Hola amigo, espero que estés bien. Para mí no está siendo nada fácil todo esto, apenas he podido dormir. Nuevamente agradezco tu presencia aquí conmigo, recuerda retenerme cuando me veas hacer algo que no debo, ambos sabemos que no le puedo decir a Rosita que soy su hijo.
Me dirigí hacia la clínica, a la consulta del doctor. Todo estaba gris pero incluso aún en este lugar hay color, sobre todo cuando paso por el área de los niños que son pacientes de oncología, donde los payasos terapéuticos jugaban con ellos. Reconozco que le tengo fobia a los payasos, pero cuando hacen estas acciones son dignos de admirar. Me quedé mirando, me fascinaba ver a los niños riendo y sus padres observando y riendo a la par, con esa luz de esperanza en la mirada de que sus hijos se recuperan.
-Señorito López, buenos días, es linda la labor de nuestros trabajadores.
Sonreí y le dije que sí. Fuimos juntos a la oficina. Le pregunté sobre los casos de hoy y sobre todo que me comentará del estado de salud de la compañera Rosita.
Después de unos minutos de silencio el señor Muñoz me miró con cara de que las cosas iban avanzando, pero lento. Él personalmente era conocido por no encariñarse con los pacientes, pero me confesó que con este en especial sí. Me comentó que a mi mamá le había hecho una mastectomía radical, en castellano y para los que no saben de estos términos médicos entiendan, le habían extraído la mamá, los músculos del pecho y todos los ganglios linfáticos ubicados debajo del brazo.
Tocaron a la puerta y enseguida abrí, allí estaba ella, mi mamá, con una sonrisa a prueba de cualquier adversidad, acompañada está vez de su hermana y de mi tía. Nos pidieron disculpas por llegar un poco tarde y le explicamos que no era ninguna molestia. Me saludó con un fuerte abrazo, tuve que resistir para aguantar las lágrimas, tenía que disfrutar la oportunidad de poder volver a sentir esto.
Siempre me sentí mal por ir perdiendo los recuerdos que tenía de ella con el paso del tiempo y no podía desaprovechar estos momentos.Allí estaba ella, atendiendo las instrucciones que le daba el doctor, explicando esta vez que la cirugía aparentemente había salido bien pero que aún tenía que seguir con los procedimientos habituales como lo es la quimioterapia. Mi mamá, a pesar de tener miedo no estaba sola, allí estaba mi tía, su mejor amiga, la que siempre estaría con ella en todo momento.
Aun así, con una operación que le había extirpado parte de su cuerpo, ella se seguía sintiéndose mujer y una mujer más luchadora, más guerrera y femenina, sus ganas de luchar a pesar de todas las adversidades eran dignas de admirar.
Pidió un momento para ir al baño y salió por la puerta, el doctor se quedó con Rosmery, mi tía y yo salí igual. La vi detenerse frente a una ventana por la cual se veía el cielo más azul que nunca y se apoyó en la pared viendo el paisaje, me acerqué a ella.
-¿Cuánto usted cree que me quede de vida señorito? -me preguntó con una mirada de añoranza y con ganas de oír una respuesta alentadora.
-Usted va a durar muchísimo tiempo y recuerde que tiene a su familia que la quiere mucho.
Ella me comentó sobre su miedo a morir y no de un punto de vista egoísta, sino que temía por su familia. Tenía miedo de al no estar presente, su familia y amistades pudiesen separarse, además quién se encargaría de seguir la crianza de sus tres hijos, los mellizos eran pequeños y temía que fuera olvidada por ellos en el futuro. Se tiró a mis hombros y comenzó a llorar, diciéndome que sabía que tenía que ser fuerte, pero de cierta forma era inevitable sentirse así en ocasiones.
-Si de algo puedo estar seguro Rosita, es de que tus hijos, aunque pasen los años nunca te olvidarán -La miré a los ojos y la abracé.
Regresamos a la consulta y allí estaba mi tía ultimando detalles de las futuras sesiones de quimioterapia y recibiendo explicaciones una vez más sobre todo lo correspondiente con este proceso.
Pude estar allí y no puedo decirte, lector, lo bueno que ha sido verla todos estos días, aunque con un poco de pesar y tristeza al saber todo lo que ocurriría, pero ver su decisión de seguir viviendo, su amor a la vida y sus ganas feroces de mantenerse en pie eran increíbles.
Ella nos contó que hasta sus padres habían estado visitándola constantemente para ayudar en todo lo necesario. Siempre hablaba de ellos, de su madre, mi abuela, una mujer a la que quizás la vida había maltratado un poco por la pérdida de otros hijos, pero aún con todo esto mostraba una sonrisa a todos y de su papá, ese hombre trabajador, muy buen señor, al que de vez en cuando le gustaba darse algún trago para olvidar las penas y festejar todo lo bueno que le daba la vida.
Ver como ella contaba esas historias nos daba una idea de lo tanto que quería seguir estando allí presente con los suyos.
Nos despedimos de ellas, su hermana la llevaba del brazo, así como cuando eran niñas y eran las mejores amigas y podían combatir todo, así es como ella necesitaba sentirse como esa luchadora.
Era otro día a su lado, otro día en el que pude volver a verla, a oírla, a sentirla, no sé qué crees tú y si te soy sincero se me está dificultando poder estar a su lado sin decirle quién soy, necesito tanto de ella en la actualidad que no sé por qué me aguanto, quizás por lo riguroso que soy con cumplir siempre las reglas. Bueno, en fin, lector, gracias por estar otro día conmigo, vamos a ver cómo siguen los días por aquí.
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Abre los ojos, Mamá
Short Story¿Qué harías si tuvieras la oportunidad de revivir los últimos días de vida de tu madre?? Esta vez personificado como quizás un enfermero o un simple secretario del doctor que la atiende en el salón. Esta es una historia para ti, tu que has perdido...