aquello a lo que llamábamos amor y no era más que una forma repulsiva de matarnos infinitamente.
aquello a lo que llamabas querer y no era más que una mentira despiadada que me decías cuando no sabías qué decirme y parecer mi novia.
aquel al que llamaba amigo y no era menos que una forma de sentirme bien y sentirme querida. él ocupó siempre tu lugar, aún cuando tú aún me jurabas amor eterno.