EL NIÑO EN EL ÁRBOL

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Estaba en cuarto de primaria, me encontraba en un lugar lleno de ruidos y gritos de niños descontrolados por el azúcar en sus cuerpos después del recreo, yo estaba pegada del lado de la ventana que da hacia un pequeño terreno que separaba el salón de la pared que limitaba la escuela.

Siempre que salíamos al recreo nos prohibían entrar a ese espacio, pues era terroso y los profesores y maestras podrían perdernos de vista, uno que otro revoltoso lo hacía con fin de llamar la atención y creerse el malo, pero esto se limitaba a un reporte y regaño, cosa innecesaria para mí.

Con la profesora alzando la voz, se apagaron poco a poco pero apresuradamente los sonidos y el escándalo se vio envuelto en un silencio que se acabó con las órdenes de la profesora sobre la actividad. Yo estaba poniendo atención mientras sentía la corriente de aire venir de la ventana que daba al lugar antes mencionado, yo me encontraba justo a un lado, pues me sentaba cerca del escritorio de la profesora y me limitaba a ser la nerd del salón.

Después de las instrucciones, todos estaban en silencio, uno que otro hablaba para pedir materiales a sus compañeros pero rápidamente volvíamos al silencio; la fila pegada a la ventana que daba con el pequeño espacio de terreno estaba compuesta de cuatro bancas, yo era la que estaba al principio de esta y por ende habían detrás de mí, tres compañeros más.

Terminé antes la actividad porque me había adelantado un poco mientras daba instrucciones, así que tenía tiempo de diez minutos para perder, -¿y si voy al baño a caminar un rato? O mejor me quedo aquí... Ah, aquí está mejor, además no hace tanto frío- me quedé ahí, apoyando mi cabeza en mi mano derecha y me limité a observar por la ventana paralela a la puerta del salón.

Habían árboles, ya que, aunque era un sendero estrecho, los árboles cabían perfectamente, uno a lado de otro, por supuesto, a lo largo, ya que de ahí no podía caber otro, aunque perfectamente alguien pequeño sí podría caminar por ese terreno. Eran árboles medianos, no tan altos como para poder ir más allá de la vista, todas sus hojas se encontraban en la tierra por la época y sólo se podían ver las ramas, grandes, anchas, largas, otras más pequeñas y delgadas, pero estaban casi en la punta.

Iba a regresar mi vista al salón hasta que vi pasar corriendo a un niño, justo pasó en la ventana, y, si esta se encontrara abierta y él se hubiese detenido, podría haber acercado mi hombro lo suficiente como para tocarme, así de cerca estaba.

Extrañada, di vuelta a mi compañero, que se vio extrañado ante mi sorpresa -¿viste lo mismo que yo?- me preguntó en voz baja y un tanto inseguro, -si por eso te refieres a que si vi un niño, sí, pasó muy rápido, no supe quién era, tal vez es de otro grupo y no lo conocemos- mi compañero entrecerró los ojos, como si quisiera recordar de quién se trataría, hasta que los dos fuimos interrumpidos por otro ruido, de nuevo vimos a alguien correr pero ahora de sentido contrario, la cara no era reconocible, sentí un escalofrío ante su rostro pero fue irreconocible.

-no es de aquí, ni siquiera lleva nuestro uniforme, su cara me dio miedo, ¿si lo viste?- yo asentí y tragué saliva, quería decirle a mi profesora lo que vimos pero ella estaba revisando unos libros y no quería interrumpirla.

Los demás compañeros estaban trabajando, otros murmurando entre ellos y platicando, pero sólo mi compañero Daniel y yo sabíamos qué había pasado afuera.

Pusimos mayor atención y vimos otra vez cómo corrió ese niño, pero se detuvo en uno de los árboles que se encontraba un poco alejado de la vista de nuestro salón y empezó a subir en este, sin quitar su sonrisa que pertubaba mi persona.

Subió un poco alto pero no para perderlo de vista, abrió los ojos como plato y me miró fijamente durante unos segundos antes de dejarse caer en seco al piso, donde se escucharon ramas y hojas quebrarse.

Cuatro alumnos, yo incluida, nos levantamos y nos alejamos de la ventana de golpe, con miedo y mi corazón palpitante miré hacia Daniel, que se encontraba parado, perplejo, mirando hacia afuera, lo que no había visto, es que una compañera más y otro niño también se habían dado cuenta de la situación, la chica se encontraba atrás de Daniel en nuestra fila y el chico estaba en la fila siguiente, a un lado de Daniel.

Estábamos absortos, ante esto, la profesora se preocupó, pero mi compañera Angélica, comenzó a llorar desconsoladamente, -¡se ha muerto, profesora, se murió el niño!-
Ante esas palabras, la profesora se asustó aún más mirándome, y yo señalé hacia la ventana, sin valentía para mirar la escena que había dejado el niño ante su acto.

Ella se acercó hacia donde yo estaba, pero alzó una ceja cuando se extrañó de no ver nada, ante esto, nos sacó a los cuatro que estábamos con caras de miedo para preguntarnos lo que vimos, pues comenzábamos a generar pánico en el salón y murmullos de dudas sobre lo que vimos.

-Bien, ¿quién empieza?- preguntó la profesora

-yo vi a un niño correr, pasó como dos o tres veces, se subió a un árbol y estando arriba se dejó caer de cabeza, tronó algo y la verdad es que no tuve tiempo de volver para ver si había sangre o algo- dije con algo de miedo y todavía sin poder creer lo que había visto.

Daniel a esto, mencionó -Sí mi compañera y yo vimos cómo corría y se tiraba de ese árbol, se murió- dijo con un hilo de voz mientras que le temblaban los labios.

Mi compañera lloraba bastante y mi otro compañero se limitaba a darnos la razón de lo que había pasado. Como nadie más logró ver nada, la profesora solamente mencionó que podría haber sido un malentendido,
-un gato quizá-, nosotros no continuamos ni la cuestionamos, ya que seguíamos con el alma en la boca sin procesar lo que había pasado.

La profesora dio aviso a un conserje que iba pasando para checar los terrenos donde habíamos visto al niño y no encontraron nada, así que cuando los cuatro estábamos caminando al salón, nos prometimos de no decirle a nadie de nuestros compañeros, lo cual, al entrar y al ser inundados de preguntas, cumplimos con nuestra palabra y nos dirigimos a nuestros asientos continuando con la clase.

A veces, solo a veces, llegamos a ver al niño corriendo por el sendero, pero me  sucedió dos veces antes de que ya no pudiera verlo, pues me cambiaron de escuela por distintos motivos.....


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