XIX| San Valentin

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Todo hasta ese día no habían sido más que encuentros

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Todo hasta ese día no habían sido más que encuentros.

Encuentros en la Torre de Astronomía.

Encuentros en la biblioteca con la excusa de estudiar.

Encuentros en aulas que nadie más usaba.

Y el día en el que Morgan estaba a punto de preguntarle por alguna etiqueta a lo que ellos tenían, James había organizado una cena junto a su grupo amigos —quienes habían confesado llamarse merodeadores—. Había sido un día bastante tranquilo.

En ese momento ambos estaban recostados sobre una manta en el césped justo a lado del lago negro. Observando el cielo y de vez en cuando el Gryffindor se atrevía a estirar los dedos para alcanzar a rozar la mano de Morgan.

Fue entonces cuando se escuchó un suspiro de parte de ambos y hablaron al mismo tiempo:

—Quería decirte algo...

—Me gustaría aclarar una cosa...

Ambos rieron un poco, tal vez por la ironía de la escena o lo nerviosos que se encontraban ambos.

—Habla primero tú —le dijo James.

—No te preocupes, habla tú...

—Morgan...

—James —Morgan encaró una ceja en su dirección, James le dio una gran sonrisa, para bajar la mirada a sus labios—. Habla, Potter.

El chico pareció reaccionar y tomó aire volviendo a ver el cielo.

—La salida a Hogsmeade será el día de San Valentín... ¿Te gustaría ir conmigo? Debo aclarar que no será con Remus como la última vez, solo seríamos nosotros dos.

Morgan sonrió y se incorporó poniendo el antebrazo sobre la manta y mirando a James, quien evitaba a toda costa los ojos de la castaña.

—Claro que me gustaría ir contigo, Potter.

Él ahora sonrió y miró a Morgan con cariño, sus ojos se iluminaron y al notarlo, Morgan sonrió pero de forma boba; se sintió boba. Sus mejillas estaban calientes.

No obstante, supuso que estaba completamente roja al sentir cómo James la tomaba de la nuca y la jalaba hacía él para juntar sus labios.

Morgan lo siguió muy gustosa, poniendo sus manos a cada lado de su cabeza. Él beso era muy lento, aunque James lo profundizo poniendo sus dedos sobre las mejillas de la chica. Y en cierto momento mordió su labio inferior, para luego atraparlo entre sus dientes mientras lo estiraba de forma delicada, Morgan soltó un jadeo y James dejó aquel contacto.

—No me digas Potter —pidió el chico, jugando con el pelo de Morgan—, parece que estas molesta conmigo. Siempre me decías así cuando me detestabas.

—No te detestaba —murmuró ella—. Sólo me parecías un poco molesto.

—¿Un poco?

—Sí...

𝐌𝐨𝐫𝐠𝐚𝐧 𝐄𝐯𝐚𝐧𝐬; james potterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora