III

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Habrá transcurrido un año.

Tal vez dos.

O tres.

No veía necesario medir el tiempo y menos cuando el clima seguía siendo el mismo. Los días de lluvia habían aumentado, ya no existían noches estrelladas, la mayoría del tiempo el cielo se ocultaba tras las nubes negras y las gotas de lluvia que caían consistentemente.

Paré en el asfalto cuando la luz roja iluminó el semáforo de transeúntes, viéndolo desde una perspectiva de altura, podrías observar paraguas en lugar de personas, alguno que otro muchacho que se hallaba corriendo por las calles tratando de escapar de la llovizna y parejas compartiendo el mismo paraguas y manteniendo sus manos unidas.

Sonreí al ver una pareja de chicos, los cuales conversaban felices, mientras se guiaban a través de la calle, sus manos se mantenían juntas, entrelazando sus dedos y riendo de cualquier palabra que el otro decía. El más bajo de ambos recostaba la cabeza en el hombro de su acompañante, hablando sobre una trivialidad que solo él conocía y disfrutando de su compañía.

Observé mis manos, el anillo de matrimonio que adornó mi dedo anular por más de dos años ya no se encontraba allí.

Comprometerme una eternidad con alguien que no hacía latir mi corazón con euforia y amor, no era una decisión correcta. Lo había entendido tiempo después de mi segundo encuentro con SungHoon. No podía seguir casado con una mujer que no me inspiraba amor en lo más mínimo. Ni siquiera podía tocarla sin pensar en aquel chico de cabellos negros que había robado mi corazón una noche de lluvia. De quien no había vuelto a tener noticias.

Constantemente me preguntaba si él se encontraba bien, si era feliz al lado del hombre que había escogido para casarse, me preguntaba si alguna vez, por muy efímero que fuese, él me mantenía presente en sus recuerdos.

Era un deseo demasiado alto y egoísta de mi parte, pero me gustaba pensar que mi imagen rondaba por su mente de vez en cuando, tanto como él lo hacía en mi vida.

La luz cambió a verde y crucé la calle de manera tranquila, llegar a la nueva cafetería de la ciudad no era algo prioritario, por lo que decidi tomarme mi tiempo. Después de todo, estaría solo en aquel lugar, bebiendo una taza de café y disfrutando de mi libertad, la cual había ganado de manera tardía.

A paso lento recorrí la ciudad, todo seguía idéntico a como recordaba. Las mismas calles, el mismo panorama, la misma vista. Una que otra tienda nueva se exponía en las calles, pero todo seguía igual. La lluvia no daba tregua, seguía su ritmo de manera irremediable.

Cuando llegué a la entrada de la cafetería, lo primero que llamo mi atención fueron los colores del interior, colores pasteles adornando las paredes, numerosas mesas, personas yendo de un lado a otro, una vitrina exponiendo los deliciosos y cariados postres que ofrecían, la cantidad de cafeteras que se observaban desde el cristal y el tranquilo ambiente que se dejaba ver. Abrí la puerta y el sonido de la campana me recibió sonoramente, los empleados se hallaban de un lado a otro, esmerándose por cumplir con los pedidos de cada cliente. Limpié la suela de mis zapatos en la entrada y recorrí el interior, tratando de buscar una mesa libre para poder sentarme.

La mayoria de las mesas se hallaban ocupadas, presentía que no había más remedio que esperar a que una de ellas se desocupara o pedir mi café para llevar y caminar de regreso a casa. Miré a mí alrededor detenidamente, todas las mesas se hallaban repletas de personas. Parejas, familias numerosas, grupos de amigos. Todos se hallaban en compañía de alguien; a excepción de la mesa que daba a uno de los ventanales.

Aquella mesa se hallaba ocupada por un chico castaño, el cual iba vestido con pantalones oscuros, una camisa de rayas blanco con negro, una chaqueta con estampado militar y un lindo gorro color negro cubriendo sus cabellos. Llevaba unos lentes oscuros que lo hacían ver como uno de esos idols que salían continuamente en los programas de espectáculo. No parecía estar muy apresurado por dejar el lugar, ni mucho menos, parecía esperar a alguien. Por lo que decidí acercarme y preguntarle si podíamos compartir la mesa.

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