Capítulo único: Congelar el tiempo.

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El árbol se meció lo suficiente fuerte para que la flor que adornaba sus ramas terminara por desprenderse por completo y caer al suelo.

El hombre aún con el pincel en mano dispuesto a frotar el violeta sobre el lienzo de su pintura suspiró y dejó que el color reposara nuevamente en el agua.

Lan Xichen observó desde el interior del Hanshi cómo a cada segundo sus intentos por recrear el paisaje con exactitud fracasaban.

Siempre había algo, siempre hay un pequeño cambio.

¿Acaso debía buscar otro ángulo? ¿Debería dirigir su atención sobre los bambús que rodeaban el Hanshi en vez de buscar la conexión fuera de él?

Para Lan Xichen que por un tiempo decidió no cambiar ni dirigirse a ningún lugar, ver las interminables alteraciones en el escenario que admiraba era algo bastante deprimente, más aún cuando su objetivo era tratar de capturar un instante exacto en su pintura.

La flor burlesca desprendiéndose del árbol, las hojas húmedas sobre los caminos de piedra, el pequeño pájaro que no podía permanecer ni siquiera un segundo en el mismo lugar.

Iba desde la copa del árbol hasta la tierra, sin detenerse, incluso, se posó sobre la ventana abierta de Lan Xichen y descaradamente sobre su cabeza.

El líder de la secta Gusu Lan sonrió al ver al travieso pajarito brincar por el amplio marco de la ventana redonda luego de decidir que tendría misericordia y no anidaría en el cabello de una persona.

Claramente, el ave se estaba burlando de él.

El pájaro podía ir de una punta a la otra, de un lugar a otro, y no necesitaba una razón en específico para hacerlo. Cuando te sientes libre y tienes alas, no hay razones para que los cambios no sucedan.

Sin embargo, para Lan Xichen los cambios solo han traído dolor a lo largo de su vida. Si fuera capaz de mantener lo que alguna vez existió, si todo se hubiera mantenido como estaba, si ellos dos aún estuvieran con él...

El pájaro escapó del lugar quizás aburrido del sentimentalismo innecesario que Lan Xichen parecía estar albergando en sus pensamientos.

Quizás debería cerrar aquella ventana que lo mantenía en constante cambio incluso cuando decidió no hacerlo.

No, no solo fue aquella ventana lo que seguía conectándolo fuera de aquel encierro que se autoimpuso.

Tomó nuevamente el pincel cuyo color se había diluido un poco con el agua, en medio del paisaje, cuando debió pintar una que otra persona con túnicas blancas y con patrones de nubes en su vestimenta, el color violeta se impregnó en la pintura de forma viva y brillante.

Uniforme violeta, el cabello tomado, una bella trenza sobre su cabello.

Mientras pintaba algo que no estaba allí, cuando su cuadro dejó de buscar una escena estática que no cambiara, Lan Xichen se dio cuenta de lo específico y atrevido que estaba siendo con su ataque artístico.

De lo mucho que estaba pidiendo con aquellas pinceladas.

Y cuando trató de plasmar los detalles, cuando la dedicación en su pintura se centró en una parte tan pequeña, su vista se movió una vez más sobre el ventanal.

Lan Xichen contuvo el aliento pensando que su pintura había adquirido movimiento y vida, sin embargo, no era su cuadro, más bien, era su ventana.

En el camino de piedras cuya nieve se había derretido hace días como si estuviera esperando su llegada, Jiang Cheng apareció en el descanso de las nubes.

Lan Xichen miró su ropa con cierto nerviosismo, por suerte, la pintura no había tocado la cuidada tela.

Miró el calendario, era ocho de octubre.

Dentro de diez añosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora