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Un reencuentro Gustacio.

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Esa tarde iba hacer un día normal, como cualquier otro. Nadie se esperaria el desenlace que atacó a la tarde de ese mismo jueves cálido.

Se podía observar que en un campo silencioso y solitario, alejado de la mano de dios, se hallaban dos hombres, rotos por la vida y sus circunstancias. Y que ahora mismo se enfrentaban frente a frente.

Uno de ellos, con un nerviosismo y euforia no suyas recorriendo le por las venas, apuntando directamente a la cabeza del contrario con un arma que sostenía como si la hubiera sostenido toda su vida. Ese hombre, un joven ya condenado, con un cabello rubio, traje y a su lado en el suelo gafas rotas que mostraban sus cansados y decididos ojos, con una rabia contenida capaz de reventar en cualquier segundo.

En frente de el, ya a este punto apenas prestándole atención por qué le estuviera apuntando, amenazando su vida y supervivencia.

Se hallaba un hombre de rodillas con la cabeza gacha, observando en sus manos un trozo de papel miserable, con las palabras de quién alguna vez fue y será siempre su compañero del alma. Cada palabra se podía sentir como una nueva y fuerte apuñalada, haciendo que gruesas y saladas lágrimas que llevaba conteniendo se derramarán, manchando en el proceso un poco la hoja que ahora llevaba hacia su pecho intentando proteger del mundo y de todo el exterior. Las lágrimas simplemente caían ya como cascadas por la cansada y demacrada cara del hombre, con unos vacíos como agotados ojos.

Los cerro levantando su cabeza en dirección a su acompañante, quien solo lo observaba aún apuntando le con el arma en sus manos.

El hombre arrodillado, con una barba desaliñada como su rostro demacrado ya lleno de cicatrices, tanto en sus manos como en todo su cuerpo.
Con una cresta blanca y desaliñada,
aún sosteniendo el papel en su pecho aferrando se a el como un ancla, una última parte de quién aún desearía que estuviera a su lado. Respiro poco a poco, permitiendo que el aire del lugar se adentrará a sus pulmones y soltando lo poco después, repitiendo el proceso despacio, sintiendo los latidos de su propio corazón. Lo podía sentir tranquilo, sin esperar nada, ni a nadie ya. Pero con un increíble dolor, casi insoportable.

Solo calma y dolor, abrió un poco los ojos ya rojos por las lágrimas que aún caían silenciosamente de su rostro, observo hacia arriba, hacia un cielo celeste lleno de nubes, tranquilo, pacífico, en paz. Con aún un fuerte dolor en su pecho pero aún así tranquilo, calmado.

- Gustabo... -susurro observando el cielo, dejando salir una pequeña sonrisa, cargada de puro dolor y lamentación.
Aún derramándose pequeñas lágrimas que caían de sus ojos llenos de tristeza.

Suspiro despacio, secándose las lágrimas con uno de sus brazos ocultando un poco su rostro en el proceso, y con la carta firmemente sostenida cerca de su pecho con la otra mano. Despacio, sin hacer movimientos bruscos, se levantó, bajando un poco la mirada, aún sin prestar del todo su atención al contrario.
Doblo despacio y con cariño la carta en sus manos, guardándose la en el bolsillo del pecho del uniforme del FBI.

Dirigió su mirada al contrario, una mirada fría, helada, sin sentimientos, vacía. Llena de un augurio de muerte y simple dolor.
Aun lado de el en el suelo, se hallaba una vieja máscara negra con una sonrisa de calabera ya un poco desgastada.
Junto a ella se hallaba su arma reglamentaria.

Solo las observo de reojo, con aún sus brazos y manos a sus costados, el contrario nervioso con la mirada del otro reafirmó su fuerza sostenida en el arma.

- Ya cumplí mi parte Federal, ahora tu, ¿Dónde está mi hermano? - hablo tranquilo, amenazante, sin levantar el sonido de la voz, observando fijamente a los ojos de quién alguna vez a sido apodado como la parca.

Un reencuentro [Gustacio]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora