Aquel Calculador Chico
Como casi todos los días entre semana, me encontraba en una mesa de mi cafetería de costumbre.
Con el paso del tiempo el nombre de la lugar se me hizo irrelevante, pues al ser tan monótona mi costumbre por tomar un capuchino amargo después de las clases en la universidad, solo tenía que indicar cuando me preguntaban que estaría "donde siempre".Oh, ¿Que a qué viene esta historia que empiezo a contar? Claro, solo lo hago porque probablemente es lo más alejado a lo cotidianamente monótono que ha sucedido durante toda mi vida.
Estaba esperando mi capuchino en mi mesa favorita, una en el rincón derecho que se encontraba justo después de entrar, un poco alejado del resto de mesas pero más cerca de la barra y meseros. Me gustaba ese lugar especialmente, quizá por el gran ventanal justo al lado izquierdo que era prácticamente lo único que tenía de pared, o quizá que desde ese punto podía ver a la perfeccion el resto de mesas junto con sus ocupantes.
No es que me guste el chisme, pero me entretiene.
Vigilar que ninguno de los demás consumidores me vea mientras tomo mi café, ver sus acciones, movimientos y en ocasiones escuchar las conversaciones "privadas" que por alguna razón gritaban como pensando que solo por estar en el establecimiento nadie podría escucharlos. Pues bueno, soy el ejemplo perfecto de que eso no es posible y que probablemente medio mundo ya se enteró de sus problemas.
Bien, creo que me alejé de lo que estaba contando, aunque es relevante mencionar lo anterior, para evitarme problemas.
El caso es que estaba como siempre, viendo quién entraba y vigilándolos hasta que algo más me distragera.
Ví llegar a uno de los profesores de tercer año de mi escuela a esperar a un alumno que probablemente había reprobado su materia. Recordando ese momento ahora creo que puedo compararlo un poco con lo que me ocurrió a mí. Aquel profesor de corte francés se veía irritado, como otro día más esperando a que uno de los estúpidos alumnos que tenía llegara, o quizás no.
Parecía rendido a que se presentara, pues a mí percepción solo estaba tratando de matar el tiempo tomando un té sin azúcar, que era como normalmente lo pedía.Okey, creo que debería de dejar de espiar así a los demás.
Estuvo un rato esperando, a un momento más de terminar con su propia frustración. De pronto de la nada llegó un chico de ojos verdes azotando la puerta al tratar de abrirla apresurado.
Tanto el profesor como yo dimos un brinco la escuchar el estruendo.Lo siguiente que recuerdo es ver al chico que parecía un perfecto idiota con la corbata torcida, los primeros tres botones de la camisa desabotonados y con el oscuro cabello terriblemente desordenado ¿Quién era ese estúpido y porqué nunca me había percadado de su molesta presencia en la institución? De paso arrastrando su propia mochila.
-Que horror- susurré a la vez que el profesor decía lo mismo pero en voz alta para hacer sentir peor al pobre chico que apenas podía con su vida.
Pero contrario a las palabras del adulto, su cara estaba... Roja.
Bien, ya tenía algo para chantajear y evitar problemas para cuando llegara al año en el que daba cursos.
Me sirvieron lo que pedí y procedí a tomar un trago saboreando el amargo sabor al café que cotidianamente sentía en mi lengua.
-Interesante- fue ahí cuando me desconcentré completamente de lo que sea que estuviera pensando en ese momento.
Un chico de quizá mi edad o un año mayor entró a la cafetería.
Mi shock fue tal que casi olvido que aún tenía capuchino en la boca cuando estaba por dar una bocanada de aire por la misma.
Un ordenado y aparentemente suave cabello color blanco, ojos azules como el agua de las costas, piel cuidada y levemente roja en las mejillas debido al frío; también tenía un abrigo beige claro con el que se resguardaba del mismo.
Ese pedazo de ángel era perfecto y era obvio que él también lo sabía.
Desbordaba confianza, inteligencia, amabilidad y derrochaba hermosura por donde se le mirara.Joder ¡era simplemente precioso!.
No podía evitar dejar de verlo hasta que eligió un lugar al lado de la puerta.
Nos separaban tres mesas y el espacio extra de la entrada, pero aún así lo podía apreciar a la perfección ya que era casi como si el cielo se pusiera de acuerdo para casualmente iluminar su silueta.Llegó junto con una chica pelinaranja de la que no me había percadado.
Al parecer hablaban sobre alguna tarea o de cualquier otra cosa, pues ambos se veían muy interesados en lo que decían y la chica tomaba notas en un pequeño cuaderno.Parecían buenos amigos, o tal vez eran novios, era igual de lógico que la otra opción.
Se mantuvieron conversando alegremente en el transcurso del tiempo en el que les preparaban lo que habían pedido.
Mientras, yo terminaba mi bebida.De pronto la chica que estaba con él se levantó abruptamente justo cuando el mesero estaba por dejar dos helados, uno de vainilla y otro de chocolate.
Creo que la chica llamada Emma (cómo escuché decir después al otro chico cuando se despidió) se había olvidado de alguna cosa, pues apurada se despidió del peliblanco no sin antes dejar el dinero de su pedido e indicarle que si no lo quería se lo regalara a alguien más.Después de que se fuera el mesero dejó ambos helados en la mesa y el chico agradeció gentilmente.
Se mantuvo en completo silencio y sin hacerle el menor caso a su helado.
Me dí cuenta entonces que éramos los únicos que quedaban en la cafetería. ¿A dónde habrán ido el par sacado de un bl cliché?Sin importarme más que el otro notara mi presencia, procedí a observarlo casi indiscretamente y a admirarlo embobado, pero...
No, él no era un ángel.
De eso me dí cuenta poco después.
Su mirada no era igual con la que había estado observando a los demás.
Su ceño levemente fruncido oscurecía sus iris azules haciéndolos tan oscuros como el mar.
Sus manos entre cruzadas le daban énfasis a su ensimismado pensar, que aunque intentara no podía descifrar.
Su belleza ya no era radiante, sinó más bien enigmática e incluso podía llegar a ser siniestra, como si estuviera planeando una silenciosa masacre en ese preciso instante.¿Era acaso mi imaginación, o parecía como si cada uno de sus anteriores movimientos hubiera sido meticulosamente calculado para evitar cualquier fallo desde todos los puntos de vista?
-Hey- llamó mi atención el repentino llamado, pero no esperaba que proviniera del mismo chico que hasta hacía un segundo estaba observando como un acosador -¿Quieres venir? Te regalo un helado.
Me mantuve en silencio y sin lograr procesar unos segundos lo que había dicho.
-E-eh ¿Yo?- pregunté. Ahora el estúpido no era el chico de hace rato, sinó yo.
-Claro, ven- y ahí estaba de nuevo esa sonrisa cálida digna de un ser angelical.
Torpemente me levanté de mi lugar dejando la taza ya vacía del capuchino sobre la mesa, a espera de que después fuera recogida.
-¿Cuál quieres?
-Vainilla.
-Bien. Me llamo Norman.
-S-soy Ray.Y no pude evitar enamorarme de la doble personalidad del peliblanco que apenas conocía.
Y verlo a los ojos solo le dió exactamente lo que quería.Caí directo en los brazos de aquél calculador chico.
-¿Y qué pasó con mi helado? ¿Si lo comiste?
-Oh, fue donado a una buena causa.
-¡Perfecto! ¿Se lo diste a tu nuevo novio?- dijo la pelinaranja con una sonrisa pícara.Norman no evitó reir, mirando de nuevo a la chica.
-Si, algo así.
~•~•~•~
ESTÁS LEYENDO
Aquel Calculador Chico ~ Norray
FanfictionRay de nuevo se encuentra en la misma cafetería de siempre. Observando a quienes entraban y los que se iban, de pronto la blanca cabellera de un chico de su escuela le llama la atención. -¿Acaso es un ángel? One shot del ship norray del anime The P...