Mononoke

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Hace tiempo que dejé de ser humana para convertirme en una leyenda.

Hace tiempo que repudié a mi raza para vivir con mi familia.

Hace tiempo que renuncié a seguir buscando a alguien bueno entre mi especie. Dejé todo atrás cuando fui abandonada a los pies de mi madre, cuando mis padres humanos me arrojaron a ella para conseguir su salvación. Ahora vivo con mi madre y mis hermanos gemelos como una más de la camada.

Madre suele decir que soy hija de una diosa y por tanto del bosque, y es mi deber proteger mi hogar.

El bosque acoge a dioses legendarios, milenarios y ancestrales.

Madre también suele expresar su ira hacia los humanos. Dice que sus vidas son suspiros comparadas con la suya, pero que se siente impotente a la hora de combatirlos. Cortan nuestros árboles, matan a nuestra comida e invaden nuestro territorio, suele gritar. Todo empezó con esa maldita mujer. Cada vez que pienso en ella no puedo evitar cerrar los puños y apretar los dientes. Ha transformado la aldea en una ciudad, y las ciudades necesitan árboles. No osaban acercarse al bosque. Se limitaban a mirarlo desde sus casas y si eran pillados usmeando podían sufrir la ira de los clanes.

Mi madre, la gran diosa lobo es nuestra líder. Su nombre es Moro.

Ya no quedan más lobos albinos en estas tierras. Sólo nosotros cuatro.

Me fabriqué una máscara de cerámica y unas orejas de loba, y con el pelaje de un lobo albino errante me hice mi capa blanca, distintivo de mi familia. Los ojos de la máscara son negros sobre un fondo rojo, el mismo color del que estan manchadas sus manos.

La gente de la aldea ha llegado a temer mi falso rostro. Sólo aparezco para intentar matar a esa mujer y segamos vidas en el proceso. La última vez que lo intenté, el clan de los jabalíes fue expulsado.

Nago, el gran dios jabalí, encolerizó al sentir cómo talaban nuestros árboles de la rivera, los más alejados a su asentamiento.

Sentimos la agonía de los árboles, el dolor que emanan al ser cortados. Puedo oír sus gritos, agonizantes suspiros que perforan mi cabeza.

Nago arremetió contra la ciudad con su clan, pero fue un fracaso. La mujer trajo armas de fuego, y Nago fue herido. Enloqueció de dolor, y no lo volvimos a ver jamás.

Con los colmillos de los jabalís caídos me hice un collar y dos cuchillos. Los llevo con tanto orgullo como ellos los lucían antes de morir por su hogar.

Mi vida en el bosque cambia a la vez que la ciudad prospera. Ya no me limito a crecer con mis hermanos ni a aprender el lenguaje del bosque. He tenido que aprender a luchar para defenderme si algún día quiero acabar con esa maldita mujer.

Cada día es una pelea contra los otros clanes. Me miran con desprecio. La chica lobo, piensan. La hija de Moro, no debemos ofenderla. Es una humana tan cruel como los demás.Sin embargo, tienen su parte de razón. Eso no implica para que mi madre se tense al percibir hostilidad.

Mi cuerpo corre como un lobo, come como un lobo y piensa como un lobo. Los únicos que lo comprenden son mis queridos kodamas, espíritus pequeños y gráciles que indican que el bosque es sano. Se sientan a mi lado, rodeándome, y empiezan a jugar.

No soy una humana, soy una loba. Y si los demás no lo comprenden, lo harán por la sangre.

En la ciudad me he ganado su respeto. Soy una princesa, la princesa de las bestias. San es mi verdadero nombre, pero me conocen por su apodo, Mononoke. Me temen. Cada vez que divisan mi pelaje blanco y mi mascara roja, gritan mi nombre con gritos cargados de miedo.

Menos esa mujer. Ella me mira con la mirada llena de orgullo y desprecio. Entorpezco sus intereses, pero para ella apenas soy una nimiedad.

Mi madre no dice nada cuando salgo a matarla. Me desea suerte, sabe que soy la única capaz de colarme entre sus filas. Dice que estamos unidos al bosque por la sangre. Formamos parte de él tanto él como de nosotros. Sufrimos su dolor y disfrutamos de su paz. Debemos proteger nuestro hogar. Si el bosque muere, nosotros morimos con él.

Aprendí a comunicarme con todos los animales. Se interpretar los aullidos de mis hermanos a kilómetros, y las palabras de los alces cuando comen de mi mano.

Desde que era pequeña, mi madre nunca tuvo favoritismos. Para ella somos todos sus hijos y herederos del linaje. Yo soy su pequeña y tierna hija humana. He comido de su carne y curado sus heridas como una más.

El Gran Espíritu del Bosque es el dios de la vida y la muerte, mata y devuelve la vida a su antojo. Puede revivir a un moribundo o matar a un animal sano. Tiene cuerpo de ciervo, pero cara humana. El nunca toma partido en nuestras luchas. Ya tiene sus problemas manteniendo el equilibrio.

Pero tengo miedo. Cuando estamos mis hermanos y yo, recostados contra el lomo de mi madre, no puedo evitar pensarlo. No puedo dejar que maten al bosque, todo será culpa mía. Yo puedo evitarlo. Yo puedo salvar a mi familia.

Pero mi madre nunca me dejará, pienso.

La miro. Mientras reposa, parece mansa agitando sus dos colas. Apenas duerme, una diosa no necesita dormir ni casi comer. Eso siempre me entristece, pensar que nunca seré del todo su hija. Pero siempre será mi madre.

No permitiré que ella muera. No permitiré que los kodamas perezcan, ni mis hermanos que me protegen de todo. Aunque no soy una loba de nacimiento y no muero con el bosque, jamás permitiré que acaben con ellos.

Mañana daré un golpe supremo, después de atacar la columna de bueyes que sube a la ciudad cargada de arroz. Solo lo sabrán mis hermanos. Acabaré de una vez con ella, aunque me cueste la vida.

Será a la luz de la luna, para que guíe mis pasos hacia mi tumba. Cortaré su cuello con mi cuchillo y después no podré salir de la ciudad.

Acaricio el pelo del lomo de uno de mis hermanos. Si mi pérdida sirve para que ellos vivan, no me importa morir con tal de alejar a los humanos del bosque.

Afilaré bien el cuchillo.

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Hola :)

No había nada de Estudios Ghibli en wattpad asi que dije, bueno, ¿por qué no?

La Princesa MononokeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora