Prólogo

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Flashback:

—Perdiste gaijin, págame lo que me debes —exigió aquel asqueroso hombre con el que tuve la mala suerte de cruzarme.

—Y-yo no te-tengo dinero para darte —se excusó el que alguna vez consideré hermano, con la voz temblorosa al ver que Suko sacaba un arma de su pantalón.

—Te dije que me pagues, no puedes posponer el pago de una carrera, menos si es clandestina, como la que acabas de perder —dijo con total calma, admirando el revólver, sacando cinco balas y dejando una.

—¡Te lo pagaré! ¡Lo juro! —gritó asustado al ver el arma dispararse contra su cien, pero de esta no salió nada, desgraciadamente.

—Te quedan cuatro oportunidades, y no se si sean por orden, asi que, ¡págame! —le gritó ya alterado, volviendo a apretar el gatillo.

—¡Llévatela a ella! —gritó horrorizado, señalando en mi dirección.

—¿Qué me lleve a la gaijin? —preguntó y mi hermano asintió desesperadamente con la cabeza.

Suko se acercó despacio hacia dónde yo estaba. Lo único que se me ocurrió fue correr y salir de allí como fuera, pero con un asentimiento los hombres del chico me tomaron firmemente de los brazos.

El pelinegro me tomó con fuerza del mentón y me escaneó con la mirada repetidas veces, apretó un poco más el agarre y me acercó más de lo que yo hubiera querido, sintiendo su respiración caliente chocar contra mi boca.

—Me la quedo —le dijo al castaño —no sabes cuánto quiero que llegue la próxima carrera, para que veas todo lo que le hice a tu querida hermanita, te encantará —informó con una sonrisa ladina y malévola en sus labios, viendo el terror en mi mirada.

Mi hermano salió corriendo de allí, se subió a su coche y se fue con un acelerón brusco.

—¡Shawn! ¡No me dejes maldito idiota! —le llamé forcejeando por liberarme —¡Eres un desgraciado! ¡Maldito seas Shawn!

Fin del flashback.

Después de ese momento, todo cambió.

Fui llevada a la fuerza, sintiendo dolor y repugnancia de mi misma al ser tratada como mercancía. Me siento como una esclava, haciendo todo lo que él quiera, él haciendo lo que quiera conmigo, sin importarle cuantas veces le pido y le ruego que no lo haga, sin importar cuanto llore y grite que duele, que lo odio, que siento asco hacia él.

Y lo único que sé, es que ya soy un juguete para él, un trofeo. Y si tengo que hacer que alguien más me gane para librarme de él, lo haré. Con que no sea Suko el que me ordene, el que me golpee y el que me mantenga encerrada, todo será mejor.

 Con que no sea Suko el que me ordene, el que me golpee y el que me mantenga encerrada, todo será mejor

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