Noche y mañana

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Que has de mirar. Mira de nueve de la mañana a nueve de la mañana del día siguiente. Virginia se acomodo entre las sábanas.

-Porque abuelita ¿porqué? - pero el libro no le respondía, era solo un montón de hojas encuadernadas y ocultas en la esquina del baúl. La abuelita había caído en sueño mientras su nieta terminaba el cuento, su vestido de flores exhalaba un olor a lavanda y cáñamo. La muchacha se desabotono la bata tiesa y oscura, y quedo bajo la colcha con sus trenzas picándole el rostro mientras se adentraba en la almohada y comenzaba a dormir.

La mañana del día siguiente había llegado. 

- Ve a comprar y no tardes. - dijo su mamá en la mañana tras haberle puesto en la mano unas monedas y encargado las compras.

Ella salió, pero no a la plaza sino bajo por el camino pedregoso y todavía más adelante. Nadie le hacia caso, ni ella se ocupaba. Casas abandonadas comenzaban a aparecer, en una fue hasta el portón. Pero sin tocar, movió el cristal de la ventana y trepándose, se interno dentro. 

-Hola. - dijo acostándose en el suelo, hablándole a a las paredes desnudas y a la nada.- Hola - contesto otra voz. Se quedo helada, muy quieta, buscando esa otra voz. 

-Tienes ojos de venadito asustado - Dijo la nada, con voz de muchacho y sombra de hombre - ¿siempre es así? - pero ella no decía nada, él se froto las manos no sabiendo que hacer - Así que ... supongo que no hablas mucho ¿vienes seguido? ¿no?... ¿siempre eres así?- volvió a preguntar - ¿Cómo te llamas? 

- Virginia - respondió al fin con voz de murmullo y ojitos chispeando estrellas llorosas- si ya me iba - e intento levantarse.

-No, no te vayas - pero se iba, y sin  despedirse -. espérate, vuelve a mirarme. - y dando un paso hacia ella le alcanzo la mano ¿y porque no? - se pregunto - la tomo y sintiendo en el corazón un suspiro, la beso.

-Oh quiero besarte otra vez ¿puedo hacerlo?

-No, déjame. - Virginia intentaba escapársele de los brazos,  el la entretenía.

-¿me odias?

-¿tu que crees?

-Que el odio es tan fuerte como el amor, y tú, tú. - se detuvo, un joven paso por el cristal de la ventana, los ojos de Virginia se humedecieron, estuvo un momento en la avenida y luego se fue - ¿Tú que sabes lo que quiere un hombre? Cuando no conoces lo que deseas tú ¿Cómo podrás atraparlo?

-¿Cómo sabes? - dijo ella sorprendida, con su voz tropezándose con el aliento nubulado  volteándose. 

-Porque, eres un diario abierto. - y tras una pausa - Puedo hacer que te quiera. - y se la llevo de la mano, la ayudo a pasar de nuevo el cristal y bajaron aún más por la calle. Doblaron la esquina y encontrando el pomo lo giro y el crujir de la puerta prescindió sonar la campanita al entrar. La acomodó en una sillita de al fondo entre muebles de rueditas caídas y costales de barbecho. Acerco un espejo. 

-Fíjate bien, el fondo de este reflejo es como lago profundo. Todo cabe en él, podría ocultar hasta un cadáver. Pero a eso no iba, o bueno sí... un poco. El asunto es que podrás ir con ese muchacho y decirle lo que sientes. No sé, reír y llorar un poco, ya sabrás. Pero lo que te ofrezco es que...  frente a este espejo, hay un montón de vidas ante ti, salta y son tuyas. Las vida, las como pétalos de rosa, te los doy todos, para que los desojes a tu gusto, que escojas los más hermosos y formes la flor a tu gusto. Todas las veces que quieras, sin temor a equivocarte. - y la tiraba de la mano con una suavidad de vaivén, impulsándola a saltar.

-No - dijo ella y salto, pero para cruzar aquel cuchitril de alfileres regados hasta alcanzar la puerta.

-¿Porqué? fuiste con la bruja del pueblo y no te importó. No vayas a gritar de nuevo, solo digo, que de mí a la vieja... ¿porqué no creerme? - y Virginia se convencía, razonaba dentro de sí de ladeando la cabeza a un lado y después al otro:

-...¿Todas las veces...?

-Las que quieras. - le respondió trayéndola de nuevo.

-¿Sin temor a equivocarme? - él la estrecho, la beso nuevamente y tras asegurarle acepto.

Paso tiempo, el voltear de las manecillas de reloj como columpio de mediodía. Sonaron tijerazos cortando el hilo de algodón en la rueca. Virginia se miro un momento absorta en su figura.

- Tengo los ojos más oscuros - comentó.

- Eso solo significa, que pueden ocultar más cosas.

Se colocó el vestido, de moños azules y fruncidos. Con la tela de la falda apiñonándose alrededor de su cintura. Se meneaba y la falda murmuraba asuntos, caminaba y crujía el almidón.

-¿Así que esto haces con esos andrajos? y por este vestido ¿darías un chelín?

-No linda, con ese vestido podrías comprar un reino. El asunto esta en venderlo. Mira ¿ves ese escaparate? en ese encantador escalón de madera que da hacia la ventana. Te vas a plantar, o diciéndolo de otra manera voy a plantarte. Y, como a una florecita silvestre la gente te va a ir regando con la ternura en sus miradas.

-Ah si ya veo! Esta tiendita en que me plantas eres tú, esa ventana a la calle tu ojal y el trato que hicimos el lazo con que atarme ¿no es así?

-No sabría de que otra manera ponerlo, ahora súbete ahí.

-Es un trato, un trato. Pero si todo el día estoy aquí metida...-decía y movía sus manos divertida.

-Sí, sí. Verás, pues cuando cerremos la tienda, tu das un saltito, sales a tomar el fresco y regresas aquí tempranito.

- Pero entonces como voy a...- porque recordaba a su enamorado y le entraba duda de cuando podría verlo.-La finca esta cruzando la pradera y para llegar y luego... ¿Cómo avisarle?

-Pues envíale una nota! ahora quietecita, bébete esto. - y le apuró un vaso de contenido liquido, y ella se lo paso por la garganta y subió el escalón saludando. Como una de esas muñequitas que bailan al son de la caja musical. Así hasta que la bebida hizo efecto, encerrándola tras el cristal a la calle.



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⏰ Last updated: Aug 01, 2022 ⏰

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La otra noche cariñoWhere stories live. Discover now