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Una maldita caminata ha resultado en un problema.
Una adicción por la bebida ha llevado al mismo problema.
Y el compañerismo ha acabado en lo mismo.
Un enredo en el árbol.
El árbol del terror.
El terror de la confesión y el temor del rechazo.
El árbol otoñal de las desgracias amorosas.
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¿Qué hacemos aquí?
Ha sido una noche larga, sí.
Los niños se la han pasado en locuras y nosotros tuvimos que soportarlo.
Fue difícil; estoy agotada y para colmo atrapada en un árbol junto a Jiraya.
Las ramas nos tienen amarrados al árbol; estuvimos intentando escapar por horas y no lo logramos aún. Es insoportable.
-Un poco más y saldremos...- Jiraya no se daba por vencido.
-Acéptalo, no podremos salir de aquí.- comenté rendida. - Esos malditos mocosos se las ingeniaron para jugarnos una broma pesadísima y devolvernos el chiste que les hicimos anteriormente. - agregué mordiendo mi labio inferior.
-No seas pesimista.- habló el albino.
-Tsk.
Nos quedamos en silencio, uno incómodo. Sólo oía los intentos inútiles de Jiraya y como maldecía por lo bajo.
Llegó el momento en el que se rindió. Ya no valía la pena. Ambos suspiramos a la vez y nos vimos a los ojos. Las hojas anaranjadas y crujientes nos caían cerca de la cara y el viento nos volaba el cabello.
Cerré los ojos suspirando. - Ni hay nada que hacer. Nuestro "nieto" y sus amigos son muy astutos.- mencioné.
-Totalmente, se ve que les han enseñado bien.- bromeó Jiraya.
Lo miré con el ceño fruncido. - Me pregunto de quién habrán aprendido.- lo fulminé con la mirada, el la apartó hacia otro lado nervioso, con una gota en su sien.
