Parte ¿única?

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Hizo morros cuando piso las líneas del pavimento. Contó hasta diez y luego que su agitado corazón se calmo, siguió adelante, esta vez teniendo cuidado de no pisar las líneas. Pensar en la idea de volver a pisarlas la ponía de mal humor.

El viento azoto con fuerza y tuvo que nerviosa y con prisa llevar sus manos a la falda volada que llevaba ese día, pero fue muy tarde, adivino que parte de sus bragas se habían visto. Porque tuvo que lanzar una mirada así tan cual fulminante a un par de chicos que empezaron a molestarla desde la esquina de un quiosco.

—¡Acaso es la primera vez que ven unas bragas, vírgenes! — grito iracunda hacia el par de chicos, quienes salieron corriendo asustados —Primero; pisar las líneas, segundo; un par de idiotas me han visto las bragas ¿qué sigue?

Y como si alguien dijera amén, su tacón izquierdo se rompió cuando dio otro paso.

—¡Demonios! — chilló.

—¿Estás bien? — detuvo sus maldiciones y alzo la mirada, sus mejillas se ruborizaron cuando un chico, de cabello rubio amarrado en una coleta y profundos ojos negros, se coloco frente a ella tan pronto bajo de unas escaleras.

La joven solo se quedó mirando al chico, al punto que este alzo una ceja extrañado y que tuvo que chasquear sus dedos delante de sus ojos para que reaccionara.

—¿Hola?

Ante eso ella pareció por fin reaccionar.

—Si, estoy bien. Gracias.

Dios, que vergüenza, me le quede mirando como retardada.

—¿Segura? — insistió el rubio.

Ella bajo su mirada para colocarla sobre su tacón roto. Luego miro de nuevo hacia él muchacho y tuvo deseos de llorar. La verdad que desde hace un tiempo nada le salia bien. Apretó sus ojos y meneo la cabeza, deseando que la sensación de llorar se fuera.

—Si, muy segura — le dio una pequeña reverencia y se fue tan rápido como su sandalia rota le dejo.

Cuando tuvo a unos considerables pasos de aquel chico, miro por sobre su hombro por curiosidad. Emma siente sus mejillas ruborizarse cuando presenció que aquel muchacho aun la observaba desde la entrada de aquel taller de motos.

***

Draken sacude sus manos cuando termina de organizar aquella tienda. Su tienda. Luego de tanto esfuerzo, finalmente logró comprar aquel local para montar su taller de reparación de motos.

—¡Llegó la pizza!

Alzó su mirada para encontrarse con un muchacho, mas bajo que él, de cabello color azabache y ojos lavandas.

—Mitsuya ¿En que momento teñiste tu cabello? — Draken no puede evitar notar aquello.

El chico alzó su mano para tocar su cabeza y sonrío.

—Ayer por la tarde, fui con Akkun.

—¿Y esa decisión?

Las mejillas de Mitsuya adquieren un tono rosa pero la mirada tranquila de su rostro no se esfumó para contestar.

—Simplemente quería un cambio de look.

Draken coloca la caja de la pizza en una mesa y le quita la tapa, el aroma inunda sus fosas nasales y su barriga gruñe por comida.

—Quizás también me lo tiña de ese color. — comenta tras tomar dos rebanadas. Camina con el trozo de pizza en su mano hacia la vidriera de su tienda y mira hacia la calle mientras come.

El chico de la tienda de motos | Draken x EmmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora