Prólogo

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Anoche, de nuevo soñé con él. Soñé con Yair, mi primo…
Tal vez fue porque él se encontraba durmiendo justo en el cuarto contiguo al mío, o porque mi madre me dijo apenas hace dos días que se quedaría en nuestra casa por lo que duraban las vacaciones de verano.
Tal vez fue por la sorpresa, o por la emoción… Pero anoche soñé con él. Con mi primo, el hombre del que estoy perdidamente enamorado.

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― ¿Qué edad tienes?
― No sé por qué me preguntas eso, tú ya lo sabes.
― Aun así, debo preguntarte, es parte de la entrevista.
Mi primo se acomodó en la silla que había puesto en el comedor, justo delante de mí, y fijó su vista en su libreta donde anotaba todo lo que yo decía.
Era su tarea de Psicología hacer una entrevista a algún familiar suyo, o al menos eso me había dicho, por eso desde hace unos días me había estado haciendo preguntas. Y aquella mañana, mientras mi madre estaba haciendo el aseo en los cuartos de arriba, practicábamos nuestra última “sesión”.
Torcí la boca. Aunque apenas tenía diecisiete años, Yair se veía como un verdadero psicólogo sentado ahí, en el comedor delante de mí. Y yo me veía como una niña enamorada, porque no podía dejar de mirarlo embelesado.
Es difícil no fijarse en él, después de todo. Con lo guapo que es, y además atento… Me sorprende que aun no tenga novia, pero mejor así. Todavía puedo ilusionarme un poco con él, aunque sé que eso es inútil.
No puedo dejarme creer que alguien como Yair permanecerá sin novia mucho tiempo.
Él es alto, atlético, de cabello castaño claro rizado y ojos grises. Su piel no es toda blanca, pero los tonos oscuros que tiene hacen resaltar sus voluminosos labios. No me sorprende que en su escuela le vaya bien con las mujeres, porque además, también es amable y el más listo de su salón. Ya está por terminar el bachillerato y creo que no tendrá que hacer tesis ni examen nada por el estilo para titularse, porque su promedio es de Diez cerrado.
O eso es lo que me ha dicho. No hemos tenido mucho tiempo para charlar realmente.
― ¿Y bien?― Preguntó para sacarme de mis mórbidos pensamientos―. ¿Qué edad tienes?
―… Dieciséis.― Dije sin dejar de verlo.
Él lo anotó.
― ¿Nombre completo?
― Alan Cruz.
― ¿Estudias?
― Sí, la preparatoria.
― ¿Algún pasatiempo, Alan?― Él anotaba atentamente todo lo que salía de mi boca.
― No. Bueno, dibujar tal vez.
―…― Él asintió y escribió.
Y también… También me interesaba él. Era mi única afición, aunque fuéramos primos.
Desde que lo vi hace cuatro años, empezó a gustarme.
Sé que sonará enfermo y pueden decir que es cercano a la necrofilia, pero nos conocimos en el funeral de su padre.
Hace cuatro años, cuando él tenía trece y yo doce, me enamoré cuando lo encontré sentado en la banca de aquella iglesia, vestido con un traje negro y corbata azul, luciendo unos ojos rojos e hinchados por haber estado llorando tanto. Él bajaba la cabeza entre sollozos mientras el Padre daba un sermón, y su madre intentaba reconfortarlo, aunque ella también lloraba. Me gustó su cara, y cuando más tarde hablamos, también me gustó su forma de ser, opacada por la tristeza.
Voz serena, y personalidad adulta en el cuerpo de un niño.
Él era perfecto.
…Aquella tarde lluviosa vimos una película juntos y me atreví a tomarlo de la mano, pero no pasó nada más. Supongo que fue mala idea tratar de ligarlo justo cuando su padre acababa de fallecer, pero entiéndanme, era un niño apenas y no sabía lo que hacía. Incluso pensé que mi gusto por mi primo se iría con el paso del tiempo, pero no. Justo lo contrario, mi deseo aumentó. Y ahora, lo único que quiero es besarlo y sí, porque no, llevármelo a la cama.
Ya han pasado cuatro años desde que lo vi, y desde que su padre murió, así que no debe ser tan malo intentar algo con él ahora que se me ha dado la oportunidad. Sí, no hay nada malo en eso, siempre y cuando pasemos del hecho de que somos familia.
― Alan, ¿Tienes novia?― Mi primo, insospechado de mis pensamientos, continuó escribiendo y hablando.
― No.
― ¿Quieres tener alguna?
―… No.
― ¿En serio?― Por primera vez en toda nuestra plática, él bajó su lápiz y volteó a verme―. ¿Y eso por qué?
― Porque… A mí ya me gusta alguien, pero…
―… ¿Pero?― Preguntó atento al ver que no terminaba mi frase.
―Pero…― Tenía la mirada fija en la mesa―. Es que él… no es mujer.
Yair levantó la cara con curiosidad y dejó su libreta completamente en la mesa.
― Alan… ¿Eres homosexual?― Dijo frunciendo el ceño. Pero no por enojo, si no por indagación.
Yo negué con la cabeza mientras seguía sin verlo.
― No… Ah, no lo sé.― Con un resoplido, me levanté de mi silla y di media vuelta mientras me rascaba la nuca―. Nunca he estado con una mujer y no me llaman la atención. Pero, tampoco he estado con un hombre, así que no puedo asegurarte nada.
Yair se quedó en silencio un momento antes de volver a hablar.
― Pero… Ahora mismo te gusta un hombre, ¿No?
Volví a resoplar y me volteé hacia él.
― Sí.― Asentí.
― ¿Y es correspondido?
― ¿Cómo voy a saberlo?
― ¿No se lo has dicho?
― Claro que no. Él de seguro es hetero.― Diciendo esto, me dejé caer en mi silla nuevamente, pero ahora con algo de fastidio. Detestaba que me recordaran mi amor platónico, y más aun que fuera él mismo quien lo hiciera.
Ah, me fastidia que de quien me haya enamorado fuera hombre como yo, y más aun, que fuera mi propio primo.
La genética da asco. Y la sociedad también, con todos sus tabúes…
― Seguro me deja de hablar cuando se lo diga.― Continué enojado. Luego, miré a mi primo, quien suspiró en silencio y desvió la vista―. Sí, así, justo como tú lo estás haciendo ahora.
Yair cerró los ojos con hastío ante mi acusación.
― No te estoy dejando de hablar.― Aclaró mientras me veía de nuevo―. Es solo que me tomaste por sorpresa. Nunca pensé que fueras…
― ¿Qué? ¿Gay?― Interrumpí poniéndome a la defensiva de inmediato.
―Sí, gay.― Pero sorprendentemente, él me contestó con firmeza―. Pero no digo que esté mal, solo digo que no me lo esperaba y por eso no supe que decirte, eso es todo.
Yo no dije nada, él me había callado por completo fácilmente.
― Seré psicólogo algún día, y también soy tu primo, así que lo acepto.― Dijo mientras encogía los hombros―. Además no hay nada de malo con eso. Hoy en día se ven personas como tú por cualquier parte. Es normal.
―… ¿Tú crees?
―Claro.― Aunque él dijo esto, su expresión facial no dejaba ver ningún sentimiento. Permanecía con un semblante frío pero atento. Definitivamente, él ya es un adulto. Haber perdido a su padre tan rápido lo debió haber hecho madurar antes de tiempo. Pero por eso me gusta, estoy seguro de que mi madre no respondería de la misma forma si me atreviera a decirle lo de mi orientación sexual.
Yair es el único que hace eso. Como dije, él es perfecto.
Pensando esto, bajé la cabeza con una sonrisa apenada y a la vez agradecida.
― Yair, tu madre te habla por teléfono.― Y justo en aquel preciso momento, mi madre lo llamó. Como la odio por echarme a perder tal perfecto momento.
― ¡Ya voy!― Contestó Yair y se levantó de su silla―. No te preocupes―. Dijo mientras recogía sus cosas―. No le diré nada.
―Gracias.― Asentí insatisfecho por lo poco duradera de nuestra plática emotiva.
Yair me sonrió y empezó a caminar.
Como yo estaba del lado por donde estaba la entrada de la cocina, mi primo tuvo que pasar a mi lado para salir. Sin embargo, cuando caminaba junto a mí, se detuvo y se agachó hasta que sus labios quedaron cerca de mi oreja.
―Además…― Susurró con la voz más libidinosa que jamás haya escuchado―. Que no te sorprenda descubrir que tal vez… Yo sea como tú, primo. Y también me guste un hombre ahora mismo.
Aunque no lo estaba viendo, pude notar como sonreía. No sé si se estaba burlando o iba en serio, pero cuando habló, sus labios húmedos chocaron con mi oreja, y sin querer me estremecí.
― Guarda el secreto…― Y con estas últimas palabras, mi primo abandonó la cocina con paso airoso.
Y yo, quedé en shock, por lo que no pude detenerlo…

En aquél verano, mi primo y yo...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora