Capítulo único

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Lan XiChen está sentado en el suelo del bosque, con las piernas cruzadas entre las enormes raíces de esos árboles centenarios, aún más enormes, y Jiang Cheng no sabe qué demonios pensar. Se miran en silencio, con la boca cerrada y los ojos bien abiertos, durante al menos un par de segundos. ¿O son minutos? Poco importa. Parte de su cerebro cree que la imagen —ver al etéreo, melancólico y digno ZeWu-Jun con la postura de un niño pequeño y una botella de vino aún sin abrir entre las piernas— es adorable. La otra, que es estúpido.

Oh, demonios, quizá los dos lo son. 

No, mejor dicho, Jiang Cheng sabe que lo son. No tiene ninguna duda al respecto y descubrirlo no le ha supuesto ninguna sorpresa. Son idiotas, y punto. Dos idiotas, románticos con respecto a lo que esperan de sus hermanos y que han quedado decepcionados con el resultado. Abandonados. Traicionados en última instancia. No piensa manifestarlo en voz alta. Todavía está demasiado sobrio como para admitirlo. Después de unas cuantas jarras de vino... bueno, ya veremos.

Ya veremos.

Las jarras que cuelgan de sus dedos resuenan entre sí al entrechocar las curvas de cerámica según ladea la cadera y se cruza de brazos. Ha comprado varias, bastantes más que el primer jade, pero porque le cuesta mucho más emborracharse que a ningún Lan. Ventajas, o desventajas, de haber pasado la adolescencia con Wei WuXian. Ha desarrollado una tolerancia al licor que, sobre todo en noches como esta, desea no tener. El movimiento es un poco farragoso por la carga que sostiene, aunque lo ha hecho mil y una veces, su típica pose para cuando Jin Ling le cuenta una tontería. No resulta ni tan natural ni tan altivo como a Jiang WanYin le gustaría, pero también le da igual. ZeWu-Jun, Lan XiChen, Lan Huan no está en posición para juzgarle. No cuando, saltándose todas las reglas de Gusu Lan y de la reclusión, tanto las escritas como las que no, le encuentra ahí, en el bosque de Yunping. En el bosque de Yunping con su propia jarra de vino. No es La Sonrisa del Emperador, y menos mal. Jiang Cheng está seguro de que vomitará si vuelve a oler o tan siquiera acercarse a ese maldito vino. Lo detesta. Lo detesta aún más que al cultivo demoníaco o al General Fantasma, y eso que ha creído mucho tiempo que ahí mismo estaba la cúspide de su odio.

Por suerte para ambos (para Jiang Cheng porque todo lo que quiere es olvidar al idiota de su hermano y el estúpido núcleo que le quema por dentro; y para Lan XiChen porque, quiera lo que quiera, seguro que no es a un compañero líder y viejo amigo vomitándole encima) el vino es de otra marca. Hasta de otro color casi. El mismo que ha comprado Jiang WanYin, en realidad, hace apenas media hora, en un puesto callejero cerca del infame templo GuanYin en el que ocurrió todo. Se atreve a pensar que ese desdichado vendedor que debe trasnochar para intentar sacarle algo a borrachos aún más pobres que él mismo ha hecho el agosto con ellos. Y les ha inflado los precios al ver la calidad de sus túnicas. Seguro.

-WanYin... -se atreve a comenzar Lan XiChen después de otro par de minutos (¿o han sido segundos?) de quietud-, hola.

-¿Hola? ¿Es todo lo que vas a decirme? 

-¿Siento haber venido a Yunmeng sin avisarte por los canales de comunicación oficiales? 

Lan XiChen lo intenta otra vez, pero la inseguridad en sus palabras solo hace que el ceño de su compañero líder se frunza sin remedio. Por los Cielos, creía que ya habían dejado atrás esa fase hacía años. Él, desde luego, ha visitado los Recesos de la Nube sin avisar con bastante frecuencia. ¿Qué puede decir? Se lleva bien con Lan QiRen, además de con su sobrino, y nunca le hará ascos a una invitación para tomar un té con ellos, haya asuntos oficiales que tratar o no. Tras un breve silencio, Lan XiChen continúa.

-Yo... cuando salí de Gusu no sabía lo que hacía. Y de pronto estaba aquí. Lo siento. 

Jiang Cheng suspira, y es como si se desinflase. O como si se le acabasen las fuerzas. Quizá porque ya lleva demasiados meses aguantando el tipo, pretendiendo ser fuerte e inapelable para Jin Ling y para su maldito Consejo de Ancianos, y, entre unas cosas y otras, no puede más. Quizá por eso mismo está allí, con más vino que su compañero líder y las mismas intenciones escabrosas y poco dignas de ellos. O solo de Lan Huan. Del infame Sandu ShengShou, puede que el mundo del cultivo ya se espere cualquier cosa, ninguna buena. 

Drunken [XiCheng one-shot]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora