Capítulo 3- Pero por supuesto...

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No había sido un sueño.

Eso lo supe cuando me levanté en la mañana y lo primero que encontré fue la camisa de Yair en mi cama, justo a mi lado. Dubitativo la tomé y revisé para asegurarme que, en efecto, sí era su camisa y sí era la misma que la noche anterior se había quitado mientras teníamos una sesión de besos apasionados, a la vez que yo le manoseaba el cuerpo.

Al caer en cuenta de eso, abrí los ojos de par en par y ahogué un grito.

─ No es verdad...─ Susurré, para luego levantarme como rayo de la cama e ir al espejo de mi baño─. No, no, no es cierto...

Pero lo que me reveló mi reflejo fueron más y más pruebas que me contradecían. Sí, claro que era verdad, claro que era cierto, porque además de la camisa de Yair en mi cuarto, había unas marcas violetas en mi pecho que solo aparecen cuando te besan. Mientras las miraba por el espejo, recordé la manera en que mi primo pasaba sus labios por mi pecho la noche anterior y supe que definitivamente había sido él el causante.

Tras recuperarme de la sorpresa inicial, lo segundo que hice fue esbozar una sonrisa llena de vitalidad y triunfo. Luego me recargué en el lavamanos y bajé la cabeza, sin dejar de sonreír. Miré la camisa de Yair en mis manos un momento y la olfateé, seguía impregnada con su aroma. Acto seguido, me reí. Igual que alguien que acaba de ganar un partido de póker, igual que un niño que gana un torneo de soccer en la escuela, empecé a reírme triunfantemente.

Lo había hecho... ¡Lo había hecho! Finalmente había besado a mi primo, y más aun, ¡Él me había correspondido! ¡Había ganado! Aunque no lo hicimos todo, al menos mi primo había dejado en claro que compartía el mismo gusto por mí que yo por él.

No le importaba que fuéramos hombres, no le importaba que fuéramos familia, aun así quería acostarse conmigo. ¡Me deseaba tanto como yo a él!

Minutos después, bajé a mi cuarto a cambiarme.

...Mientras me arreglaba para bajar a desayunar, hice planes para esa misma noche, en la que seguramente por fin tendría sexo con Yair.

Pensé que, como él había dado el primer paso al ir a mi cuarto, ahora me tocaba a mí. Consideré dos opciones: La primera, meterme con él al baño mientras se duchaba, y cogérmelo en ese mismo instante. Después de todo, hacerlo en la regadera era una de mis fantasías luego de haberlo visto en una porno hace años.

Y la segunda era hacer como él había hecho, y entrar a hurtadillas a su cuarto por la noche, meterme bajo las sábanas, despertarlo con un beso y dejar que lo que tenía que pasar, pasara. Sí, era menos excitante, pero me parecía igual de satisfactorio.

No importaba cómo o en qué lugar pasaría. Lo importante es que iba a suceder, y eso era suficiente. Después de más de cuatro años de espera, ¡Por fin!

Con este pensamiento llenándome de dicha, bajé a la cocina saltando los escalones de dos en dos.

─ Buenos días.─ Tan feliz estaba, que incluso fui con mi madre, quien se encontraba cocinando delante de la estufa, y le planté un beso en la mejilla.

─ Hola.─ Dijo ella extrañada─. Hoy te levantaste de buenas.─ Añadió mientras me veía irme a sentar a la mesa.

─ Algo.─ Dije contento y me dejé caer en una silla del comedor, delante de Yair, quien ahora leía el libro "Teoría del sueño", de Sigmund Freud. (Debo averiguar quién es ese hombre)

─...Buenos días.─ Saludé tratando de no verme tan obvio. Mi primo apenas bajó su libro, me miró y contestó con desinterés:

─ Buenos días.─ Para luego volver a leer como si nada. Ante tan fría respuesta, fruncí el ceño con rareza.

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⏰ Última actualización: Jan 11, 2016 ⏰

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En aquél verano, mi primo y yo...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora