Anónimo

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No había deseado preguntar el porqué de la decisión tan drástica, porque en el fondo creyó que no era más que otro berrinche ocasionado por la odiosa tarea de ceder su alma a cambio de nada bueno para él.

Pero no era eso.

Las manos de su señor se sentían frías cada mañana, la piel blanquecina que no era lacerada por el sol se volvió opaca de un día para el otro, los ciclos de sueño se alargaron una hora adicional y aun así Reborn parecía estar más cansado.

—Yo creí que el siguiente rey de flamas sería su hijo.

—Por si no te has dado cuenta, yo no tengo hijos.

—Escuché que de vez en cuando llegan ofertas para que usted escoja una esposa.

—Las he rechazado a todas.

—Y aun así, tiene concubinas.

—Así que sabes de eso.

—Sí. Alguien lo mencionó una vez.

—¿Y crees que las uso? —Reborn soltó una risita divertida.

—No lo sé... Supongo que antes sí, porque usted solía desaparecer unas horas al día —acomodó el calzado de su señor—. Pero en los últimos dos años no ha dejado que yo me separe mucho de usted, así que supongo que no ha usado a sus concubinas.

—¿Y cuál crees que es la razón?

—No tengo idea.

—Piensa un poco.

—¿Porque se cansó de ellas?

—Sí.

Era una respuesta adecuada, suficiente para callar cualquier pregunta innecesaria, pero Tsuna se daba todas las libertades que los esclavos de su clase no deberían darse.

—¿O ya no tiene energías?

La mirada de su señor lo atravesó como una daga, pero Tsuna no pudo evitar reírse. Es que no lo dijo con mala intención, es más, ni siquiera pensó en sus palabras antes de vocalizarlas.

Reborn le lanzó una de las almohadas con tanta fuerza que Tsuna cayó de sentón.

—En parte tienes razón.

—No quise molestarlo —rio bajito—. Solo que... desde hace algún tiempo, he notado que su energía ha cambiado.

—No eres tan despistado después de todo.

—Cuando llegué, usted reía con vigorosidad, comía con gula cada mañana y dormía plácidamente a pesar de las pesadillas. Caminaba por el pueblo durante horas, practicaba combate con los soldados, hasta montaba a caballo... Y yo tenía que perseguirlo a todos lados, pero eso no es lo importante.

—Ve al punto, Tsuna.

—¿Qué sucedió con usted?

—La misma voz que me susurró mi destino, me advirtió de mi final.

—¿Voz?

—Es un anónimo, un ser que no tiene rostro ni forma, pero que existe desde hace milenios.

—¿Me está contando una leyenda?

—Mi antecesor escuchó la voz del anónimo, el antecesor de este también, el anterior y anterior... Es nuestra guía.

—¿Cómo es eso posible?

—No lo sé —el azabache se levantó soltando un quejido—, pero tampoco sé de dónde nació la oscuridad y aun así existe... El guía anónimo de todos los portadores de llamas de la última voluntad también existe, aunque nadie sepa cómo es o por qué solo nos habla en sueños.

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