Únanse todos a las filas
Y sigan el águila blanca.
Levántense y peleen
Contra nuestro enemigo mortal.El cenicero se tiñe de gris oscuro cuando él le suma otro cigarro casi a acabar, y que se quemé, porque quizás así se asimile a su adolorido corazón.
Cortinas rojas, son tintes ensangrentados que adornan y resaltan sus ventanas azules o rojas o verdes, (no es que las mire mucho), que tienen grietas blancas así como caminos que buscan quebrarlas para escapar por el balcón. Focos apagados, ¿o es que se ha ido la luz de su vida?
Alemania mira a su lado, Polonia sigue allí.
Definitivamente aún hay luz.
Comparten sueños y pesadillas en la cama, pues el piso ya es bastante helado para que uno se sacrifique y se marche al sofá a echarse un ratito. Es que ya están lo suficientemente frías y entumecidas sus pieles (en el caso de Alemania, suave e intacta, y en el de Polonia, longeva y manchada).
El alemán lo observa allí, tumbadito como poca cosa en las sábanas desordenadas que abrazan sus cuerpos. Y los pechos se les calientan, tristemente, por algo que no son ellos.
Ambos dan el rostro al techo, fingindo que no lo hicieron por los ruidos del ático porque saben que en realidad no suenan, ya no hay nadie escondido allí, es solo producto de su imaginación.
Alemania continúa con la vista clavada en Polonia, quién tiene el rostro apagado. Lo único vivo en él es el recuerdo de la profunda cicatriz que le recorre por completo la cara, desde el lado derecho del cráneo hasta la mejilla izquierda.
Se niega a preguntar cómo pasó.
Le da arcadas a veces imaginarlo, pero no morirá. Le da arcadas a veces besarlo, porque siente la horrorosa herida pasar por su labio partido, aunque pretende no hacerlo.
En fin, Polonia no le devuelve los ojos aunque sepa que los tenga en él. Entonces, el más joven de los dos piensa que es casi como si el bicolor no lo quisiera ahí, o como si no le importará si está o no con él.
Se remueve.
Pero no sabe qué pasará si se marcha...
—No te vayas —Pide el polaco—. Pensé que aún estabas dormido.
—Solo pensaba en nosotros y... me perdí un poco.
En la inconsciencia.
No tenía malas intenciones realmente, pero no puede evitar odiarse por soltar una verdad a medias. Él tiene en la punta de la lengua y en el centro del corazón, sus razones para apaciguar esa culpa.
—Que pienses en mí, me hace feliz.
Me haces feliz.
—¿Por qué es eso? —Inquiere el tricolor, dejando sus lentes al lado de la botella vacía. El judío a su lado es estoico ante su voz seria, pero lo mira, por primera vez en la noche lo encara ya sin siquiera los cristales de los anteojos del alemán interponiéndose con el reflejo de luz de Luna que se cuela por la cortina. —¿Por qué te hace feliz, si puede que no piense algo bueno?
Alemania nota algo de empatía en la mirada de Polonia, siente esas delgadas manos tomándolo de las mejillas, acercando sus rostros y pegando sus frentes.
—Porque ya pasó —dice —, porque somos lo que la guerra dejó.
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Polonia entiende el antónimo de "bueno", directamente como sinónimo de "guerra"
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Al niño, vara;; alepol
FanfictionBrazos marcados, ojos chiclosos, y el corazón a medio comer. Fueron ya varios años, como 80, quizás, desde la violentada a Varsovia. -Todo es culpa de la guerra -Le dice, sintiendo unos dedos fríos aferrándose a su espalda; y lo abraza más fuerte, c...