Epílogo: Dos años después, de nuevo el cine

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Cómo demonios había acabado de nuevo solo en el cine por su cumpleaños, se preguntaba Jeno.

Hacía poco menos de dos años que había comenzado a salir con Jaemin y seguía tan enamorado del chico como lo estaba entonces. Jaemin era su luz, quien lo hacía sonreír con su mera existencia, y era tan bello por dentro como por fuera. Lo podía ver en su forma de tratarlo, que lo quería y que Jeno era lo más importante para él, como Jaemin lo era para el rubio.

Pero hacía ya unas semanas que el más bajo estaba como distante y distraído, y llegaba tan cansado de la calle que simplemente se tiraba en la cama que ambos compartían y se dormía al momento.

Y Jeno tenía miedo.

Miedo porque sabía que aquella vez que fue a recoger a Jaemim del trabajo, unos imbéciles se metieron con sus ojos bicolor y aunque su novio los mandó a paseo, sabía que eran compañeros de trabajo y que, por lo que le contaba su amigo Jisung cuando salía de la oficina antes que Jaemin y lo veía allí esperando, aún estaban resentidos y aprovechaban cualquier oportunidad para reírse de sus ojos o del propio Jaemin. Y quizá el más bajo estaba harto de tener que lidiar por las miradas y los comentarios ajenos que producían los ojos de Jeno.

Sí, puede que no fuera para tanto, incluso es posible que en otro país o en la capital, sus ojos no llamaran tanto la atención. Pero vivían en una ciudad pequeña, la gente normalmente lo miraba raro y Jaemin puede que se hubiera cansado de ser su caballero de brillante armadura.

Quizá porque lo estaba viendo venir, no le sorprendió que Jaemin dijera que no podía acompañarlo a gastar esa entrada de cine que le habían regalado por su cumpleaños. Se obligó a sonreír débilmente, diciendo que no pasaba nada mientras Jaemin le apretaba ligeramente las manos antes de irse a la cama.

La sesión volvía a ser la de última hora debido a su trabajo en la tienda de discos y a que Lee Donghyuck seguía siendo un jefe tocapelotas, pero lo prefería así. Menos gente, menos posibilidades de problemas.
La pantalla se iluminó, la sala se puso en negro y él se acomodó para ver la reposición de 'El Castillo Ambulante' gracias al ciclo de películas de animación de aquel cine. Sintió a alguien entrar tarde y sentarse a su lado, pero no apartó la mirada de la pantalla hasta que unos golpecitos en el hombro lo hicieron girarse con molestia, una que desapareció para dar paso a la sorpresa, un cosquilleo recorriendo todo su cuerpo.

– ¿Sueles venir solo al cine? –la sonrisa de Jaemin que acompañaba a aquel susurro casi lo derrite.

– ¿Jaemin? ¿Qué haces aquí? –estaba anonadado, pero a la vez inmensamente feliz.

– Quise darte una sorpresa por tu cumpleaños –le dijo, quitándole una de sus palomitas y metiéndosela al alto en la boca–. Rememorar nuestra primera cita. Menos la parte en la que me dejaste plantado, a poder ser –rió.

– Esto no fue nuestra primera cita, Jaemin –alzó las cejas el rubio, pero el otro se encogió de hombros y robó otra palomita, esta vez poniéndosela en la boca y tirando de la camiseta de Jeno para hacer chocar sus labios, empujando el maíz dentro de la boca ajena.

– Para mí sí lo fue.

El corazón de Jeno casi se le para. Se apoderó de nuevo de los labios ajenos, saboreándolos como si llevara años sin hacerlo. Jaemin rió por lo bajo, pero le devolvió el beso tomándolo por la mandíbula.

– Eres de lo que no hay –rió.

– Pero eso ya lo sabías –le sacó la lengua su novio–. Además, ¿cómo iba a perderme El Castillo Ambulante? Esta maravilla de la animación merece ser vista en la gran pantalla.

– Nuestra tele es de cuarenta y seis pulgadas.

– Más grande, quiero decir.

– Disculpen, caballeros –los interrumpió una voz, ambos girándose para ver al revisor con su linterna y cara de malas pulgas–. Están molestando al resto de personas, así que les tengo que pedir que se vayan.

Así que, de nuevo, se encontraron fuera del cine al inicio de una película, Jaemin con cara compungida.

– No pretendía que nuestra cita acabara así hoy, como hace dos años –murmuró.

– No te preocupes, Jaemin –le sonrió, cogiéndolo de la mano y saliendo hacia el coche–. La verdad es que estos días atrás estuve pensando que querías dejarme.

– ¿Yo? –preguntó él alarmado–. ¿Por qué?

– Porque no tenías ganas de nada y pensé que te habías aburrido de mí.

– Oh, no, sólo estaba cansado por preparar tu fiesta sorpresa –de repente, pareció darse cuenta de lo que había dicho, su expresión aterrada, pero luego  simplemente se encogió de hombros–. Tú finge sorprenderte.

– Eres de lo que no hay –rió él, haciendo que él más bajo gruñera antes de abrazarlo por la espalda–. Pero te quiero así.

Jaemin sonrió y lo besó, sonriendo.

– Pienso estar junto a ti muchos, muchos años, Jeno –susurró al separarse.

Y muchos más fueron al final.

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Heterocromía || NoMinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora