar. No había día en el que Jeno al menos no fuera blanco de burlas o de objetos arrojadizos que venían seguidos de risas crueles y dedos apuntándolo mientras cantaban una canción cruel que habían inventado en honor de sus ojos disparejos. Las pocas veces que creyó ser aceptado simplemente resultaron ser personas que creían que era divertido jugar con sus sentimientos y hacerle creer que eran sus amigos, para exponerlo de las formas más humillantes en público. Jeno creó entonces una coraza alrededor de sí mismo y de su corazón para protegerse.

Colegio, instituto, universidad... No eran muy distintos entre sí. Sólo cambiaba que en la Universidad se dejaban de cánticos infantiles y preferían reírse en su cara. Al menos en la Universidad consiguió al fin hacer un amigo, un estudiante chino de intercambio llamado Liu Yangyang a quien le importaba poco que sus ojos fueran de distinto color.

La gente de la calle tampoco era amable, precisamente. Desde los que se lo quedaban mirando sin pudor alguno, a los que lo señalaban con el dedo y murmuraban, sin olvidar a los que directamente se metían con él sin ni siquiera conocerlo, simplemente porque era el tipo raro de los ojos bicolor.

El mundo laboral no fue más amable con él de lo que lo había sido el educativo. Los prejuicios por su heterocromía eran fuertes incluso en la capital, donde se vio relegado a un trabajo de dependiente en una tienda de música a pesar de su carrera de Psicología. Que se tiñera el pelo de un rubio platinado tampoco ayudó, le había dicho su mejor amigo, pero Jeno arguyó que sus ojos no colaboraban nunca, así que se pondría el pelo del color que le saliera del pene. Yangyang se había conseguido establecer en Corea, pero también había conseguido un trabajo en condiciones y pareja, por lo que estaba bastante ocupado y no tenía tanto tiempo para Jeno como a él le hubiera gustado, así que se había acostumbrado de nuevo a estar consigo mismo y a salir a comer o a entretenerse solo.

Como aquel día, que había decidido ir al cine solo a ver la nueva película de Star Trek. Estaba esperando pacientemente su turno en la cola de las taquillas cuando se vio empujado hacia adelante por un golpe en su espalda. Evitó comerse el suelo cayendo cuan largo era de una forma esplendorosa, trastabillando y agarrándose a la cinta de la barrera que separaba una fila de otra.

- ¡Ay, perdona! No he frenado a tiempo.

Jeno miró a su espalda, de donde venía aquella voz melodiosa y llena de apuro. Encontró a un chico más o menos de su edad, con el pelo castaño alborotado, jadeando y con las mejillas muy rojas, presumiblemente por la carrera que parecía que acababa de pegarse. Lo miró en silencio, asintió a sus palabras para darle a entender que aceptaba sus disculpas y volvió a girarse para, ya sí, comprar su entrada, aunque no pudo evitar escuchar aquella pregunta que tanto odiaba.

- ¿Tienes un ojo azul?

Jeno no contestó. Le dio las gracias a la chica de la taquilla que también miraba sus ojos con asombro y se dirigió a la entrada del cine. No había palomitas ni refresco para él, sólo quería encerrarse en aquella sala durante dos horas y media para no tener que pensar en nada que no fueran el capitán Kirk y su tripulación.

Era una sesión tardía, apenas había gente en el cine y la elección de asiento era libre, así que eligió uno de los asientos más alejados de la pantalla. Sabía que era alto y que su altura podía llegar a ser molesta cuando un cine no estaba lo suficientemente bien construido como para evitar esos problemas y ya había tomado por costumbre esconderse allí. También lo hacía más íntimo para él, se perdía en esos mundos que el celuloide le regalaba durante ciento veinte minutos.

Se acomodó en el asiento y sacó su teléfono. Cero notificaciones. Sonrió de medio lado, era de esperar cuando sus padres estaban de viaje fuera del país y su mejor amigo estaba celebrando su segundo aniversario en pareja. Suspiró y puso en silencio el condenado aparato antes de volver a meterlo en el bolsillo de su sudadera. Suponía que no era una forma tan terrible de pasar su 24 cumpleaños, al menos la entrada le había salido gratis.

- Oh, ¡estás aquí!

Jeno frunció el ceño, confuso. ¿Quién narices lo trataba con tanta familiaridad? Ni siquiera su jefe se tomaba tantas confianzas con él, no porque el tipo no quisiera, si no porque Jeno realmente no quería relacionarse más de lo necesario con Lee Donghyuck. Alzó la cabeza, encontrándose con el chico de la cola, una sonrisa deslumbrante en su cara mientras se dejaba caer en el asiento contiguo para su estupor y horror.

- No pensé que estaríamos en la misma sala -sonrió el chico, extendiéndole una mano que Jeno ignoró, girándose de nuevo hacia el frente. Al chico no pareció importarle-. Ya veo que no eres muy hablador -comentó alegremente, retirando finalmente la mano-. Yo soy Na Jaemin, un placer conocerte. ¿Sueles venir solo al cine?

- Sí, me gusta la soledad -le respondió con aspereza, esperando que el tal Na Jaemin entendiera la indirecta. No lo hizo.

- Vaya, yo es la primera vez que vengo solo al cine, la verdad es que estaba nervioso pensando que podrían verme como a un rarito sin amigos, pero si tú dices que vienes a menudo me quedo más a gusto.

Jeno gruñó y agradeció que las luces se atenuaran poco a poco hasta dejarlos en una oscuridad completa, esperando que el chico se callara de una vez. Jeno debía haber cabreado a alguna clase de divinidad aquel día, porque tampoco ocurrió.

- Tenía muchísimas ganas de ver esta película, ¿tú no? Llevo esperando desde que salí de ver la anterior, Star Wars me gusta mucho más, pero Star Trek también es una pasada, Zachary Quinto hace un Spock que, sin quitarle mérito a Leonard Nimoy, consigue transmitirme...

- A mi me gustaría enterarme de lo que transmite, si pudieras callarte un minuto -siseó Jeno entre dientes-, o mejor, durante el resto de la peli.

- Hablo mucho, ¿verdad? -gimoteó el otro chico, que no parecía sorprendido por ese hecho-. Mi amigo siempre me lo dice, pero es que cuando empiezo no puedo parar...

- Estamos en el cine, por el amor de dios, ¿no puedes cerrar la boca? -la gente estaba comenzando a mirarlos mal y Jeno realmente no quería que lo relacionaran con ese tipo.

Jaemin no se calló. De hecho, siguió parloteando hasta que vino el guardia de seguridad muy cabreado a echarlos de allí porque 'están molestando al resto de espectadores con su charla'. Muy cabreado, Jeno metió las manos en los bolsillos de su sudadera y echó a andar.

- ¡Espera! -le gritó el otro chico cuando vio que se alejaba.

- No -gruñó el alto por lo bajo, dándose la vuelta y encarándolo, su altura sobrepasando la del otro aún más de lo que normalmente lo haría por el enfado-. Tan sólo quería venir al cine a despejarme y pasar un rato tranquilo sin que nadie se fijara en mí porque es el único sitio donde puedo pasar mi cumpleaños sabiendo que no me mirarán raro por mi heterocromía -no sabía por qué estaba contándole al chico todo eso, sólo sabía que estaba muy cabreado y que él era la causa de todo aquello-. Hasta nunca, Na Jaemin.

Y se fue sin darle tiempo al chico a responderle.



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Nota de Autora:

Espero que les guste esta adaptación. :)

Heterocromía || NoMinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora