En tiempos aquellos, percató su madre de la precaria situación económica que pasaban; deciden junto a la hermana de yarley, selfa la mudanza del muchacho.
Hacen salir a nuestro protagonista de su barrio, un lugar tan peculiar como ningún otro más, sevila se nombra.
Días antes de partir, le instruyen y cuentan el porqué de aquella tan presurera y repentina decisión. Éste, cabizbajo y siendo todavía menor de edad e incapaz de tomar alguna decisión sobre su fturo en dicho momento, no rechistó.
La noche anterior de su partida, como capitán del equipo de fútbol de su barrio, convocó y les contó a sus amigos que se iba muy lejos del barrio en la mañana del siguiente amanecer, éstos en plan coña tomaron y se partieron a carcajadas de su adiós, tachándole de trolero.
Advirtió penadamente - ¡Partios, mi ausencia pronto la presentireis!
Salieron en la mañana del martes dieciséis del octavo mes, con rumbo a la gran capital, lugar de grandes oportunidades por doquier y éxito o fracaso depediendo de quién.
Con tan sólo quince primaveras cumplidas recientemente, abandona así el lugar que le vio nacer. Padres, amigos y demás gente.
Aquella mañana fue la vez quizá última que se vio con adeptos suyos y quizá, solo quizá el hacedor sabria cuándo se volverian a verse.
Tras subirse del buque, miró su miembro inferior izquierdo, el cual portaba un reloj, obsequio que le hicieron por su primera comunión.
Once horas de la mañana cronometraba dicho Rolex. Todavía podia en ningún instante apartar la mirada empapada de lágrimas hacia su madre. Querido lector, sólo ambos podrían contaros las palabras que se decían con las tan miradas jamás vistas desde tiempos muy remotos.
Zarpó el buque con rumbo a la capital, a quince treinta de la tarde, la estrella de la mañana brillaba tan radiante que el capitán de la embarcación ordenó al total meterse a cubierta.