IMPOSTOR

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Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí. Sintiendo sus ojos aún cansados, Conteur abrió las cortinas y la luz que entró por ellas hizo desaparecer por un momento al pesado animal de su vista. Así que, pensándose libre por primera vez en varios días, el chico abrió su portátil, dispuesto a dejar fluir por fin todas las letras que se agolpaban en su mente, ansiosas por salir, pero llevaban demasiado tiempo encerradas, asustadas por el dinosaurio al otro lado de la habitación.

El chico acarició las teclas durante unos instantes, todo él preparado para escupir letras y formar mundos con ellas. Sin embargo, cuando apenas habían aparecido un par de palabras en el monitor, la sombra alargada tapó de nuevo las teclas que Conteur necesitaba para plasmar todas aquellas emociones que en un momento se convirtieron en frustración. Se giró hacia el dinosaurio, desafiante, que no le dejaba ver claramente desde hacía lo que le parecía una eternidad.

—¡Deja de mirarme! —Estalló su rabia, llenando cada pequeño rincón de la habitación, empequeñeciendo a aquel impostor por unos instantes. —Tú no existes —se repetía una y otra vez, pero el dinosaurio no dejaba pasar la luz —. Yo sé lo que valgo. Y aunque tú te empeñes en no dejarme ver, encontraré la forma de plasmar todas mis palabras. 

IMPOSTOR (microrrelato)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora