Capitulo 2.-

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— ¡Zayn, apaga la luz! Lucy reía tontamente mientras miraba a su marido desnudarse delante de ella. Éste bailaba por la habitación haciendo un striptease, desabrochándose lentamente la camisa blanca de algodón con sus dedos de pianista. Arqueó la ceja izquierda hacia Lucy y dejó que la camisa le resbalara por los hombros, la cogió al vuelo con la mano derecha y la hizo girar por encima de la cabeza. Lucy rió otra vez. — ¿Que apague la luz? ¡Qué dices! ¿Y perderte todo esto? Zayn sonrió con picardía mientras flexionaba los músculos. No era un hombre vanidoso aunque tenía mucho de lo que presumir, pensó Lucy. Tenía el cuerpo fuerte y estaba en plena forma, las piernas largas y musculosas gracias a las horas que pasaba haciendo ejercicio en el gimnasio. Su metro ochenta de estatura bastaba para que Lucy se sintiera segura cuando él adoptaba una actitud protectora junto a su cuerpo de metro setenta y siete. No obstante, lo que más le gustaba era que al abrazarlo podía apoyar la cabeza justo debajo del mentón, de modo que notase el leve soplido de su aliento en el pelo haciéndole cosquillas. El corazón le dio un brinco cuando se bajó los calzoncillos, los atrapó con la punta del pie y los lanzó hacia ella, aterrizando en su cabeza. —Bueno, al menos aquí debajo está más oscuro. —Lucy se echó a reír. Siempre se las arreglaba para hacerla reír. Cuando llegaba a casa, cansada y enojada después del trabajo, él se mostraba comprensivo y escuchaba sus lamentos. Rara vez discutían, y cuando lo hacían era por estupideces que luego les hacían reír, como quién había dejado encendida la luz del porche todo el día o quién se había olvidado de conectar la alarma por la noche. Zayn terminó su striptease y se zambulló en la cama. Se acurrucó a su lado, metiendo los pies congelados debajo de sus piernas para entrar en calor. —¡Aaay! ¡Zayn, tienes los pies como cubitos de hielo! —Lucy sabía que aquella postura significaba que no tenía intención de moverse un centímetro—. Zayn... —Lucy.. —la imitó él. — ¿No te estás olvidando de algo? —Creo que no —contestó Zayn con picardía. —La luz. —Ah, sí, la luz —dijo con voz soñolienta, y soltó un falso ronquido. — ¡Zayn! —Anoche tuve que levantarme a apagarla, si no recuerdo mal —arguyó Zayn. —Sí, ¡pero estabas de pie justo al lado del interruptor hace un segundo! —Sí... hace un segundo —repitió él con voz soñolienta. Lucy suspiró. Detestaba tener que levantarse cuando ya estaba cómoda y calentita en la cama, pisar el suelo frío de madera y luego regresar a tientas y a ciegas por la habitación a oscuras. Chasqueó la lengua en señal de desaprobación. —No puedo hacerlo siempre yo, ¿sabes, Lucy? Quizás algún día yo no esté aquí y... ¿qué harás entonces?

—Pediré a mi nuevo marido que lo haga —contestó enfurruñada, tratando de apartar a patadas sus pies fríos. —¡Ja! —O me acordaré de hacerlo yo misma antes de acostarme —añadió Lucy. Zayn soltó un bufido. —Dudo mucho que así sea, amor mío. Tendré que dejarte un mensaje al lado del interruptor antes de irme para que no se te olvide. —Muy amable de tu parte, aunque preferiría que te limitaras a dejarme tu dinero —replicó Lucy. —Y una nota en la caldera de la calefacción —prosiguió Zayn. —Ja, ja. —Y en el cartón de la leche. —Eres muy gracioso, Zayn. —Ah, y también en las ventanas, para que no las abras y se dispare la alarma por las mañanas. —Oye, si crees que sin ti seré tan incompetente, ¿por qué no me dejas en tu testamento una lista de las cosas que tengo que hacer? —No es mala idea —dijo Zayn, y se echó a reír. —Muy bien, entonces ya apago yo la maldita luz. Lucy se levantó de la cama a regañadientes, hizo una mueca al pisar el gélido suelo y apagó la luz. Tendió los brazos en la oscuridad y avanzó lentamente de regreso a la cama. —¿Hola? Lucy, ¿te has perdido? ¿Hay alguien ahí? ¿O ahí? ¿O ahí? —vociferó Zayn a la habitación a oscuras. —Sí, estoy... ¡Ay! —gritó Lucy al golpearse un dedo del pie contra la pata de la cama—. ¡Mierda, mierda, mierda! ¡Que te jodan, gilipollas! Zayn soltó una risa burlona debajo del edredón. —Número dos de mi lista: cuidado con la pata de la cama... —Oh, cállate, Zayn, y deja de ponerte morboso —le espetó Lucy, tocándose el pie con la mano. —¿Quieres que te lo cure con un beso? —preguntó Zayn. —No, ya está bien —respondió Lucy con impostada tristeza—. Bastará con que los meta aquí para calentarlos... —¡Aaah! ¡Jesús, están helados! Lucy rió de nuevo. Así fue como surgió la broma de la lista. Era una idea simple y tonta que 

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⏰ Última actualización: Jan 23, 2013 ⏰

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