🐱
Rei era un niño adorable, tenía los ojos celestes y el pelo dorado. Pero a pesar de su dulce apariencia, él no era un chico ordinario. Él no jugaba con otros niños, nunca salía a la calle y en el colegio no tenía amigos.
Sólo era un chaval de ocho años, pero él no se sentía como tal. Actuaba de una forma muy madura y su rostro siempre era frío y serio, a pesar de ser un chico muy lindo. Rei nunca hablaba con los demás, y tampoco tenía mucha familia, así que nadie le daba mucha conversación.
Rei siempre tenía un libro entre sus manos porque le gustaba mucho leer, también creaba historias y dibujaba bastante bien. Era un chico inteligente y observador, así que se le daba bastante bien hacerlo. Sus historias eran tristes, nunca había finales felices y destacaban porque el protagonista siempre estaba solo.
Hasta que un día sus padres decidieron hacerle un regalo por ser un niño tan educado y que no causaba problemas a nadie. El pequeño no estaba muy entusiasmado con ello, pero era muy agradecido, así que decidió aceptarlo y darle las gracias a sus padres.
Ellos siempre estaban trabajando, así que Rei pasaba mucho tiempo solo, por eso habían escogido el regalo perfecto para él.
- ¿Un gatito? - preguntó el pequeño.
Rei se sorprendió, ya que no esperaba algo como eso. Sus padres siempre le regalaban libros, cuadernos y herramientas de dibujo, así que no supo cómo reaccionar ante aquel regalo.
Sus padres sostenían una cajita que llevaba un pequeño gato dentro. El gatito era la cosa más adorable que había visto nunca, le pareció un criatura demasiado tierna, así que se acercó para verlo de más cerca.
El gato era de color negro y tenía los ojos verde esmeralda. El pequeño ser se quedó observando a Rei, incluso parecía feliz de haber visto al niño. Él se percató y quiso acariciarlo, las manos del pequeño Rei se posaron en el lomo del gatito, y con sus dedos comenzó a acariciarlo. El pequeño animalito respondió a su caricia, retorciéndose y emitiendo un ruido muy gracioso.
Rei sonrió. Era raro que lo hiciera, así que sus padres se sorprendieron bastante.
- ¿Te gusta? - le preguntó su madre. El pequeño asintió.
- ¡Hmn! - asintió.
- Debes ponerle un nombre -propuso su padre. - ¿Cómo te gustaría llamarlo?
- Tou...tou-ma - respondió el menor.
El gatito miró a Rei, como si desease que lo tomara en sus brazos. Touma parecía feliz, ahora tenía un dueño y también un nombre. El pequeño Rei lo sujeto entre sus manos, sintió la calidez del gato, era una sensación desconocida en él, pero se sentía bien.
Desde ese momento ambos se hicieron inseparables, incluso dormían juntos. Era extraño que el mejor amigo de un niño fuera un gato, pero para Rei, Touma era más que una simple mascota, era su pequeño tesoro. Hacían todo juntos, sólo se separaban cuando Rei tenía que ir al colegio.
Touma lo esperaba en la puerta como siempre y el pequeño se alegraba tanto de llegar a casa y encontrarse con su gatito, que su felicidad podía durar toda la vida. La compañía de Touma era todo lo que el pequeño necesitaba, realmente se sentía bien estando cerca de su lindo gatito, cuidándolo y mimándolo como si fuera lo más preciado para él. Su gato había sido el único ser del mundo que le había mostrado esa calidez que sólo se siente cuando eres querido de tal forma que llega al corazón. A pesar de ser sólo un gato, Touma era su mundo entero.
- Touma, ¿Tienes hambre? -preguntó mientras acariciaba al gatito.
En casa no había nadie, excepto ellos dos, como siempre. Rei fue a la cocina y trajo la comida de Touma, incluso comían juntos. Pero tenía que dejarlo un poco de lado cuando hacía sus deberes, porque si no lo hacía, no podía concentrarse bien.