Worth it

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Su mano fue directa al lado izquierdo de su pecho, apretando la camiseta entre sus dedos mientras lágrimas se deslizaban por sus mejillas nuevamente.

Sus ojos estaban cerrados y de su boca no paraban de salir numerosos sollozos que intentaban ser silenciados por sus labios unidos con fuerza, fallando aún así en su propósito.

El cielo lloraba con él, rugiendo, el viento gritaba lo que el roto peli negro callaba.

Y es que a Changbin le dolía, le dolían los ojos de tanto llorar, le dolía la garganta por el nudo que llevaba atrapado en ella ya una hora, su cabeza palpitaba lo que su ya roto corazón no podía.

Changbin siempre había pensado que el amor estaba destinado a ser algo alegre, un sentimiento capaz de levantarte en tus días más grises y volver tu paleta azul en una brillante gama de naranjas y amarillos.

Y eso se había cumplido, durante un par de meses Changbin había sido feliz, el bonito niño del asiento de al lado se había encargado de ello.

Él sabía que no estaba bien, que no debía dejar que su estado de ánimo dependiera de una persona distinta a él mismo, pero ahí estaba, llorando la pérdida de alguien a quien ya no le importa y a la que probablemente nunca le haya importado lo suficiente.

Y Changbin lloraba, porque el sol se había ido, porque las estrellas se habían apagado y el fuego daba frío en lugar de calor.

¿Dónde quedaron los besos de terciopelo en sus hombros? ¿Dónde estaban las caricias reconfortantes en su espalda? ¿Por qué ya no escuchaba palabras bonitas siendo susurradas a su oído?

¿Quién había robado su razón de sonreír? ¿Por qué ahora? ¿Por qué no antes? ¿Por qué a él?

Bangchan le abrazaba y le decía que no valía la pena mientras sus fuertes brazos intentaban decirle que él no lo iba a soltar, que no lo dejaría dañarse más, pero ¿por qué se sentía desprotegido con él?

Se sentía desnudo, como si toda su ropa le hubiera sido arrancada y él hubiera sido lanzado afuera sin nada para protegerse, tan solo su vulnerable piel expuesta a la interperie durante la peor tormenta del año.

Y a Changbin le dolía, le dolía el corazón por amar a alguien a quien no debería amar, por quererlo tener a su lado después de haber sido traicionado de la manera más cruel, pero es que Hyunjin dolía tan bien...

Y Changbin se preguntaba donde estaban los finales felices de las pelis, buscando desesperadamente el "para siempre" que le había sido prometido, ahogando sus penas en el recipiente que contenía lo único capaz de hacerle olvidar sus ojos castaños, su suave pelo y los fuertes hombros en los que había apoyado su frente tantas veces mientras él pegaba los pedazos rotos de su alma, intentando arreglarla, sin darse cuenta de que por cada trozo pegado dos más caían al suelo.

Y ¿qué habría pensado Hyunjin si lo hubiese visto ahora? Si se hubiese percatado de que los 100 trozos se habían roto en 100 más cada uno, si se hubiese dado cuenta de que el pegamento estaba seco y los bordes demasiado afilados como para recogerlos y volverlo a intentar.

Pero después Changbin recordaba que ni siquiera lo habría intentado. Recordaba a Hyunjin tirando los últimos pedazos que se mantenían en pie al suelo y pisándolos al irse.

Y es que Hyunjin dolía. Dolía en el buen y en el mal sentido, dulce en su lengua y ácido en su garganta mientras Changbin volvía a ahogar sus sollozos.

Aún así sus labios extrañaban el amargo picor de los de él sobre ellos y su boca extrañaba el cálido sabor de la contraria.

Y Changbin lloraba. Porque le amaba tanto que no era capaz de odiarlo, porque sabía que le hubiera perdonado si Hyunjin se lo hubiese pedido, porque estaba listo para apoyar al bello bailarín y ayudarlo a levantarse cada vez que caía en la pista solo para verlo irse con sus amigos sin siquiera despedirse de él al finalizar la clase.

¿Dónde habían quedado las conversaciones nocturnas? ¿Adonde se habían ido las promesas silenciadas por el sonido de las olas aquella noche?

Y Changbin gritó. Le gritó con rabia al cielo esperando que su grito llegase a la estrella fugaz a la que le había pedido que siguiese asegurando su felicidad por haber inclumplido su promesa una vez más.

Y Hyunjin, mientras, reía, con sus manos en los hombros de otro chico y sus labios soltando aquellas dulcemente envenenadas palabras.

Dolía.

Dolía, dolía y dolía. Dolía tanto que no sabía cómo pararlo, dolía tanto que su garganta desgarrada ya no podía seguir gritando, dolía tanto que sus ojos ya estaban secos.

Pero dolía tan bien que cuando el timbre sonó una hora más tarde y Hyunjin apareció al otro lado de la puerta Changbin deseó que lo rompiera de nuevo, ya se cortaría él cuando intentara arreglar una mínima parte del destrozo pero antes disfrutaría del de pelo azabache hasta que que no aguantara más.

Y es que Hyunjin para él valía la pena el dolor.

Una pena que vaya a acabar doliendo tan mal.

Dueles || ChangjinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora