El día se estaba acabando, era otoño lo y las hojas caían de los árboles; poco a poco se hacía el cielo de un tono naranja con destellos rojizos dando paso al atardecer.
Izuku se encontraba allí en su terraza junto a su taza de chocolate caliente como siempre le había gustado a ella; su mente empezó a divagar y una cosa llegó a la otra; su corazón habló y su boca se abrió ...
—Siempre me ha gustado el cielo... ¿sabes? Cuando era niño imaginaba cómo se sentiría volar, imaginaba que sentían los pájaros y en si todas las aves que están en el cielo ... —Empezó a tomar un sorbo de la bebida caliente y empezó a desvanecerse en sus palabras
—¿Enserio?— la voz femenina resaltó entre los sonidos a lo que Izuku sonrió afligido
—Si ... Si, por supuesto que si, los niños tienen imaginación siempre, el poder de la imaginación es fascinante ... —hizo una pequeña pausa para observar cómo los pájaros descansan en los cables de luz—
Izuku llevaba el suéter que ella le había regalado el invierno pasado. Este se miro las mangas y volvió a sonreír nostálgico después de dar otro trago al chocolate que parecía seguir hirviendo de lo caliente que estaba pero él ni se inmutó con la temperatura, solo dio un sorbo y se hundió de nuevo en aquella bebida y su vista ahora en aquel objeto del que bebía
—Me encanta como siempre me haces sentir, como me has hecho sentir desde siempre ... Creo que literalmente desde que te conocí jeje
"Sería de mala suerte que te cayeras"
La sonrisa del joven se engrandeció y un sonrojo floreció como rosas en el jardín de su rostro.
—Siempre salvándome ...
—Oye, tú también me salvaste a mi — La voz tan suave de la chica daba a relucir una tonalidad mística que causaba escalofríos en el peliverde
—Siempre pensaré lo mismo, tú me salvaste a mi — El sorbo del chocolate fue más largo. Izuku sintió como el calor llegaba a su cuerpo y se sintió completamente bien
La llegada del otoño era su época favorita del chico en cuestión donde tenia la conciencia de que todo siempre acaba. Dejar pasar a lo viejo y donde tus hojas podridas se caen para quedar desnudo; donde Dios te pone a prueba de todo y causa de aquella utopía débil vuelves a renacer en la primavera próxima. Un realidad donde la fragilidad de la mente y el físico de las personas se ve afectada solo por el comienzo del frio, después se queda muda, sin nada, para dar paso a lo nuevo lo fresco a lo que se supone que es mejor.