Fuego y madera

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Dratoria se encontraba entrenando en el prado, un lugar en el cual un incendio sería medianamente fácil de controlar; mientras un verdadero dragón estaba preparando su vuelta a casa. Sentía que en cualquier momento volvería por lo que tarsó lo menos posible y esperó la vuelta de la chica escondido fuera de la casa.

Espero, y espero, y espero a detectar su aroma. Un olor fuerte a vayas, con un toque de ir a, rincor, agridulce y helado; algo raro pero entendible; cuando de repente sentiría una espada atravesado su garganta. Dratoria no era estúpida, en cuanto vio el humo que desprendía su casa, oculto su olor tras un frío baño de asqueroso y coma sucio y pegajoso barro, para ocultar prácticamente todo solo con uno que desprendía el propio suelo, camuflándose con este. Con el objetivo de vengar su su familia, asumiendo que el fuego provenía de la garganta de una de esas criaturas endemoniadas; y que esta había acabado con su familia. Fue más astura y gracias a eso pudo desgarrar el arma que destruyó su hogar junto al ser responsable de aquello.

Sangre se derramó y la cabeza se desplomó,
Dratoria salió muy ganadora y victoriosa.
Con gran pero y sin embargo la familia cayó,
al igual que la casa ya muy defectuosa.

Su ira era intensa, pero le esperaba una buena cena. Cogió la cabeza y le saco en las entrañas junto al los ojos, dejándolas resistente piel y el duro hueso. La dejó en el suelo y comenzó a manipular el cuerpo, preparando una cena y armadura. Antes de nada lavó todo en el río más cercano para luego lavas ornamento. Era una superviviente.

Objetivo estaba claro, pues debía despertar a todo el mundo del cuál no era muy amiga, mientras se defendía de su verdadero objetivo punto pero decirlo era muy fácil, demasiado.

Su lacio pelo negro estaba cubierto por la cabeza del dragón con la excepción de dos rebeldes mechones algo más cortos que el resto pero del mismo color nocturno. Mientras que sus oceánicos ojos luchaban por ser iluminados por el sol del atardecer punto su estatura le permitía que la piel la cubriera únicamente hasta sus tobillos, mientras que su complexión hacía que la piel le pudiera dar veinte vueltas.

El fuego parecía estar calmándose, por lo que decidió esperar para poder rugar entre las cenizas armas que le pudiersn servir aparte de los dientes, cuernos y garras del gigantesco reptil.

Dragones de CarneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora